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"El muchacho huyó nuevamente durante una tormenta de invierno y caminó en medio de una nevada, descalzo, para estar con su padre. Pero lo atraparon y el padre fue encerrado en la cárcel por desobediencia. El muchacho, durante la escapada, se había enfriado demasiado y pronto enfermó con fiebres intensas. Murió en la mansión, llorando por su padre ausente.

"Como ya no tenía sentido dejado en la cárcel, el hombre fue dejado en libertad y empezó a vagar por las calles, borracho y con el corazón destrozado.

Regresó una vez a la mansión y rogó a su esposa que abandonara esa casa glacial de viudas y solteronas y se fuera con él. Ella prometió que así lo haría y lo recibió otra vez en su cama.

Pitney hizo una pausa y estuvo un largo momento mirando sus grandes manos.

– A la mañana siguiente, a ella la encontraron al pie de la escalera, muerta. Todas las damas dijeron que el marido la había empujado, y valiéndose de su riqueza., e influencia, lo hicieron encerrar en un calabozo. Pero con ayuda de amigos él escapó y se refugió en la casa de su hermana, en Londres. El cuñado, un mercader enriquecido por su propio talento, había obtenido la propiedad de una isla remota y pronto llevaría a su esposa y a su pequeña hijita a vivir allí. El hombre, condenado se cambió de nombre y partió con ellos a ese lugar, donde les ayudó a levantar su nuevo hogar y encontró uno para él.

Pitney levantó la mirada y la posó afectuosamente en la mujer que tenía a su lado. Ella lo miró desde atrás de sus lágrimas y le sonrió.

– He estado contigo desde que eras pequeñita, Shanna. -Su voz sonaba extrañamente grave-. Te he acunado en mi regazo. Siempre me he preocupado por tu bien.

– Tío Pitney… -dijo Shanna? y enjugó una lágrima que le caía: por la mejilla.

– Te he visto maltratar la sensibilidad de muchos hombres, aunque la mayoría se lo merecían, pero éste con quien te has casado, este Ruark, ha sufrido como pocos han sufrido en este mundo. El es un hombre audaz, con una buena cabeza sobre sus hombros, fiel a lo que él considera justo. Que un hombre así sea reducido a la servidumbre es odioso, pero tú, mi orgullosa Shanna, lo has traicionado en cada oportunidad sin cuidarte de la honradez o el orgullo de él. Por supuesto, no es culpa tuya, así eres una muchachita malcriada, y yo mismo he tenido parte en eso. En tu educación, he visto poco que te enseñara a ser amable con las gentes sencillas, pero hay que reconocerte el mérito de que has sido más que justa con la mayoría de las personas. Pero no puede decirse que has sido igual con quienes están más cerca de ti y más te quieren. Tú creíste que todos los hombres eran unos tontos petimetre s y cuando llegó a ti aquel que hubieras debido valorar por sobre todos los demás, no supiste cómo tratado y cuidado.

"Si él hubiera viajado contigo en este barco, habría sido solamente cuestión de tiempo para que el juego de los dos fuera descubierto. Ralston sospecha de ustedes dos y durante semanas ha estado siguiendo las pisadas a Ruark. Yo mismo lo he visto. Pero tú no prestas atención a eso. Este juego que has empezado ya lleva mucho tiempo jugándose y será motivo de más daños y dolores, aunque entiendo que tú no puedas dado por terminado".

Pitney miró a su sobrina y ella le devolvió la mirada.

– Voy a pedirte dos cosas hasta que esto termine: que no flirtees abiertamente con el hombre y que no me pidas más favores cuando él esté involucrado.

Shanna miró hacia el mar y por primera vez consideró en toda su magnitud lo que acababa de decirle su tío Pitney.

Al décimo día de la partida desde Los Camellos, el azul oscuro de las aguas de alta mar dejó lugar a los tonos verdosos de las aguas menos profundas, y antes que el sol llegara al cenit, fueron divisadas las líneas onduladas de las dunas de una costa. El vigía dio un grito y Shanna se puso su capa más abrigada y subió al alcázar. Después de todo esta era la patria de Ruark y ella estaba ansiosa por ver la clase de tierra que había producido un hombre semejante.

Ralston, temblando de frío, buscó la tibieza de su cabina. El animoso sir Gaylord permaneció en cubierta un minuto más y después él también se retiró a un lugar más abrigado. Solo Pitney y Trahern se quedaron para ver cómo las dunas coronadas de verde se iban acercando. Shanna se acurrucó entre los dos hombres. A una orden del capitán, el barco alteró su curso y empezó a navegar paralelamente a la costa. Ahora se veían pequeñas islas que formaban un bastión frente a la costa del continente.

– Parece tan desolado -dijo Shanna entono decepcionado-. Solo hay arena y arbustos. ¿Dónde están las casas y la gente? Se volvió y vio al capitán Dundas que le sonreía gentilmente.

– Serán dos o tres días remontando el río James hasta que lleguemos a Richmond -dijo amablemente el capitán.

Tiempo después perdieron la tierra de vista pero volvieron a avistar la costa a primeras horas de la tarde. Cerca de Hampton vino a interceptarlos un pequeño lugre, y pronto el primer piloto del capitán Beauchamp, Edward Bailey, subió a bordo.

– El capitán Beauchamp me envía para guiados río arriba -explicó el piloto y sacó de su- bolsillo un paquete de tela encerada y entregó unos documentos al capitán-. Estos son mis papeles y algunos mapas del río. -Sacó una carta del paquete y se la entregó a Trahern-. Una carta del señor John Ruark.

Trahern abrió la misiva y empezó a leerla. Sonrió ampliamente cuando el piloto. se dirigió a Shanna.

– Los Beauchamps están ansiosos por conocerla, señora. Todos han tildado al capitán de mentiroso cuando él trató de describirla.

Shanna sonrió ante el elaborado cumplido.

– Tendré que hablar con el capitán Beauchamp -dijo ella- en la primera oportunidad. No, quiero que mi reputación sea tan maltratada.

– La carta confirma que el capitán Beauchamp ha dejado dispuesto en Richmond transporte para nosotros. El señor Ruark ha ido a ocuparse de que todo esté preparado y nos recibirá allí -dijo Trahern y miró a Shanna de soslayo-. Yo medio esperaba que el muchacho dejara el Tempestad y buscaría su libertad.

– Cuando Shanna lo miró asombrada, se encogió de hombros y agregó-: Yo habría hecho eso. Habría vendido la goleta y terminado con mi servidumbre. -Rió con buen humor y la miró con ojos chispeantes-. Estoy empezando a dudar de la sensatez de ese muchacho.

Shanna le volvió airadamente la espalda. El señor Bailey nada dijo por un momento y se limitó a mirar al cielo.

– El señor Ruark me impresionó como un hombre de honor -dijo por fin el piloto-. Vaya, podría ser muy bien un Beauchamp. -Cuando Shanna se volvió y lo miró por encima de su hombro, él se dirigió al capitán Dundas-: Puede poner proa al oeste y a toda vela. Podemos hacer una buena distancia antes de que oscurezca.

El río se volvió sutilmente más salvaje después que pasaron Williamsburg y las orillas más escasamente pobladas. Descendió la oscuridad y el barco soltó el ancla para pasar la noche. La niebla cubrió el río como una manta de lana y pronto el Hampstead fue como un pequeño universo suspendido en el tiempo y el espacio.