El se quitó su pesada chaqueta y la puso sobre los hombros de ella. Shanna se acurrucó debajo de la piel, sintió el calor del cuerpo de él en la prenda y observó mientras él avivaba el fuego hasta que empezó a arder alegremente; después paseó su mirada por la habitación y sus ojos se detuvieron en una armazón de madera y cuerdas que alguna vez debió de servir de cama a los ocupantes de la cabaña.
Ruark vio dónde se habían detenido los ojos de ella y -dijo:
– No temas, amor mío… Ya me he ocupado de asegurar tu comodidad.
Shanna rió y se envolvió más apretadamente con la chaqueta.
– ¡Bestia! Ahora que estoy atrapada en tu guarida, tengo miedo de que me devores.
– ¿Devorarte? -Ruark se quitó su ceñida y oscura camisa de lino y Shanna contuvo el aliento cuando el torso desnudo de él apareció ante ella iluminado por el resplandor del fuego.
– No, no te devoraré, amor. -Estiró una mano y acarició un largo rizo que caía sobre el hombro de ella-. Esta es la copa mágica, llena para los amantes en la mesa de los dioses. Cuando más a menudo se la prueba, más rico es el néctar. Reyes poderosos se han vuelto mendigos tratando de alcanzar los límites de este tesoro. Esto es una cosa que debe ser compartida y que jamás puede ser devorada con egoísta voracidad.
Shanna lo tocó en un brazo y su mirada lo acarició con una expresión posesiva. -No soy otra cosa que egoísta cuando se trata de ti, amor mío.
Ruark la besó ligeramente en los labios. -A mí me sucede lo mismo, contigo, Shanna.
El se agachó y empezó a desatar un envoltorio que estaba en el suelo. Se irguió y lo abrió. El contenido, se extendió como una flor extraña, ultraterrena. Era un montón de ricas, lujosas pieles de profundos rojizos, dorados oscuros, roanos y negros, todo de la mejor calidad.
– ¿Dónde…?
– Esto es mío -:-dijo Ruark respondiendo a Ja pregunta no terminada de ella-. Las traje del carro.
– ¿Pero cómo las conseguiste? ¿Y esas ropas que llevas? Son tuyas ¿verdad? Hechas especialmente para ti.
– Sí -dijo él y sonrió-. Mi familia se enteró de que yo pasaría por aquí y me las envió, eso es todo.
– ¿Tu familia?
– Pronto, amor mío -dijo Ruark- te llevaré con ellos.
Nuevamente se agachó, extendió y alisó las pieles y dejó una a un lado como cobertor. En ese instante Shanna tuvo la visión de un salvaje, semidesnudo, oro y bronce ante el fuego, el cabello sujeto en la nuca en forma de coleta. Aquellos que creyeran que podrían dominar a este hombre eran unos tontos, ya se tratara de Gaylord, Ralston o hasta de su padre.
Ruark se puso de pie y se le acercó. El corazón de ella empezó a latir alocadamente.
– Qué hermosa eres -suspiró él después de desnudarla y en tono de reverencia-. No lo hubiera creído, pero te has vuelto todavía más bella. ¿De qué hechicería te has valido?
Shanna sonrió suavemente. -Ninguna hechicería, amor mío. Tus ojos fe engañan. Has ayunado mucho tiempo y ahora te conformarías con cualquier potaje.
– Vaya, esto no es un cualquier potaje -dijo él roncamente y la atrajo hacia la cama de pieles.
Ruark se quitó la ropa. Después la abrazó. Los suaves pechos de ella se apretaron contra él. Se cumplía un sueño, terminaba la larga tortura del viaje por mar. Los muslos sedosos de Shanna se abrieron a la mano exigente de él, y las caricias errabundas de esa mano arrancaron a Shanna gritos suaves y jadeantes de trémulo gozo. La besó en la boca con labios devoradores, ardientes de amor y pasión, que después descendieron para difundir su calor sobre los pechos estremecidos de ella, que se erguían en ansiosa anticipación. Shanna cerró los ojos y el arrobamiento que, le producía esa boca voraz inundó cada uno de sus, nervios con una intensa excitación. Sintió la urgencia exigente de él contra su cuerpo y después una llama que la penetró, consumiéndola, abrasándola, incendiándola hasta que las oleadas de la pasión la envolvieron con un placer casi intolerable. La oyó respirar ansiosamente junto a su oído, entre roncas, susurradas palabras de amor. Bajo las manos de ella, los duros músculos de la espalda de Ruark se tensaron y flexionaron con varonil vigor. Y entonces se elevaron juntos en una creciente marea de éxtasis.
La lluvia golpeaba, contra las telas enceradas que cubrían las ventanas y el viento aullaba como un fantasma en la noche, pero después de su propia tormenta, Shanna y Ruark yacían pacíficamente dichosos.
Los labios de Ruark mordisquearon suavemente la carne del hombro de Shanna.
– Te construiré una mansión -dijo él.
– Esta cabaña será suficiente… si tú estás conmigo. -Lo miró a los ojos-. Quédate conmigo para siempre. No me dejes nunca.
– No, amor mío. Nunca te dejaré. Te amo.
– y yo a ti.
– Creo que te he amado siempre -confesó Shanna asombrada. Cuando los velos de la ceguera cayeron de mis ojos, te vi como el elegido.
– Tú me elegiste, ¿recuerdas? -sonrió Ruark.
Shanna se apretó contra él. -Sí, eso hice. -Súbitamente seria, -agregó-: Tú conoces estos caminos como si hubieras estado antes aquí. ¿Dónde está tu hogar?
Ruark se estiró perezosamente y flexionó en el aire un brazo bronceado. -Donde quiera que tú estés.
Shanna lo miró con ojos llenos de amor. – ¿y nuestro hogar será como esto?
– ¿Una cabaña en medio del bosque? -Ruark sonrió y susurró. ¿Meses enteros para los dos solos? ¿No te daría miedo?
Como una niñita ansiosa, Shanna negó con la cabeza. -Oh, no, pero nunca me dejes.
– ¿Dejaría yo mi propio corazón, el aliento mismo de mi vida?
– ¿Y los niños? -susurró ella.
– Tendremos una docena -repuso Ruark.
– Shanna rió. – ¿Es suficiente empezar con uno?
– Oh, uno o dos. -Sus caricias se hicieron más atrevidas-. Lo que soporte el mercado.
– Pero de este… ¿te disgustaría que fuera una niña?
Ruark se detuvo y el silencio pareció crecer… y crecer. Muy gentilmente apartó las pieles, expuso el cuerpo de ella a la tibia luz del fuego, tocó suavemente los pechos erguidos y el vientre suave.
– Eso es diferente -sonrió él.
– ¿Lo sientes? -preguntó ella, mirándolo a la cara.
– ¡No! -Ruark sonrió ampliamente y la cubrió con las pieles. – ¿Cuanto tiempo?
– Si tuviera que adivinar -dijo Shanna- diría que fue en la isla de los piratas.
Ruark rió por lo bajo. -Cada día que pasa vienen más cosas buenas de aquello. -Se inclinó y dijo, seriamente-: Te necesito, Shanna. -La besó con ternura-. Te necesito y te deseo, Shanna, amor mío. Te amo, Shanna.
Todavía estaba oscuro cuando Ruark la acompañó hasta la posada, pero los primeros rayos del sol asomaban en el horizonte. Todo estaba silencioso en el salón común. Un perro se levantó perezosamente del hogar apagado y buscó un lugar más cómodo sobre una alfombra de retazos.
Subieron la escalera y se despidieron en la puerta de la habitación con un último beso apasionado que tendría que bastarles para todo el día.
Pasó un momento. La puerta del extremo del pasillo se abrió completamente y Ralston salió de la habitación que compartía con Gaylord cubierto con una larga bata. Se detuvo frente a la puerta de Shanna, rió silenciosamente y se rascó una mejilla.