Gaylord quedó con la boca abierta y Amelia, satisfecha con la reacción del hombre, dio media vuelta y volvió a su lugar entre las tres dama sonrientes.
– ¡El marqués! tartamudeó Gaylord y se adelantó un paso-. ¿El marqués Beauchamp, de Londres?
– ¿Acaso hay otro? preguntó Amelia lentamente-. No estaba enterada. -Indicó a Rachel que entrara; la muchachita dio un, rodeo para evitar a Gaylord-. Ahora, señoras, ¿dónde estábamos?
– Estuviste maravillosa, mamá -gritó, Gabrielle con entusiasmo cuando el hombre se hubo retirado deja habitación.
– Fue una cosa mala lo que hice -confesó Amelia. Se encogió de hombros y sus carcajadas resonaron en la habitación-. Pero lo mismo me hizo bien. La forma en que Gaylord ordenó al señor Ruark retirarse de nuestra mesa, anoche, haría que cualquiera pensara que él es el, dueño de casa.
– Nathanial dijo que oyó que el padre de sir Gaylord estaba en Williamsburg, de visita -anunció Charlotte, aceptando una taza que le ofrecía Amelia-. Me pregunto si será tan grosero y antipático como su hijo.
Entonces los ojos oscuros se posaron en Shanna, quien había cesado súbitamente de revolver su té. Ella no tenía otro pensamiento que escapar de la casa para advertir a Ruark que lord Harry estaba lo bastante cerca para ser peligroso.
– Dios mío, Shanna -se disculpó Charlotte-, he sido grosera contigo. Esta mañana, en la mesa, Gaylord ha dicho que tú y él estaban próximos a prometerse en matrimonio.
Shanna se ahogó con un panecillo con mantequilla.
– ¿Yo -Tragó un sorbo de té para hacer bajar el panecillo y negó enérgicamente con la cabeza-… Te aseguro que eso es lo que él desea. Yo ya le di mi respuesta -sonrió al recordarlo- y ciertamente fue una
negativa:
– ¿Entonces por qué continúa él presionándote, Shanna? -preguntó Gabrielle-. Desde esta mañana no me
ha dirigido una sola mirada, lo cual, sinceramente, me alivia, pero hoy, en algunos momentos, cualquiera habría jurado que estaba ardientemente enamorado de mí. Si tú lo has rechazado, ¿por qué él habla de compromiso?
Shanna sólo pudo encogerse de hombros. Entonces Charlotte estalló en carcajadas.
– Quizá Shanna fue un poco más delicada con su negativa, Gabby querida. Es humillante para cualquier caballero que una joven le diga que es tan viejo como para ser su padre y que además le señale su barriga.
Shanna rió por lo bajo.
– y yo que creía que mi respuesta fue brutal. Si su mejilla ya no le duele, mi mano todavía sí.
– Oh, qué gracioso -dijo Gabby-. ¿De veras lo abofeteaste? -Bien hecho, Shanna. ¿Pero por qué él sigue acosándote? Ya. tendría que haber renunciado.
– Supongo que el señor Ralston le ha dicho que mi padre me desea casada con un hombre con título -repuso Shanna-. Sin duda, Gaylord aún espera que yo me deje influir por su posición.
– Pero a tu padre tampoco parece gustarle el hombre -respondió Amelia-. En realidad; se puso furioso cuando Gaylord le dijo al señor Ruark que se marchara y comiera con los sirvientes. Te has perdido una verdadera batahola, querida mía, con tu padre declarando que iría a comer con su siervo, y George diciendo a todo el mundo que él era el amo en su propia casa é invitaría al que se le diera la gana a su mesa, y el pobre Nathanial tratando de calmar los ánimos, sin mucho éxito. Hasta que nos dimos cuenta de que el señor Ruark se había marchado. Pero ni George ni tu padre, desde entonces, han dirigido a Gaylord una palabra cortés.
– Entonces, quizá, fue mejor que me marchara cuando lo hice -comentó Shanna:
Momentos después Shanna quedó sola con la mayor de las Beauchamps, intrigada por las excusas que dieron las otras dos para retirarse. Por las ventanas del frente, pudo ver a Gaylord que se paseaba con las manos en la espalda, la cabeza baja, como si estuviera sumido en profundas reflexiones.
– Supongo, Shanna, que has oído muchas historias que te han hecho pensar que Virginia es una tierra salvaje. -Amelia rió suavemente cuando Shanna asintió-. Sí, es salvaje, pero jamás me he arrepentido de haber venido aquí para construir nuestro hogar. Vivimos en una cabaña de troncos hasta que pudimos despejar el terreno y levantar esta casa. Entonces sólo teníamos a Nathanial y nosotros mismos éramos casi niños. Mis padres tuvieron miedo. Querían que yo me quedara en Inglaterra hasta que George pudiera construirnos un hogar. Ellos pensaban que él renunciaría y regresaría. Y a menudo, él ha dicho que 1o hubiera hecho si yo no hubiese venido con él.
– Tiene usted una hermosa casa, señora Beauchamp, y una familia encantadora.
– Oh, hemos soportado muchas dificultades que no hubiéramos tenido en Inglaterra -continuó Amelia-. Pero creo que los problemas que hemos compartido nos han hecho mejores, y quizá más fuertes. Yo no podría soportar a un hijo vanidoso y afectado como Gaylord.
Los míos, quizá, estarían fuera de lugar en la corte, pero puedo jurar que son hombres y que no dependen de las riquezas de otro para vivir cómodamente. Y porque los amo, deseo la felicidad para ellos. Es natural que una madre desee 1o mejor para sus, hijos. Hasta ahora, han tenido la buena fortuna de encontrar 1o que necesitaban en este mundo. Dios mediante, Gabrielle y Jeremiah harán 1o mismo.
Shanna bebía su té distraídamente y se preguntaba si la madre de Ruark la aceptaría con la misma ternura y el mismo afecto que Amelia mostraba a Charlotte. Charlotte casi podía ser envidiada, pero la mujer que había criado a Ruark también tenía que ser una persona especial
– ¿Estás cómoda en la habitación de mi hijo? preguntó Amelia suavemente.
– Me siento muy cómoda aquí, como en mi propia casa -declaró Shanna con sinceridad-. Y supongo que en verano la habitación es muy fresca, con ese enorme árbol para darle sombra. ¿Dónde está su otro hijo?
– ¿Quieres otra taza de té, querida?
– Media taza, por favor. Gracias.
– El va y viene.
– Me gustaría conocerlo.
Amelia miró a su joven huésped.
– Creo que 1o conocerás, querida mía. Creo que 1o conocerás.
Momentos después, Shanna bajó la escalera vestida con un traje de amazona de terciopelo verde, que daba a sus ojos un tono oscuro muy cercano a la esmeralda. Gabrielle salía en ese momento por la puerta principal.
– ¿Hay algún sendero por donde pueda cabalgar y no extraviarme? -preguntó Shanna.
La mujer respondió llevándola al fondo de la casa. Allí, desde las ventanas, pudieron ver las colinas que se levantaban más allá del lugar donde estaban.
– Hay un sendero que lleva al valle alto junto a aquel gran roble. -Como era un poco más alta, Gabrielle miró a Shanna desde arriba, y afirmó, como por casualidad y encogiéndose de hombros-: Probablemente vea allí al señor Ruark, con Jeremiah.
Shanna se relajó con el ritmo del trote de Jezebel y sintió la brisa vigorizante mientras la hierba corría bajo los cascos del animal. El viento agitaba la pluma curvada de su gorra de montar de terciopelo, y en el puro goce del momento, Shanna sacudió las riendas. La montura respondió lanzándose al galope. Jezebel se encontraba en un terreno familiar y Shanna la dejó correr hasta que pasaron junto al gran roble y entraron en el bosque, siguiendo una huella de carros. Aquí, redujo la velocidad a un andar más prudente.
El aire estaba fresco pero el sol se encontraba alto, y en esta tierra salvaje había una. atmósfera de casta virginidad. Shanna alcanzó a ver un ciervo que pasó entre las sombras. Después la huella empezó a ascender. Altas colinas se elevaban a cada lado y el sendero rodeó un acantilado bajo. Cuando dio la vuelta al mismo, Shanna soltó una exclamación de asombro y detuvo a la yegua.