– ¿Sabes lo que has hecho?
Ella tenía los ojos fuertemente cerrados y de sus pobladas pestañas las lágrimas colgaban y amenazaban con caer. Entonces las palabras de él cayeron en sus oídos y le llenaron la mente.
– Has solucionado por mí, querida muchacha, un problema que me ha estado amargando las últimas semanas. ¿Cómo hubiera podido yo, con todas mis veleidades sobre sangre y títulos de nobleza, pedir a mi hija que se casara con un siervo? -Se inclinó y le tomó las manos. Después la obligó a mirado a la cara-. Si me hubieras dado a elegir a mí, yo te habría rogado que te casaras con Ruark. Pero como juré que tú podrías elegir, no quise interferir. -La miró a los ojos-. ¿Lo amas?
– Oh, sí, papá. -Shanna se levantó y echó los brazos al cuello de su padre-. Oh, sí, lo amo.
– ¿El te ama? ¿Se casará contigo? -No la dejó responder-. ¡Claro que lo hará! -Su voz empezó a levantarse, airada-. Yo me ocuparé.
Shanna se llevó un dedo a los labios y lo hizo callar. Tenía pensado confesar toda la historia, pero temía que el engaño que había tramado pudiera herir los sentimientos de su padre. Sería mejor dejar pasar un tiempo.
– Papá, hay una dificultad. Te lo diré a su debido tiempo, pero hay una razón para que por un tiempo no podamos sacarla a la luz. -Vio que él se ponía ceñudo y rogó-. Confía en mí, papá. Todo saldrá bien.
– Supongo que tienes un buen motivo -dijo él con renuencia-. Pero no debe ser demasiado tiempo. Quiero poder hablar de mi nieto.
– Gracias, papá. -Lo besó y regresó a su habitación.
Allí cerró la puerta tras de sí y muy pensativa fue hasta la cama, sonriente y llorosa al mismo tiempo. Una sombra se levantó de un sillón y ella ahogó una exclamación antes de reconocer a Ruark. Se arrojó en sus brazos y rió contra su pecho.
– Se lo dije, Ruark. Le conté a papá acerca de nosotros dos.
– Me lo imaginé. -La besó en el cabello-. Oí su grito de dolor.
– ¡Oh, no! -se apartó un poco y lo miró a los ojos-. El lo aprueba, Ruark. Está muy feliz.
Ruark enarco las cejas, sorprendido.
– Oh, no le dije que estamos casados, sólo que juntos habíamos hecho un bebé.
Ruark levantó las manos y exclamó:
– Gracias, muchas gracias, señora. Ahora soy un profanador de viudas.
– ¡Tonto! -dijo Shanna apartándose, y mirándolo por encima de su hombro-. Si en verdad yo fuera viuda, eso podría ser cierto. Por supuesto -10 miró con fingida cólera- está esa viuda teñida. ¿A ella te refieres?
– No, señora. Me refiero a una mujer joven y seductora que me tienta en exceso.
Llegando a una conclusión propia, Ruark se puso serio.
– Shanna, amor -dijo-, puesto que la noche parece apropiada para decir verdades, yo también tengo que confesar algo.
– Ruark, no tengo miedo de tus anteriores amantes -rió Shanna-. No me importunes con secretos, ahora. Mis nervios todavía están temblando. – Fue hasta la puerta y la cerró con llave. Miró a su alrededor, un poco desconcertada-. ¿Cómo llegaste aquí? David estaba abajo. Lo vi desde la escalera. ¿Acaso te han crecido alas?
– No, mi amor. – Ruark señaló la ventana-. El roble que crece junto a la cocina es una buena escalera.
– Le puso las manos en la cintura y la atrajo hacia si. Pero, Shanna, hay una cosa que quisiera decirte. Esta es mí…
Shanna lo silenció con un beso y se apretó contra él.
– Ven háblame de tu amor -murmuró ella-. Y después dame una t prueba de ese amor.
– Te amo -susurró Ruark, sus brazos la rodearon debajo de la bata. El sintió la tibieza del cuerpo de ella bajo la delgada seda del camisón, y todos los otros pensamientos huyeron de su mente-. Te amo como la tierra debe amar a la luna que se eleva en la noche como una diosa de plata y da su luz a las diminutas criaturas de la oscuridad.
Shanna lo empujó hacia la cama y lo acarició con pasión.
– Te amo como las flores aman a la lluvia y abren sus pétalos, para recibir su tierna caricia. -Su boca buscó la de ella-. Te amo, Shanna por encima de todas las cosas.
Shanna se despertó sobresaltada y quedó inmóvil, preguntándose qué era lo que había interrumpido su sueño. El reloj de la chimenea dio delicadamente las tres, y ella escuchó. Sintió el cuerpo desnudo de Ruark contra su espalda. Entonces se percató de que también él estaba rígido, tenso, conteniendo la respiración. Volvió la cabeza, y al débil resplandor del fuego, lo vio apoyado sobre un codo y mirando fijamente la puerta. Entonces ella oyó el ruido de la perilla que giraba y volvía lentamente a su lugar; la puerta, cerrada con llave, no se abrió. Miró a su marido con una muda pregunta en los ojos.
Ruark se llevó un dedo a los labios para pedirle silencio. Saltó sigilosamente de la cama, tomó sus calzones y se los puso. Con pasos rápidos y silenciosos cruzó la habitación mientras Shanna se ponía su bata. Si él iba a enfrentar a alguien más allá de esa puerta, ella no quería que la sorprendieran desnuda.
Muy suavemente, Ruark giró la llave. Entonces, con un rápido movimiento que hizo sobresaltar a Shanna, dio un paso atrás y abrió completamente la puerta.
No había nadie. Tampoco en el pasillo, que estaba completamente a oscuras. Ruark regresó al dormitorio, cerró la puerta y nuevamente le puso llave.
– ¿Quién pudo haber sido? -susurró Shanna.
– Estoy empezando a sospechar -replicó Ruark. Después de unos momentos, se quitó los calzones y volvió a meterse en la cama.¡
– Estás frío -dijo Shanna, apretándose, contra él.
De pronto Ruark se sentó y Shanna lo miró sorprendida.
– ¿Qué demonios es eso? -dijo él, e inclinó la cabeza para oír mejor. En el silencio de la habitación pudo oírse un débil pero furioso relincho.
– Attila -susurró Shanna, sentándose junto a Ruark-. Algo lo está perturbando.
Ruark se levantó, se puso otra vez los calzones y dijo:
– Iré a ver-. Se puso también la camisa-. Cierra la puerta con llave cuando yo salga. Si alguien trata de entrar, grita. Alguien te oirá.
Shanna sintió miedo. Parecían demasiadas coincidencias ser despertados de un sueño profundo y en seguida escuchar los relinchos de Attila. Si hubieran estado dormidos, no habrían oído al caballo con las ventanas cerradas y el establo a una buena distancia de la casa.
– Ruark, no vayas -rogó ella-. No sé, pero aquí hay algo malo.
– Tendré cuidado. -La besó rápidamente en los labios-.
Mantén caliente mi parte de la cama. Tendré frío cuando regrese. Shanna lo miró con expresión preocupada y lo siguió hasta la puerta. Cuando él salió, ella cerró con llave y empezó a pasearse nerviosamente, por la habitación. Momentos más tarde, ella no pudo decir cuánto tiempo, el corazón se le estremeció cuando oyó que Charlotte gritaba desde un dormitorio al extremo del pasillo.
– ¡El establo! ¡El establo está ardiendo! Nathanial, despierta. ¡El establo está en llamas!
Shanna se levantó con un grito. Una mirada a la ventana le reveló un resplandor en las cortinas.
– ¡Ruark! -Con un grito ahogado llegó a la puerta y con dedos temblorosos trató de hacer girar la llave-. ¡Oh, no! ¡Por favor, no! ¡Ruark!
Descalza y en camisón, Shanna abrió la puerta y salió al pasillo, donde casi chocó con Nathanial, quien apenas había alcanzado a ponerse un par de calzones. Charlotte estaba con él, llevando una linterna y con los hombros envueltos en una manta. En el pasillo ya empezaban a abrirse las otras puertas.