Выбрать главу

– ¡Abre la puerta!

– ¡No!

Ruark retrocedió y lanzó una patada con todas sus fuerzas.

La puerta era de roble macizo, pero el pistillo y la jamba no resistieron el mal trato.

Ruark entró y se encontró frente a una horrorizada Hergus.

– ¡S…s…señor Ruark! -tartamudeó la mujer-. Váyase de esta habitación, señor Ruark. No permitiré que la deshonre delante de estas buenas personas.

Ruark la ignoró y avanzó hacia Shanna, quien le había vuelto la espalda. Pero la escocesa se adelantó y se interpuso.

– Salga de mi camino -gruñó Ruark. No estaba de humor para tolerar intromisiones.

La criada se mantuvo firme.

– ¡Señor Ruark, usted no hará esto aquí!

– ¡Mujer, usted está interfiriendo entre mi esposa y yo! ¡Váyase!

Hergus 1o miró con la boca abierta. Muy dócilmente, se hizo a un lado y salió de la habitación.

– ¡Shanna! -dijo Ruark, furioso, pero en seguida comprendió que ella debía sentirse herida-. ¿Shanna? preguntó, en tono más Suave-. Shanna, te amo.

– ¡Beauchamp! ¡Beauchamp! -dijo ella, golpeando el suelo con el pie con cada palabra-. Debí saberlo.

– Anoche traté de decírtelo, pero tú no quisiste escucharme.

Shanna lo miró con ojos llenos de lágrimas.

– Entonces, soy una señora Beauchamp, de los Beauchamps de Virginia. No soy viuda ni lo he sido nunca. Seré la madre de un Beauchamp y mi padre tendrá lo que tanto ansiaba.

– Al demonio con lo que ansiaba tu padre. -Ruark la tomó en sus brazos-. Tendrás todo lo que desees.

– Desde el principio me tomaste por una tonta -acusó ella, resistiéndose al abrazo-. Hubieras podido decírmelo y me habrías ahorrado muchas cosas.

– ¿Recuerdas, amor mío, en Mare's Head, cuando dijiste que me aceptarías si yo viniera de una familia de elevada posición y de buen nombre? -preguntó él suavemente-. Yo quería que tú me amases, Shanna, como siervo o como un Beauchamp. Si te lo hubiera dicho, nunca habría estado seguro.

– ¿Esto es todo tuyo, verdad? ¿Esta habitación? ¿El valle con la cabaña y la cama donde hicimos el amor? ¿Los caballos? ¿Hasta Jezebel fue un regalo tuyo?

– Todo lo que tengo lo pongo gustosamente a tus pies -murmuró Ruark.

– ¿Cómo es que sabes tanto de aserraderos? -preguntó Shanna, súbitamente recelosa.

El respondió quedamente:

– He construido tres, que son míos, sobre el río James y uno muy grande en Well's Landing, Richmond.

– ¿Y los barcos? -Lo miró con sospechas-. Siempre me sentí intrigada por la goleta, por lo bien que la conducías. Parece que también tienes conocimientos de navegación.

– Mi familia posee seis barcos que recorren la costa -dijo Ruark y la acarició con la mirada-. Yo poseo dos, ahora tres, con la goleta.

Shanna gimió con desesperación.

– Eres más rico que mi padre.

El rió por lo bajo.

– Eso lo dudo sinceramente, pero puedo comprarte todos los vestidos que desees.

Shanna enrojeció al recordar todas sus reyertas y las veces que lo había rechazado.

– Te reíste de mí todo el tiempo -gimió desconcertada-. Cómo debes de haber sufrido al no poder echar mano a parte de tu fortuna para librarte de la servidumbre en Los Camellos.

– Te lo dije una vez, el dinero no era problema para mí. -Fue hasta la caja de música y abrió una puerta oculta en uno de los costados, revelando un compartimiento secreto que ocupaba toda la base. Sacó varias piezas de piel de ciervo encerada y después dos saquitos de cuero, que tintinearon cuando él los sopesó en una mano. He tenido esto desde que Nathanial fue a Los Camellos. El hasta me envió la caja para guardado. Aquí hay más que suficiente para pagar mi libertad y mi pasaje a Virginia. Si no hubiera querido estar contigo, me habría marchado.

Se acercó a Shanna y le acarició el cabello. Ella lo miró a los ojos.

– Te amo, Shanna. Quiero compartir mi vida y todo lo que me pertenece contigo. Quiero construirte una mansión, como hizo tu padre para tu madre y mi padre. para mi madre. Quiero darte hijos, verlos crecer, bañados en nuestro amor. Poseo propiedades en el James. La tierra es buena y alimentará a nuestros descendientes. Sólo espero que tú me digas dónde quieres que construya la casa.

Shanna sollozó.

– Yo alentaba la idea de vivir en una cabaña contigo. -Ruark la estrechó con fuerza y ella murmuró, contra el pecho de él-: Te habría arrancado el cuero cabelludo, sabes.

Momentos después, oyeron que alguien se aclaraba la garganta en la puerta. Esta vez volvieron sin temor y se encontraron con la sonrisa de Nathanial Beauchamp.

– Parece que siempre estoy interrumpiendo -dijo Nathanial, y rió suavemente.

Shanna se volvió sin dejar los brazos de Ruark.

– Esta vez no pediré su discreción, señor. Cuénteselo a quiero quiera.

Ruark hizo señas a su hermano para que entrara.

– ¿Qué estás pensando? -preguntó.

Nathanial los miró afectuosamente.

– Temía que Shanna pudiera considerarme un mentiroso por no haberte reclamado como a un hermano, y yo quiero aclarar eso, ahora que el secreto ha sido revelado.

Impulsivamente, Shanna plantó un beso en la mejilla de su cuñado.

– Lo perdono. Sin duda, Ruark, le hizo jurar que guardaría silencio.

– Sí, así fue -respondió Nathanial-. Cuando llegamos a Los Camellos, Ruark me buscó. Le di dinero para que pagara su deuda pero él se negó a partir y a revelar la verdad. Pensé que alguna bruja lo había hechizado. -El capitán rió-. Entonces la conocí, y comprendí por lo menos una parte de su actitud.

– ¿Pero cómo fue que usted llegó a Los Camellos? -preguntó Shanna-. Seguramente no fue una coincidencia.

– Cuando llegué a Londres, hice averiguaciones sobre el paradero de mi hermano.

Me enteré de que lo habían acusado de asesinato y ahorcado por es delito. Los archivos de Newgate decían que su cuerpo había sido entregado al servidor de la señora Beauchamp. En los muelles me informaron que esa misma dama y su comitiva habían zarpado hacia una isla llamada Los Camellos. Se despertó mi curiosidad, de modo que hice una escala en mi viaje de regreso. También tengo que decide otra cosa que puede darle un poco de tranquilidad. Contraté abogados en Londres, quienes me prometieron una muy seria investigación sobre la muerte de esa muchacha, aunque todavía no he recibido ninguna noticia alentadora.

– Pero seguramente llegará -dijo Shanna-. ¡Tiene que llegar! Ruark no mató a la muchacha. Y nosotros no queremos pasar el resto de nuestras vidas ocultos del mundo. Llegarán más hijos después de este. Ellos necesitarán un apellido.

Ruark se acercó a su esposa y la rodeó con los brazos.

– Sí -dijo-, vendrán más Beauchamps, para que sean conocidos por todo el mundo.

– ¿Le ha hablado a su padre del niño? -preguntó Nathanial a Shanna.

– Sí, anoche- respondió ella.

Nathanial asintió satisfecho.

– Eso, también, ha dejado de ser un secreto.

– Perdóname, amor mío -dijo Ruark-. Yo traje la noticia a mi familia antes de traerte a ti. Me adelanté para saludados antes de que ustedes llegaran.