– Veámonos, Pitney, antes de que usted desbarate todos mis planes.
Finalmente el hombre cedió y aunque sus palabras estuvieron dirigidas a ella, no dejó de mirar fijamente a Ruark.
– Cerraré la puerta por fuera. El no tendrá posibilidad de escapar
– Entonces hágalo de prisa -dijo Shanna-. y tenga cuidado de que el posadero y su esposa no vean 10 que está haciendo.
Pasaron unos instantes antes de que el lujoso carruaje se pusiera en marcha por el lodoso camino a Londres. La lluvia caía monótona sobre el techo apagando todos los otros sonidos, mientras las linternas lanzaban solamente una luz débil, vacilante, hacia las profundas tinieblas que iban atravesando. Aunque el mullido interior era cómodo y abrigado y estaba bien protegido de la desapacible noche, Shanna no se sentía a sus anchas. Su carrera hasta el coche había sido una locura. Sus zapatos estaban empapados, sus medias hasta la rodilla estaban húmedas casi en toda su longitud y el borde mojado de su falda se adhería, frío y molesto, a sus tobillos. Se arrebujó en la amplia capa y no pudo impedir un estremecimiento ni que sus dientes entrechocaran de frío.
– Vaya, Shanna, estás temblando -dijo Ruark. Le tomó una mano y se le acercó más
Ella 1o apartó irritada.
– ¿Siempre tiene que decir 1o que es evidente? -dijo, pero en seguida adoptó un tono más suave-. Tengo los pies fríos..
– Ven, amor, déjame calentarlos.
Antes de que ella pudiera protestar, él se agachó, le tomó las piernas y las puso sobre su regazo. Levantó el borde mojado del vestido y le quitó los escarpines embarrados. Shanna ahogó una exclamación cuando él le tocó atrevidamente las rodillas y le quitó rápidamente las medias y las ligas adornadas con encaje, que dejó en un pequeño montón con los zapatos en el suelo del coche. Después puso los pies de ella debajo de su chaqueta y cubrió su regazo y las piernas de ella con su capa. Con una mano sostuvo los pies bien apretados contra él y con la otra empezó a masajearle las esbeltas pantorrillas. Shanna dejó de sentir frío. Tenía muchas cosas en qué pensar mientras él le prodigaba sus cuidados con tanta familiaridad. Nunca le había ocurrido encontrarse sola con un hombre encerrada en un lugar tan pequeño y ello estimulaba su imaginación. Había estado con muchos loores y hombres con título pero siempre adecuadamente acompañada. Nunca había conocido a un colonial hasta que conoció a Ruark Beauchamp. Y ahora él estaba a solas con ella y tenía sobre ella los derechos de un esposo, por más que esa condición duraría muy poco. Fue natural que ella se preguntara cuál sería la reacción de él si 1o sometía a sus femeninas artes de seducción. Hacía bien en permitir que este rústico individuo de las colonias saboreara su belleza, pensó, porque pronto él estaría camino del cadalso. No haría ningún daño si afilaba sus armas con él.
Se acomodó en el rincón con la espalda contra el costado del carruaje y 1o miró de frente. La pequeña linterna alumbraba suavemente y ella vio que esos ojos ambarinos la observaban silenciosamente con un fervoroso brillo. Los dedos de Ruark le masajeaban suavemente las piernas desde los tobillos hasta las rodillas y le producían una agradable sensación. Shanna curvó los labios casi en una sonrisa, suspiró, y estirándose como una gata satisfecha, se apoyó en el asiento. Su capa se le abrió hasta la cintura pero ella fingió no notarlo, cruzó los brazos debajo de sus pechos y estos- se elevaron hasta que casi salieron completamente del vestido desgarrado y de la delgada camisa. En realidad, ella no sabía cómo brillaba su piel con un lustre satinado a la luz de la vela de la linterna ni podía medir hasta dónde llegaba la pasión de Ruark. Sólo vio que los ojos de él descendían lentamente y sintió que el vientre de Ruark se ponía tenso contra su pierna y que una arteria del muslo empezaba a latir aceleradamente debajo de su pie.
Al ablandarse su actitud, su belleza se acentuó y Ruark la miró con atrevimiento. Cuando él habló, su voz no traicionó el nudo que sentía en la garganta.
– ¿Te sientes mejor? -preguntó Ruark.
– Si -suspiró Shanna, cerró a medias los ojos, echó la cabeza hacia atrás y dejó que él contemplara su cuello largo Y suavemente curvado.
Ahora él le diría en cualquier momento cuanto la deseaba Y le rogaría que se le entregase Y ella seguiría el juego hasta que llegara el momento de separarse. A través de los párpados entrecerrados no dejó de
Observado y se sintió picada por el desencanto cuando él pareció inmune a sus encantos.
Ruark buscó dentro de su chaqueta Y sacó los documentos atados con la cinta escarlata.
– Estos son los documentos matrimoniales -informó él Y le enseñó el paquete-. Los necesitarás para probar que estás casada.
Shanna se incorporó Y estuvo por tender la mano para tomados, pero él los puso fuera de su alcance.
– Ah, ah -lujo Ruark- el precio aún no ha sido pagado. Con algo parecido al horror en los ojos, Shanna lo miró fijamente. ¿La amenazaría con destruidos si ella no se rendía? Si los arrojaba al camino lleno de lodo quedarían tan estropeados que no servirían de nada.
– ¿Ruark? -:-preguntó, y retiró los pies- no irás a…
– Oh, no, Shanna. El pacto está hecho Y aceptado.
La miró de pies a cabeza con atrevimiento y Shanna se preparó para lo peor. El sonrió lentamente.
– y no cuestionaré tus intenciones ni tu honor. Pero esto es algo nuevo. Exigiré de ti… -hizo una pausa Y se golpeó el mentón con los documentos-…un beso -dijo súbitamente, con decisión-. Un amoroso beso como debe darle una esposa a su flamante esposo. ¿Es un precio demasiado elevado?
Levantó las cejas en un gesto burlón.
Shanna sintió cierto alivio, se cubrió con la capa para protegerse de los ojos hambrientos de él y sintió con irritación que sus rodillas rozaban los muslos de él.
– Muy bien -suspiró, como de mala gana-. Si insiste. Estoy demasiado cansada para resistirme. -Se inclinó ligeramente hacia adelante-. Cuando guste, señor. Estoy lista.
Cerró los ojos para esperar Y los abrió nuevamente cuando oyó la risa suave de él. Ruark no se había movido. Mientras ella lo miraba, él se abrió despreocupadamente la chaqueta Y se desabotonó el chaleco antes de recostarse en su rincón del asiento.
– Shanna -dijo con una sonrisa provocativa- lo convenido fue que tú darías el beso. ¿Necesitas ayuda o instrucciones especiales?
Shanna se enfureció Y le dirigió una mirada asesina. ¿Creía él que ella era una simple sirvienta incapaz de descubrir sus trapacerías? Se incorporó sobre sus rodillas, decidida a demostrarle lo que sabía. ¡Le daría un beso digno de llevárselo a la tumba!
Tímidamente, le puso los brazos sobre los hombros. Nuevamente la mirada de él descendió hasta donde ella quería. Lo haría retorcerse de frustración antes de que esto terminara. Le acarició ligeramente la nuca con los dedos y se acercó más. Entonces, él levantó súbitamente la cabeza, la miró a los ojos y sonrió con cierta preocupación.
– Trata de hacerlo bien -advirtió-. Comprendo que puede faltarte experiencia, pero un beso de esposa a esposo tiene que ser motivo de orgullo y no de vergüenza.
Shanna se puso un momento rígida por la furia que le causaron las palabras de él y sintió deseos de arañarlo en la cara.
– ¿Cree que nunca he besado a un hombre? -siseó al ver la mirada divertida de él.
Ruark enarcó las cejas y se alzó levemente de hombros. -En verdad, Shanna -dijo, y movió su cuello contra las manos de ella- estaba preguntándome eso. Un besito infantil en la mejilla sólo estaría bien para un tutor paternal.