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Shanna, deliberadamente, se inclinó hasta que sus pechos descansaron en el pecho de él, y echando mano a toda su imaginación, acercó sus labios a la boca entreabierta de él y empezó a moverlos lentamente, cálidamente. Sus ojos se dilataron cuando la boca de él se abrió y se retorció sobre la de ella. El la rodeó con sus brazos y la estrechó con fuerza. El mundo de Shanna giró locamente cuando él se volvió lentamente hasta que la tuvo a medias sobre su regazo, con la cabeza apoyada en su hombro. La boca de Ruark era insistente, exigente, implacable, y la dejaba sin aliento y le hacía perder la compostura. Sintió se atrapada en el centro de una batalla que no podía tener esperanzas de ganar. Su armadura fue atravesada, embotadas sus armas y su ingenio. Este beso quemante hubiera debido resultarle repulsivo, pero, en realidad, ella lo encontraba sumamente excitante. El pecho firme, musculoso de Ruark, apretábase contra sus pechos apenas cubiertos y Shanna sentía los fuertes latidos del corazón de él mientras el suyo palpitaba con un nuevo y frenético ritmo.

Lentamente, Ruark apartó su cara. Trémula por el esfuerzo, Shanna trató de recobrar su compostura. El la miró fijamente y ella soltó un profundo y entrecortado suspiro. Trató de librarse de los brazos de él, lo logró y en seguida se encontró sentada sobre el regazo de Ruark..

– ¿No ha sido cumplido el pacto, señor mío? -preguntó Shanna con voz temblorosa..

Sin comentarios, Ruark le entregó los documentos y ella los guardó dentro de su manguito de pieles. Entonces quiso levantarse pero él la retuvo sobre su regazo. Como su tontillo le estorbaba los movimientos no pudo escapar de él.

– ¿Acaso espera más de lo que dijo de nuestro pacto? -preguntó Shanna y miró las llamas doradas en los ojos de él.

– No -repuso Ruark y sonrió lentamente-. Pero ahora quiero que se cumpla nuestro pacto anterior, el primero.

Shanna luchó por liberarse pero él la retuvo estrechamente contra su cuerpo Y le habló al oído con un ronco susurro.

– Shanna, piensa un poco y trata de imaginar lo que es permanecer en una habitación pequeña y gris y contar las piedras por milésima vez, conocer de memoria su largo, su ancho y su altura, ver nuevamente los días que han pasado como marcas en la puerta de hierro y saber que mañana habrá que añadir otra marca y que cada instante que pasa te acerca a la horca y preguntarse, sin ninguna esperanza, si el dolor será terrible o si tendrás una muerte rápida. Y entonces, en ese mundo tan estrecho, irrumpe una belleza como tú y provoca sueños y esperanzas. Sí, Shanna, esposa mía, deberé regresar a mi mazmorra -dijo Ruark y acercó su cara a la de ella- pero antes de que la puerta se abra otra vez, tú serás mi esposa en todo sentido.

Y Shanna sintió que la mano de él ya estaba debajo de sus faldas y atrevidamente apoyada en la parte superior de su muslo. Ahogó una exclamación, lo tomó de la muñeca y trató de apartar esa mano pero entonces se percató de que él, con su otra mano, estaba desatando los lazos de su vestido.

– ¡Ruark! -Se retorció y apartó el brazo de él.

Súbitamente pareció que él tenía una doble, cantidad de manos. Shanna se veía en dificultades para conservar su recato. Finalmente le tomó ambas manos y las apretó contra su pecho en un esfuerzo por tenerlas quietas. Y entonces cayó en cuenta de otra cosa. En la lucha, sus faldas habían sido levantadas y ahora sus nalgas desnudas descansaban directamente sobre los muslos de él. Debajo de los calzones cortos de seda, la virilidad de Ruark se apoyaba, atrevida y erecta, contra la carne de ella. Y ahora él conseguía liberar sus manos y la estrechaba con más fuerza.

– ¡Ruark, tú no eres un caballero! -exclamó indignada.

– ¿Esperabas encontrar un caballero en un calabozo?

– ¡Eres un grosero! -jadeó ella, tratando de apartar las manos de él.

Ruark rió suavemente y su respiración rozó el cuello de ella. -Soy nada más que un marido -replicó él- ardiente y bien dispuesto.

Shanna trató de alcanzar la ventanilla a fin de abrirla y gritar, pero él se lo impidió con firmeza. Ella se resistió con renovadas energías.

El le apoyó una mano sobre el pecho desnudo y ella trató de abofeteado pero él la detuvo a tiempo aferrándola con una mano de hierro, aunque sin causarle dolor. Shanna aspiró profundamente para gritar enfurecida pero él le tapó la boca con sus labios.

Shanna sintió que su cabeza empezaba a girar en un torbellino cada vez más rápido y trató de resistir la embriaguez que le producía el beso de Ruark.

– ¡Ruark! ¡Aguarda! -jadeó cuando él apartó un poco su boca.

Mientras tanto, los dedos de él se afanaban con las delicadas cintas de la camisa y dejaban los pechos de Shanna completamente ex puestos.

– Vamos, Shanna, amor mío, entrégate a mí ahora -murmuró él roncamente contra su cuello, y su cara bajó. Su boca pareció quemar el pecho de ella. Shanna Sintióse devorada por una llama abrasadora que la atravesó como un ardiente relámpago.

– Oh, Ruark -jadeó en un susurro-. Oh, no, por favor… -casi no podía respirar-. Oh, Ruark, basta…

El calor se difundió por su cuerpo hasta que su piel pareció resplandecer. Ahora tenía las manos libres pero sólo podía aferrar la cabeza de él y apretarla contra sus pechos. El se movió y ella lo sintió entre sus muslos, duro y caliente. Tenía los labios resecos y se los humedeció con la lengua. En un último y débil esfuerzo trató de protegerse de la ardiente virilidad de él..

– Oh, amor, amor mío -jadeó él, le tomó una mano y la llevó hasta su sexo-. Soy un hombre de carne y hueso. No, soy un monstruo, Shanna..

La besó nuevamente y su lengua insistió hasta que ella la recibió con la suya, primero con hesitación y después decidida, con pasión. El la apretaba contra el asiento de terciopelo.

¡Su cordura trataba de luchar contra esta locura! ¡Su pasión parecía susurrarle taimadamente: déjalo hacer!

Y él lo hizo. Primero, un dolor desgarrante, agudo, la hizo soltar una exclamación pero en seguida sintió muy profundamente una calidez que la hizo sollozar de placer. El empezó a moverse sin deJar de besarla, de acariciada, de amarla…

Súbitamente llegó desde afuera un grito de Pitney y la velocidad del carruaje cambió. Ruark soltó una maldición, levantó la cabeza y se percató de que estaban deteniéndose. Entonces oyó otra voz que respondía al grito de Pitney y la reconoció como la voz del tercer guardia, el que había quedado con el carromato prisión.

– ¡Ahhh, maldición! -exclamó Ruark lleno de frustración-.

¡Maldita perra tramposa! -Se apartó rudamente de ella y la empujó con violencia-. ¡Sabía que no cumplirías tu pacto!

Con mucha urgencia, Ruark empezó a poner en orden su ropa mientras la miraba con una mueca cargada de desprecio.

Shanna se encogió en su rincón y se tapó los oídos mientras él daba rienda suelta a su cólera con palabras quemantes. En la penumbra, sus ojos la miraron llenos de crueldad y parecieron quemarle los pechos suaves y temblorosos Y sus hermosos muslos, todavía desnudos.

– Cúbrete -gruñó despectivamente. y en seguida, con voz más dura, agregó-: ¿O quieres que los guardias tomen mi lugar?

Shanna se envolvió apretadamente con la capa como si quisiera protegerse de la mirada despreciativa Y penetrante de él.

Un segundo después la portezuela se abrió violentamente Y la negra boca de la enorme pistola de Pitney apuntó amenazadora al pecho de Ruark.