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– ¿De veras? -repliqué.

– Esa misma noche aposté a varios hombres en el apartamento de la hija. A pesar de que iban armados, un solo hombre les tendió una emboscada y les redujo.

– Vergonzoso -comenté, esperando que añadiera algo más.

Sacó un cigarrillo, lo observó durante unos instantes, luego se lo colocó entre los labios y lo encendió.

– Muy académico -dijo mientras exhalaba una nube de humo gris-. Se acabó. Ahora la CIA tiene el disco.

– ¿Por qué lo dice? ¿Qué hay de Yamaoto?

– Tengo medios para saber que Yamaoto sigue buscando el disco. Aparte de mí, sólo queda otro actor en este drama. Ese actor debe de haberle arrebatado el disco a Bulfinch.

– Si se refiere a Holtzer, él trabaja con Yamaoto.

Esbozó una sonrisa apesadumbrada.

– Holtzer no trabaja con Yamaoto, es su esclavo. Y, como la mayoría de las marionetas, busca el modo de liberarse.

– No le sigo.

– Yamaoto controla a Holtzer mediante el chantaje, al igual que al resto de sus títeres. Pero Holtzer hace un doble juego. Planea usar el disco para acabar con Yamaoto, para cortar las cuerdas del titiritero.

– O sea, que Holtzer no le ha dicho a Yamaoto que la Agencia tiene el disco.

Se encogió de hombros.

– Como he dicho, Yamaoto sigue buscándolo.

– Tatsu -dije en voz baja-, ¿qué hay en el disco?

Le dio una calada cansina al cigarrillo y luego expulsó el humo hacia arriba.

– Vídeos de actos sexuales extramatrimoniales, grabaciones de sobornos y pagos, números de cuentas secretas, informes de transacciones inmobiliarias ilegales y blanqueo de dinero.

– ¿Implican a Yamaoto?

Me miró como si se preguntase cómo era posible que yo fuera tan lento.

– Rain-san, fue un gran soldado, pero sería un poli pésimo. Implican a todo el mundo menos a Yamaoto.

Me mantuve en silencio unos instantes, tratando de atar cabos.

– ¿Yamaoto usa la información como chantaje?

– Por supuesto -replicó con su sequedad habitual-. ¿Por qué cree que los gobiernos han fracasado uno tras otro? ¿Once primeros ministros en otros tantos años? Todos ellos han sido lacayos del PLD o reformadores a quienes se ha calmado o cooptado. Es obra de Yamaoto, que gobierna en la sombra.

– Pero si ni siquiera pertenece al PLD.

– No quiere. Resulta mucho más eficaz gobernando a su manera. Cuando un político le contraría, publican información comprometedora, los medios reciben órdenes de exagerarla y el político de turno se hunde en la ignominia. El escándalo sólo desacredita al PLD, no a Convicción.

– ¿Cómo consigue la información?

– De un amplio sistema de escuchas telefónicas, vigilancia por vídeo y cómplices. Cada vez que atrapa a alguien nuevo, la víctima se vuelve cómplice y le ayuda a extender la red de chantajes.

– ¿Por qué le ayudan?

– Incentivos y amenazas. Por supuesto, Yamaoto tiene en nómina a varias mujeres lo suficientemente hermosas como para que hasta el político casado más fiel pierda el control temporalmente. Digamos que ordena a uno de los suyos que grabe en vídeo a un miembro del Parlamento en medio de un acto sexual vergonzoso con una de esas mujeres. Se le muestra la grabación al político y se le dice que se guardará en secreto a cambio de su voto en ciertas medidas, normalmente las que afectan a los gastos de obras públicas, y de su cooperación para hacer caer en la trampa a sus colegas. Si al político no le remordiese la conciencia, no votaría a favor de esos proyectos públicos ridículos, pero el miedo a que le descubran es un factor mucho más importante que su conciencia. En cuanto a engañar a sus colegas, la psicología juega un papel importante: al ensuciar a los demás, en comparación se siente menos sucio. Y dado que en Japón las elecciones no se deciden por los votos que ha conseguido el político sino por sus recursos económicos, Yamaoto ofrece un enorme fondo para sobornos que el político puede emplear para financiar la siguiente campaña electoral. Yamaoto es generoso en ese sentido: en cuanto un político forma parte de su red, le interesa que lo reelijan, que su carrera política progrese. La influencia de Yamaoto es tan grande que, si no perteneces a su red, no puedes hacer nada y pierdes las siguientes elecciones, dado el mayor poder económico de uno de sus títeres.

– Si tiene tanto poder, ¿cómo es que nunca había oído hablar de él? -pregunté.

– Yamaoto no revela la fuente de la presión ejercida. Sus víctimas sólo saben que se les chantajea, pero no quién. La mayoría cree que es obra de una de las facciones del PLD. ¿Y por qué no? Cada vez que Yamaoto decide que le interesa que un escándalo salga a la luz, el PLD se convierte en el centro de atención del país. Irónico, ¿no? Yamaoto maneja la situación de tal modo que incluso el PLD cree que el PLD manda. Pero detrás del que manda hay alguien que manda más.

Pensé en los informes que había estado investigando, las teorías de la conspiración de Tatsu.

– Pero usted mismo ha investigado la corrupción en el PLD.

Entrecerró los ojos.

– ¿Cómo lo sabe?

Sonreí.

– Que hayamos perdido el contacto no significa que haya perdido el interés.

Le dio otra calada al cigarrillo.

– Sí, investigo la corrupción en el PLD -admitió mientras el humo le salía por los orificios nasales-. A Yamaoto le divierte. Cree que le beneficia. Y así sería si mis informes se tomaran en serio. Pero sólo Yamaoto decide cuándo debe perseguirse la corrupción -declaró con cierta amargura.

No pude evitar sonreír: el mismo cabrón artero que había conocido en Vietnam.

– Pero usted se ha hecho el muerto. Su verdadero objetivo es Yamaoto.

Se encogió de hombros.

– Ahora entiendo por qué quería ese disco -dije.

– Sabía que estaba metido en el caso, Rain-san. ¿Por qué no se puso en contacto conmigo?

– Tenía motivos para no hacerlo.

– ¿Sí?

– Midori -repliqué-. Si se lo hubiera entregado, Yamaoto seguiría pensando que no había aparecido y continuaría persiguiendo a Midori. La única manera de ponerla a salvo era que el contenido del disco se publicase.

– ¿Es ése el único motivo por el que no quiso contactar conmigo? -preguntó.

Le miré con cautela.

– No se me ocurre nada más. ¿Y a usted?

Su única respuesta fue la sonrisa apesadumbrada.

Caminamos un rato en silencio.

– ¿Cómo engatusó Yamaoto a Holtzer? -pregunté.

– Ofreciéndole lo que quieren todos los hombres.

– ¿Es decir?

– Poder, por supuesto. ¿Cómo cree que Holtzer ascendió tan rápido hasta convertirse en jefe de la oficina de Tokio?

– ¿Yamaoto le pasaba información?

– Por supuesto. Por lo que sé, al señor Holtzer se le ha dado muy bien camelarse a personas valiosas en Japón. Como jefe de la oficina de Tokio, ha sido responsable de la elaboración de ciertos informes críticos, especialmente sobre la corrupción en el gobierno japonés, de la cual Yamaoto es un experto, por supuesto.

– Por Dios, Tatsu, el nivel de la información de la que dispone asusta un poco.

– Lo que asusta es que esa información nunca me haya sido útil.

– ¿Holtzer sabe que están jugando con él?

Se encogió de hombros.

– Al principio, creía que estaba camelándose a Yamaoto. En cuanto supo que pasaba justo lo contrario, ¿qué opciones le quedaban? ¿Comunicarle a la CIA que las personas valiosas a las que había estado camelándose eran agentes enemigos, los informes invención tras invención? Eso habría supuesto el final de su carrera. La alternativa era mucho más agradable: trabajar para Yamaoto, que sigue pasándole información que convierte a Holtzer en una estrella. Y así Yamaoto tiene un topo dentro de la CIA.

«Holtzer, un topo -pensé, asqueado-. Debería habérmelo imaginado.»

– Holtzer me dijo que la CIA había estado camelándose a Kawamura, que Kawamura iba camino de la Agencia para entregar el disco cuando murió.