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Como explicación, aquella versión cuadraba tanto con los personajes como con los hechos conocidos, aparte de que explicaba la frialdad de Harry con Alice y conmigo cuando llamamos a su puerta para hablar sobre el asesinato. Su primer impulso había sido despedirnos a cajas destempladas, el segundo, negar que en ningún momento hubiera existido nada serio entre Duke y Barbara.

Si habíamos conseguido entrar, había sido gracias a Sally.

En cuanto a ésta, ¿qué se podía decir de ella?

Si en mi teoría había algo de verdad, a buen seguro que ella tenía también su parte de culpa. Sin embargo, había acudido en nuestra ayuda y nos había invitado a entrar cuando Harry ya nos había cerrado la puerta. Era evidente que existía tensión entre Harry y ella y que ésta se hizo más evidente cuando él salió de la habitación para ir a buscar bebidas y ella estuvo en un tris de revelarnos quién sabe qué cosa acerca de la relación entre Duke y Barbara. ¿Qué había dicho Sally cuando hablamos del juego de predicción del futuro, practicado con la manzana, y Barbara partió la última pepita, la del soldado? «Aquello la impresionó muchísimo. Como estaba embarazada y después de todo lo que había pasado… Entre nosotras dos no había secretos. Iban a casarse.» Y cuando yo, con todos los miramientos posibles, le había dicho que Duke tenía ya mujer y una hija en América, había dado la impresión de que no estaba enterada del hecho y había dicho: «No entiendes nada». ¡Pobre Sally! ¿Quería decir aquello que Harry no le había contado nunca la verdad?

Me hubiera gustado volver a hablar con ella.

No seguí en mis cavilaciones porque volvió Alice. Para contrariedad mía, se había vuelto a hacer la trenza, y tenía un aire más solemne que nunca. Y como un caso único en la experiencia que yo tenía de las mujeres, no había aprovechado la oportunidad de pasar por el lavabo para retocarse la pintura de los labios, lo cual no era nada alentador. De hecho, me indujo a prepararme para lo peor que, efectivamente, no tardó en llegar.

La chica se quedó estudiándome un momento, como si hubiera decidido de pronto que había que resolver algo entre nosotros y, finalmente, dijo:

– Esta noche me quedo aquí. Acabo de reservar una habitación individual arriba.

Con aire necio, conseguí articular:

– ¿Qué?

Esperó un momento a que me sosegase, mientras yo miraba las botellas de catchup, alineadas en el estante, todas con su depósito de sustancia roja y petrificada alrededor del tapón. Había que estar desesperado para decidir quedarse una noche en un lugar como aquél.

– ¡No me digas! ¿En este tugurio?

– En efecto.

– ¿Lo haces por mí? ¿He dicho algo que te ha molestado?

– Nada en particular.

– ¿Qué ocurre entonces?

En ese momento llegó la comida. Pescado reseco y patatas fritas medio crudas sin verdura ni acompañamiento de ningún género, todo ello dejado con brusquedad sobre la mesa y seguido de una de las botellas de catchup a las que antes hacía referencia.

Con todo la consideración de que fui capaz, dije:

– Alice, me gustaría saber de qué se trata.

Con los labios apretados, se quedó mirándome sin decir nada.

– No pienso dejarte en una pocilga como ésta si no me das una explicación coherente -añadí.

Apartó de sí el plato, cuya comida ni siquiera había tocado.

Desde el otro lado del abismo que se había abierto entre los dos, le dije:

– ¿No crees que tengo derecho a una explicación?

Algo que era alarmantemente afín al menosprecio cruzó por su rostro.

Sin embargo, yo no estaba dispuesto a arriar velas.

– Tiene relación con algo que me preguntaste antes, ¿no es verdad?

Por fin hubo una respuesta. Movió la cabeza afirmativamente.

– Con algo que ocurrió cuando subimos al desván del granero, ¿no?

Y ahora articuló la palabra:

– Sí.

Esto quería decir que volvíamos a trasladarnos a la violación.

Alice debió de ver la tensión de los músculos del rostro y, frunciendo los párpados, me lanzó una mirada de amonestación.

– ¿Ha habido algo que te hiciera pensar en esto? -le pregunté.

– Claro que sí, lo que Harry acaba de decirnos.

– ¿Harry? Ése miente más que habla.

Tras una pausa, como para dar más fuerza al sarcasmo, me preguntó:

– ¿Cómo has aprendido a ser un juez tan infalible, Theo? ¿Es intuición, un sexto sentido o se trata simplemente de que no confías en los yanquis?

– ¿En Harry? -pregunté con una sonrisa irónica.

– No, no sólo en Harry. Tampoco en mi padre.

– Yo confiaba en él.

– Pero no cuando decía cosas que tú no querías creer.

– ¿Como por ejemplo…?

– Como por ejemplo cuando hablaba de lo que sentía por Barbara. Entre ellos dos no hubo nunca nada serio.

– ¿Y cuándo lo dijo? -dije frunciendo el ceño.

– Ante el tribunal. Bajo juramento.

– Entonces yo estaba confundido.

– Theo, consta en las declaraciones. Lo he leído en uno de tus libros. Entre los dos no había nada serio. Lo dijo él.

– Depende de lo que tú consideres serio. Yo diría que el estado de la chica indicaba que allí había algo serio -comenté sin pensar dos veces lo que decía.

Se pasó la mano por el cabello y dijo con voz fría:

– ¿Ésa es la basura que tratabas de venderle a Harry? ¿Crees de verdad que mi padre dejó embarazada a Barbara?

Estaba en su pleno derecho a mostrarse a la defensiva en relación con Duke. Yo también quería a Duke y sabía que la verdad es dolorosa.

– Alguien fue el autor, Alice. Barbara no era una muchacha promiscua.

– No lo pongo en duda. Lo que sí discuto es que mi padre fuera el responsable.

Me recliné en el asiento.

– ¿Quién crees que era el responsable, entonces?

– Cliff Morton. Tú mismo me has dicho que Barbara estuvo con él.

– Yo sólo te he comentado los rumores que corrían en 1943.

Me incliné hacia adelante:

– Estaba embarazada de dos meses cuando murió a finales de noviembre. Salía con Duke desde septiembre.

Alice hizo chasquear la lengua, como si escucharme fuera una banalidad.

Yo, entretanto, mientras me llevaba a la boca unas patatas fritas blanquísimas y me dedicaba a masticarlas, dejé que reflexionara sobre lo que acababa de decir y, pasado un momento, añadí:

– Supongo que estás pensando en lo que te dije sobre el incidente de la huerta de manzanas, cuando despidieron a Morton. ¿Crees que la dejó embarazada en aquella ocasión? Es verdad que la chica estaba muy trastornada y lo mismo sus padres, que tenía señales de mordiscos en el cuello y en los hombros, pero de aquí a pensar que hubo unas relaciones sexuales completas hay una gran distancia. Todos habrían reaccionado de una manera mucho más seria. Y no sólo ellos, sino cualquiera. Pienso que hubo algunos escarceos en la hierba, unos cuantos besos robados al azar, pero no mucho más.

– ¿Con el consentimiento de Barbara?

Sentí que se me helaba la sangre.

– Por supuesto que no.

Las cejas de Alice asomaron por encima de sus gafas.

– ¿Y por qué no?

Estaba increíblemente lejos del blanco o es que simplemente trataba de pincharme. Tras decidir tomarme las cosas a la ligera, solté una risita, prácticamente inaudible.

– Porque lo despreciaba. Porque tenía mala fama. Porque no tenía un trabajo fijo. Porque se escabullía de sus deberes militares. Porque no era del gusto de la familia…