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– Dice que ella no sabía a dónde ir -le interrumpió Freeborn-. Winchester Avenue está muy lejos de la oficina de la Seguridad Social. ¿Cómo averiguó el camino?

– No lo averiguó, señor. Quizá siguió el río. Se ve el Kingsbrook si uno mira desde allá arriba por encima de los jardines. Melanie Akande disfrutaba con la vista mientras corría. Algún instinto llevó a Sojourner hacia el río, colina abajo, quizá sabía que casi siempre hay ciudades junto a los ríos. Su instinto la llevó a Glebe Road y encontró a Oni Johnson que le indicó cómo llegar a la oficina de la Seguridad Social. El resto usted ya lo sabe. Siguió a Annette hasta su casa y, al no conseguir de ella la ayuda que esperaba, no le quedó otra elección que la de regresar por donde había venido.

– Es una pena que Annette no la enviara a nosotros -dijo Freeborn.

El comentario de siempre, pensó Wexford, aunque desde luego no lo manifestó.

– La muchacha no regresó a casa de inmediato o quizá tardó en encontrar el camino de vuelta. En cualquier caso, no llegó hasta después de que Susan Riding y Sophie salieran. Podemos suponer que ella entró por la parte de atrás y permaneció en su cuarto, donde la encontró Swithun Riding.

»No digo que él planeara matarla -prosiguió el inspector jefe-. No parece haber ningún motivo. Él le preguntó dónde había estado y cuando ella se lo dijo, Riding quiso saber si había hablado con alguien. Sí, con la mujer que cruzaba a los niños en la escuela y con la otra mujer del lugar donde daban trabajos o te daban dinero. ¿Cómo se llamaba y dónde vivía? La muchacha se lo dijo y fue el acabóse. La hija de Riding describió sus ataques de furia. Se puso como un loco y la atacó con los puños. Mike conoce en carne propia el efecto de sus puñetazos y ella era poco más que una chiquilla, delgada y frágil. Apenas si la alimentaban. Así y todo, ella no murió a consecuencia de los puñetazos sino de un golpe en la cabeza contra las rejas de la ventana. Cuando uno ve aquel cuarto sabe cómo ocurrió.

– Entonces buscó a su hijo para que le ayudara con el cadáver -intervino Burden-. El joven Christopher llevó el cuerpo al bosque de Framhurst y lo enterró, ¿no es así?

– Eso fue cuando supuestamente él llevaba a su esclava a Heathrow. Dudo que supiera dónde enterrarla, así que sencillamente condujo por el campo hasta encontrar un lugar adecuado. No hay mucho tráfico en aquella carretera y sólo tuvo que esperar a que se hiciera de noche.

– ¿Y después Riding decidió qué hacer con Annette y Oni?

– No creo que tuviera la intención de hacerle nada a Oni. Después de todo, la vinculación con Oni era muy marginal. Oni no iría a la policía, no tema nada que contar, pero Annette era otra cosa. Seguramente debió volverse loco pensando qué le había contado Sojourner a Annette. Aquella noche no debió pegar ojo. Al día siguiente, instantes después de la llamada de Annette a la oficina de la Seguridad Social un hombre llamó y preguntó por ella. Ingrid Pamber pensó que era Snow pero se equivocaba, era Riding. Y cuando escuchó la respuesta se sintió un poco más tranquilo. Annette estaba enferma.

– ¿Cómo se enteró del nombre? -preguntó Freeborn.

– Sojourner lo sacó de la placa encima del timbre en Ladyhall Court. El paso siguiente de Riding fue buscar a Zack Nelson. Verá, Nelson le debía un favor. Riding, fue el cirujano que operó al hijo de Zack cuando descubrieron que el niño tenía una malformación en el corazón a las pocas semanas de nacer. Sin duda, Nelson debió formularle un montón de promesas extravagantes. «Si alguna vez necesita alguna cosa, doctor, lo que sea y cuando sea, no tiene más que pedírmelo», ya sabe, ese tipo de cosas.

»Zack también necesitaba dinero. Necesitaba una casa para alojar a su compañera y al niño. Pero Zack metió la pata, dejó que Percy Hammond le viera la cara y tuvo que volver siguiendo las instrucciones de Riding para cometer un delito de menor importancia: el robo. Sabía que le acusarían por robo, quería que le condenaran por robo, y a cambio de lo que había hecho logró que Riding depositara el dinero en la cuenta abierta a nombre de Kimberley Pearson.

»Por lo tanto, todo indicaba que Riding y su hijo se habían salido con la suya, hasta que nuestro lampista en paro y buscador de tesoros desenterró el cadáver. Incluso entonces Riding tenía muy claro que nadie sabía quién era Sojourner. El pánico le entró mientras recogía a su hija pequeña delante de la escuela Thomas Proctor y vio como me acercaba a Oni Johnson.

»Vi el Range Rover cuando se marchaba de la escuela el día que atacaron a Oni, pero desde luego no lo relacioné. Yo quería hablar con su hijo Raffy, no con la madre. Riding llegó a Castlegate mucho antes que ella, o quizá fue su hijo: Christopher también pudo verme porque estaba allí con el Escort rosa de los Epson, para recoger al niño de la familia. Por cierto, aunque resulte desagradable pensarlo, creo que Christopher siguió a Melanie a Stowerton aquella vez anterior porque le había cogido el gusto a las muchachas negras, le atraían las muchachas negras. Por fortuna para ella, a Melanie no le gustaba Christopher y sin duda él tenía miedo de intentar violar a una mujer joven, libre e independiente.

»Todavía no sé cuál de los dos atentó contra la vida de Oni. Ya lo averiguaremos. Si sé que Riding entró al día siguiente en la unidad de cuidados intensivos y, con muy poco tiempo o privacidad a su disposición, arrancó la cánula del brazo de Oni. No funcionó, pero lo intentó.

– ¿Quién recogió a la niña de los Riding en la escuela el día que escapó Sojourner? -reflexionó Burden, en voz alta-. Es obvio que ni Riding ni la esposa. Probablemente un amigo, supongo que tenían montado un sistema de turnos. Porque si él o la mujer hubieran estado allí habrían visto a Sojourner antes de que hablara con Oni y se pusiera en contacto con Annette, y nada de todo esto hubiese ocurrido. ¿Me pregunto si él pensará en eso ahora?

Freeborn, que se acabó el resto de la jarra de un solo trago, preguntó irritado:

– ¿Sojourner, por qué la llaman así? ¿Qué significa?

– No me gustaba señorita X. No teníamos un nombre.

– Bueno, supongo que ahora lo saben, ¿no?

– Sí -contestó Wexford-. Ahora lo sé. Pero si tenía un apellido nadie lo recuerda. Sophie nunca olvidó el primer nombre que ella mencionó cuando la trajo aquel hombre que murió, en cambio los demás lo olvidaron. Se llamaba Simisola. -El inspector jefe se levantó-. ¿Nos vamos?

Ruth Rendell

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