Выбрать главу

– Vivo en un apartamento de un dormitorio. A veces, si tengo suerte y presto mucha atención, capto los sonidos de la tormenta en la noche. De lo contrario, se pierden en el ruido ensordecedor de los cláxones y los coches.

Logan cerró los ojos y la imaginó sola en la cama, desnuda encima de las sábanas, escuchando la palpitante lluvia al golpear contra la ventana.

La bajó al suelo despacio, luego la siguió, sintiendo sus pechos aplastados contra él y las duras cumbres de sus pezones rozarle el torso.

Mantuvo su mirada mientras sus cuerpos se tocaban y chocaban, dominados por una necesidad que todavía había que satisfacer.

– Dios, qué agradable es tu contacto -le apretó más la cintura. El asentimiento de ella se pareció más a un ronroneo complacido-. ¿Qué? -le pasó los dedos por el pelo-. ¿Qué quieres? -preguntó, resistiendo el impulso de probar sus labios húmedos hasta oírle decir que sentía lo mismo que él.

Las manos de ella le aferraron los hombros hasta que las uñas se clavaron en su piel por encima de la camiseta.

– Quiero que me hagas el amor. Quiero sentirte dentro de mí, que me empujes hasta el borde del precipicio con la fuerza con que cae la lluvia fuera. Quiero…

Logan no quiso oír más. Le tapó los labios con los suyos y la probó, bebiéndola, necesitando todo lo que estaba dispuesta a dar. Y el gemido que soltó le indicó que también Catherine lo necesitaba. No había tenido la intención de que las cosas se descontrolaran tanto con tanta rapidez, pero la tempestad de deseo que se agitaba dentro de él no aceptaba razones.

El tronco inferior de Catherine se arqueó contra él, suplicándole más. Él le quitó la camiseta del chándal y la arrojó al suelo.

Bajó la vista y contuvo el aliento. Unos montículos redondos se erguían por encima de un delicado sujetador de color crema. Los pezones empujaban tensos contra su confinamiento. Lo que había percibido antes no le había hecho justicia a lo que veía en ese momento.

Respiró hondo y siguió el contorno de un seno al tiempo que bajaba la boca y capturaba uno de los incitadores pezones con los labios.

Ella arqueó la espalda y gimió de placer. Era evidente que lo deseaba.

Logan acercó sus caras a centímetros de distancia y Catherine le enmarcó las mejillas con las manos y le tapó la boca con los labios.

El beso no comenzó suave. Con el deseo creciendo durante toda la noche, experimentaban una necesidad demasiado urgente para poder contenerla. Los labios de ella eran suaves y cálidos, húmedos al abrirse al encuentro de su lengua. Él la invadió y sintió que estaba en el cielo. Y como había sabido en todo momento, una prueba no era suficiente.

Ciñó su cintura desnuda con las manos y la pegó más con el anhelo de sentir la piel encendida contra la suya, aunque la camiseta le impidió tenerla tan cerca como deseaba.

– Espera -murmuró ella-. Permíteme.

Logan se echó para atrás y Catherine le quitó la camiseta por la cabeza. Los dedos suaves le rozaron la piel del torso. Alzó las manos por sus costados y con los dedos jugó con sus tetillas.

Él soltó el aire. El modo en que podía hacer que su cuerpo reaccionara con un simple contacto desafiaba toda lógica. La erección palpitaba contra la tela de los vaqueros, más dura e insistente con cada segundo que pasaba. Debía recuperar una semblanza de control.

– No sé si me gusta la sonrisa que veo en tu cara -aventuró Catherine.

– Sin embargo, estoy convencido de que te va a encantar.

Con dedos firmes, teniendo en cuenta las circunstancias, desató el lazo que sujetaba los pantalones del chándal y observó con placer mientras se los quitaba. Las braguitas de encaje hacían juego con el sujetador. El diminuto trozo de tela y lo que insinuaba debajo le resecó la boca.

Ahí se iba el tan ansiado control. Logan se puso de pie y antes de que ella pudiera cuestionarlo, la ayudó a incorporarse y volvió a tomarla en brazos.

– No deberías hacer que se convirtiera en una costumbre. Me malcriarás.

– ¿Y eso es malo?

– ¿Qué vas a hacer esta vez? -rió ella al tiempo que le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

Logan lo experimentó hasta su inflamada erección y gimió. Intentó soslayar la sensación del cuerpo exuberante que se moldeaba al suyo o experimentaría la máxima satisfacción allí mismo, algo que ninguno de los dos querría. Pero su piel suave, sus curvas marcadas y el calor de su cuerpo pusieron a prueba la fortaleza de su carácter.

Antes de que ella pudiera continuar, la depositó en el sofá y se arrodilló entre sus piernas. Catherine supo cuál era su intención. Y de pronto ya no fue tan valiente.

– ¿Sabes, Logan…? -las manos de él se cerraron en torno a sus muslos. El calor encendido subió por su cuerpo a la velocidad de la luz.

– ¿Sabes, Cat…? -se detuvo y le obsequió una sonrisa sexy-. No estoy seguro de que quieras discutir conmigo ahora -al hablar las palmas de sus manos se adelantaron y sus dedos se acercaron hasta el borde de las braguitas.

Ella soltó el aire contenido. Todos los pensamientos racionales y el deseo de hablar la abandonaron al sentir su mano. Sólo estaba abierta a las sensaciones, al contacto de su piel casi desnuda sobre el cuero mientras él la hacía bajar con delicadeza. Y a los dardos al rojo vivo que la atravesaban con creciente intensidad. Todo lo que le hacía era estupendo.

Y cuando la lamió por encima del exiguo triángulo se entregó a la locura que la engulló. Las restantes inhibiciones se desvanecieron como si jamás hubieran existido. Se rindió a las caricias lentas y prolongadas de su lengua, que la dejaban ansiando y suplicando más.

Como por propia voluntad sus caderas se alzaron. Él le quitó las braguitas con su ayuda… cualquier cosa con tal de satisfacer esa palpitante necesidad. Logan pareció comprenderlo. Después de arrojar la ropa interior al suelo, se concentró otra vez en Catherine y le introdujo un dedo. Ella sintió que estaba húmeda. Un dedo entraba y salía mientras el pulgar se ocupaba de su zona más sensible. Los temblores comenzaron en oleadas pequeñas y continuaron hasta sumirla en unas convulsiones acaloradas.

Y eso aún no bastaba. Lo quería con y dentro de ella para el glorioso viaje. Quería verlo perder el control tal como le había sucedido a ella. Tenía que saber que le afectaba más allá de la necesidad física.

Con dificultad, Catherine alzó la cabeza del sofá y lo miró a los ojos. El deseo ardía en las profundidades marrones con más pasión y oscuridad que nada de lo que había visto hasta entonces.

Logan se puso de pie y la ayudó a incorporarse. Pasó el dedo pulgar por su labio inferior.

– Quiero más, Cat.

– Yo también.

– Y sé que podríamos tener más que una noche, Catherine.

No podía creerle, no más que creer en el ratoncito Pérez. Sus dientes de leche ni siquiera le habían reportado un centavo de pequeña. Tampoco lo conseguirían unos deseos que no conducían a ninguna parte.

– Vivimos en mundos separados -le recordó.

– ¿Llamas mundos separados a esto? -con el brazo abarcó la pequeña cabaña que tan importante era para ella ya.

Catherine abrió la boca para discutirlo y no fue capaz. Aunque la desaprobación del juez aún seguía en un rincón de su cerebro, trató de olvidarla. Logan era un hombre independiente. No podía vivir en esa casa, trabajar para la oficina del defensor público, vivir de su sueldo y ser otra cosa.

Si decía que tenían una oportunidad, le creería. Después de todo, ¿cómo podían herirla las diferencias de clase cuando él no creía en ellas?

No estaba acostumbrada a entregar su fe y su corazón con facilidad, pero Logan hacía que fuera tan sencillo… Entonces le tomó la cintura con las manos. Unos músculos encendidos palpitaron bajo las yemas, provocando una respuesta en su interior, en zonas que él ya había amado de forma exhaustiva.

Miró sus ojos cálidos. No podía darle menos que la verdad.