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– Para mí esto es convertir en realidad mis sueños.

Con un gemido ronco, volvió a alzarla en vilo, aunque en esa ocasión ella no protestó cuando se encontró tumbada en la alfombra delante de la chimenea. Logan se quitó los vaqueros. Llevaba unos calzoncillos blancos clásicos, aunque nada podía parecer corriente en un hombre con ese físico. Hombros anchos, estómago liso y piel bronceada; era un espécimen perfecto de varón hasta la protuberancia que le era imposible soslayar, aunque lo quisiera.

Él se llevó las manos a la banda elástica de los calzoncillos y sin apartar los ojos de ella los bajó hasta quedar desnudo; luego se tumbó a su lado. La dureza de su erección presionó el muslo de Catherine.

Si eso era lo que se sentía al creer que existía una oportunidad para ellos, de pronto fue feliz por haber abierto su mente a esa posibilidad.

– Sólo acabo de empezar -manifestó él.

– ¿Qué? -preguntó Catherine.

– En hacer realidad todos esos sueños.

– Haces que piense que todo es posible -murmuró ella.

Logan cambió de posición y se situó encima. Con los brazos evitó que su cuerpo la aplastara, pero la parte inferior de sus troncos encajaba a la perfección. Su erección, ardiente y pesada, se acomodó entre la V de sus piernas.

– Porque lo es -afirmó él.

Los párpados de Catherine se cerraron y dejó escapar un gemido suave. Logan estuvo a punto de llegar al éxtasis en ese momento, pero no creyó que fuera eso lo que ella tuviera en mente. Además, le había prometido convertir sus sueños en realidad. Al diablo los suyos.

Con una mano le cubrió un pecho. Encajaba a la perfección. Su piel era tersa, en contraste directo con el pezón rígido. Jugó y disfrutó con la plenitud de su carne. Con los dedos pulgar e índice apretó el pezón duro, tiró y presionó hasta que se retorció debajo de él.

Contempló su rostro. Le dio un beso en la punta de la nariz y luego hizo lo mismo con su pecho.

– ¿Quién provoca ahora? -preguntó ella con voz trémula.

Logan respondió pasando la lengua en círculo alrededor de la piel blanca del seno y se detuvo sólo después de lamerle el pezón. Alzó la cabeza y sonrió.

– ¿Te quejas?

– Únicamente de que no estés todavía dentro de mí.

– Esa no es una queja, es una petición.

– Tómalo como quieras -suspiró con una sonrisa al tiempo que levantaba las caderas.

Logan no supo si adrede o involuntariamente en respuesta al deseo puro. Tampoco le importó.

Solo sabía que había llegado el momento. Trasladó su atención de los pechos a la zona cálida y húmeda entre sus piernas. No le sorprendió descubrirla mojada por la necesidad, encendida por el mismo anhelo palpitante que quemaba sus propias entrañas. Era el mismo deseo que se convirtió en un infierno de llamas en cuanto posó la vista en la hermosa camarera. Tenía la certeza de que no se sentiría satisfecho con una única noche de abandono. Aunque su cuerpo quedara saciado por el momento, sabía que ansiaría más de ella.

Se separó lo suficiente para meter la mano en el bolsillo de los vaqueros y sacar el preservativo que, por las dudas, había guardado antes. Por si era lo bastante afortunado como para pasar un rato con esa mujer.

Incapaz de aguardar otro segundo, la penetró.

Catherine se sintió llena y satisfecha. Logan entrelazó las manos con las de ella y las alzó por encima de la cabeza. El movimiento de unión ancló sus cuerpos hasta que no sólo estuvieron juntos, sino que fueron una sola persona. Esos pensamientos únicamente podían conducir al dolor y al desastre, pero con los ojos de Logan clavados en ella, era incapaz de tener pensamientos negativos.

De hecho, ni siquiera era capaz de pensar. Los labios de él le cubrieron los suyos en un beso tan apasionado y prometedor como el calor que emanaba de sus cuerpos. Los dos comenzaron un movimiento más dulce que rápido, más reverente que frenético. Catherine no fue capaz de recordar si ya había hecho el amor con anterioridad. Porque cualquier cosa inferior a eso sólo era sexo, y lo que realizaba en ese momento era mucho más.

Le soltó las manos y las apoyó a cada lado de sus hombros.

– Mírame.

Ella obedeció y vislumbró una necesidad tan descarnada, tan expuesta, que se dejó arrastrar por ella. Las palabras le fallaron, pero no las emociones. Había absorbido su alma.

Con cada movimiento deslizante, Logan penetraba más. Con cada embestida ella notaba los bordes más ásperos de su erección y una fricción casi insoportable.

Cerró los párpados. Él los besó hasta que volvió a abrirlos y entonces inició un ritmo que ella jamás había experimentado. Creó una agonía tan prolongada y exquisita que Catherine quiso gritar pidiéndole más rapidez y fuerza. Pero, cuando Logan respondió a su ruego silencioso, se perdió la intimidad que acababan de compartir.

Justo cuando estaba a punto de caer por el precipicio, él aminoró las embestidas hasta que ella volvió a suplicar. Pero Logan tenía el control y no quería ceder. No pensaba dejar que aconteciera con rapidez. No pensaba dejar que fuera una experiencia que pudiera olvidar pronto.

– Abre los ojos.

Catherine no se había dado cuenta de que los había cerrado.

– ¿Qué quieres de mí? -inquirió.

– Todo.

Y entonces penetró tan hondo que ella tuvo la certeza de que se habían unido para la eternidad. Alzó las caderas para permitirle un acceso más pleno y profundo, potenciando el placer que sentía.

No fue capaz de apartar la vista de su mirada magnética. Sin duda era lo que él quería y el clímax le llegó sin advertencia previa, una marejada más allá de su control.

El cuerpo de Logan aún se sacudía. Dudó que pudiera volver a respirar con normalidad. Se hizo a un lado y miró a Cat, que parecía tan ahíta como él. Tenía las mejillas sonrojadas, los ojos pesados y la respiración rápida y entrecortada.

Estiró los brazos por encima de la cabeza. De inmediato descubrió que fue un enorme error estratégico. Catherine rodó hasta quedar de espaldas y alejarse de su contacto físico. Eso le despejó la mente de inmediato.

Si necesitaba distancia, lo respetaba. Pero no hasta que comprendiera algunas cosas. Nunca antes se había perdido a sí mismo con otra persona y percibía que a ella le pasaba lo mismo. Cerró la distancia que los separaba y la rodeó con el brazo.

No se apartó; de hecho, lo sorprendió al arrebujarse contra su cuerpo.

– Ha sido increíble -susurró Logan en su oído.

– Devastador -convino Cat.

Él esperó que se refiriera tanto a la emoción involucrada como al acto en sí. Aguardó unos momentos pero Cat no volvió a hablar. Al parecer necesitaba espacio. Sus siguientes palabras lo confirmaron.

– Empieza a hacer frío aquí, ¿no crees?

– Yo tengo bastante calor -le acarició el cuello con la nariz.

– Ya sabes a qué me refiero -su risa sonó más relajada.

– Te diré lo que haremos. Deja que apague el fuego y podremos ir al dormitorio -contuvo el aliento. Después de la intimidad que acababan de compartir, no era momento de decir que pensaba dormir en el sofá.

– Me parece bien -asintió ella.

Se incorporó y recogió los vaqueros antes de agacharse junto al fuego. No resultó fácil sabiendo que la tenía desnuda a su espalda, pero de algún modo lo consiguió.

Temía que, a la mínima oportunidad, ella huyera de lo que habían compartido en vez de encararlo. Al fin había encontrado a una mujer a la que le gustaba todo lo que era real en su vida y nada de lo que estaba relacionado con la riqueza o la posición social de los Montgomery.

Si dependiera de él, no pensaba dejar que se marchara a ninguna parte.

Capítulo 7

Catherine despertó con los rayos de sol que entraban por la ventana. La ventana de Logan, el dormitorio de Logan. Miró a un lado, pero la cama estaba vacía. Oyó de fondo el sonido de la ducha. Se relajó. Cada músculo de su cuerpo le recordaba la noche pasada. Y hubo de reconocer que se sentía bien.