– Una hora. Es mucho tiempo.
Logan bajó la cabeza y capturó su boca en un beso prolongado y embriagador. Mientras introducía la lengua, las manos le acariciaron los pechos y los pezones erguidos. Sin advertencia previa, las caderas de ella se pegaron a las suyas, incitaron su tensa erección y pusieron a prueba su tenue control.
Cortar para respirar no resultó fácil, pero tuvo que hacerlo si quería que volvieran a la cabaña.
– No sé si con una hora bastará. No para lo que tengo en mente.
– ¿Y qué es? -preguntó con ojos llenos de deseo.
– Corre conmigo a la casa y lo descubrirás -le tomó la mano.
Debía de estar loca. Ese hombre que le apretaba la mano con tanta fuerza, que la acariciaba con la mirada, con palabras… Confiaba en él. Y si su madre había creído en su padre… bueno, Thomas Luck no se parecía en nada a Logan Montgomery. Su padre no era un hombre trabajador, leal, recto. No había nadie más desconfiado que las hermanas Luck, pero hasta Kayla había creído en última instancia en un hombre. En el amor. En el futuro.
Quizá ya era hora de que ella hiciera lo mismo.
Corrió con él por la larga extensión de playa. El viento le agitaba el cabello y con cada inhalación respiraba el aroma salado del aire. Una vez que había abierto tanto el corazón como la mente a las posibilidades, todo ante ella parecía nuevo.
Cuando llegaron a la cabaña, Catherine se hallaba sin aliento y reía. Calló al ver el fuego que aún ardía en los ojos de Logan. La intensidad fue contagiosa y sintió que en su interior estallaba una conflagración. El corazón comenzó a martillearle con fuerza.
– Cat -dijo con voz ronca. La tomó por la cintura, subiéndole la camisa por los muslos. Riendo, ella alargó una mano… y entonces un fogonazo brilló ante sus ojos. No estaban solos-. ¿Qué diablos? -Logan reaccionó primero y la protegió detrás de su cuerpo, apartándola de la vista.
Considerando su estado de desnudez, Catherine apreció su caballerosidad, pero ya habían sacado la foto y el gesto llegaba demasiado tarde.
– Señor Montgomery, he venido para reunirme con usted y sus partidarios cuando anuncie su candidatura a alcalde de Hampshire -la reportera miró su reloj-. Pensé que la conferencia de prensa era a las diez, pero…
– ¿Conferencia de prensa? -repitió Catherine, saliendo del escudo que le proporcionaba el cuerpo de Logan.
– Sí. El juez Montgomery dijo que era a las diez, aunque quizá esté equivocada.
– ¿Importaría eso? -musitó él-. Acaba de obtener su primicia.
Catherine bajó el borde de la camisa de Logan. Apenas le cubría los muslos y nunca se había sentido tan vulnerable y expuesta.
– ¿Ha dicho que la conferencia de prensa estaba preparada? -incluso al formular la pregunta sintió que el corazón se le helaba.
– Desde la pasada semana. ¿Y usted es…?
– Averígüelo por su propia cuenta -cortó Logan, que se volvió hacia Catherine-. Vayamos dentro. Necesitamos hablar.
– No estoy segura de que haya algo de que hablar -le habría gustado tragar saliva, pero tenía la boca demasiado seca.
– ¿Podemos discutirlo en privado? -señaló a la reportera ansiosa y al fotógrafo que la acompañaba.
Sin mirar hacia ellos, caminó por delante de él en dirección a la seguridad de la casa.
En cuanto la puerta se cerró a su espalda, él le tomó la mano.
– Cat…
– Preferiría que no lo hicieras.
– ¿Tocarte o darte una explicación? -ella se volvió para mirarlo. Quizá leyó la expresión en su cara, porque ocultó la suya propia detrás de una máscara indescifrable-. Doy por hecho que ambas cosas -en sus ojos centellearon el dolor y la traición porque Catherine no le brindara la oportunidad de aclarar las cosas.
– No estoy segura de que una explicación supusiera alguna diferencia -repuso ella. Su corazón, que hasta entonces había sido cálido como el sol, se heló.
Ella no entendía ese tipo de vida, ni creía que pudiera acostumbrarse a estar ante el ojo público. Acosada por la prensa. Sorprendida en diversos grados de desnudez.
– Bueno, es una lástima, porque vas a escuchar. Después de todo lo que ha habido entre nosotros, me lo debes.
– Te escucho -asintió.
– Tal como yo veo las cosas, el juez orquestó una reunión aquí con la prensa porque tenía la certeza de que no pensaba aparecer en el sitio designado por él. Como no sabe nada de ti… de nosotros… considero que esto no es más que una lamentable coincidencia.
De hecho, era la peor pesadilla de Logan, pero en ese momento Catherine no parecía demasiado receptiva a sus sentimientos. No cuando los suyos estaban tan heridos y a flor de piel. La comprendía, pero él también tenía corazón, y al soslayar su intento de explicación, lo pisoteaba.
Ella suspiró y tiró del bajo de la camisa. Logan comprendía la humillación que sentía. Y todo por él. Demonios, recurriría a su fideicomiso si el dinero pudiera impedir que se publicara la foto. Pero no era así. Para los buitres una noticia suculenta valía más que cualquier cantidad de dinero.
– Percibo la manipulación de tu padre en todo esto y lamento que aún intente controlarte -el dolor danzó en sus ojos junto con lo que parecía resignación-. Pero no sé si podré soportar ser carnaza para la prensa -bajó la vista a sus piernas desnudas y recordó que la camisa estaba por encima de las braguitas cuando se sacó la foto.
– Cat…
– También creo ver la mano de tu abuela en esto. Nos encerró en un cuarto para abrigos y me envió cosas calculadas para hacer que me ena… que cayera en tus brazos.
Él enarcó una ceja ante el desliz. Eso sí que era algo en lo que le gustaría profundizar. Y también el posible papel desempeñado por su abuela en toda la situación. No se le escapó que habría podido ser Emma quien hubiera sugerido ese escenario.
Pero aún no estaba dispuesto a ceder ante Emma.
– Reconozco que ella tenía sus propios planes. Incluso te lo mencioné el otro día. Pero tenderte una trampa jamás figuró entre ellos.
A pesar de todos sus defectos, la anciana tenía un gran corazón y era obvio que Catherine le importaba. Logan no tuvo más opción que hacer un acto de fe y creer en la integridad de Emma. De lo contrario, todo lo bueno de su infancia y su vida se habría basado en otra ilusión.
Catherine cruzó los brazos.
– No importa que sean Emma o tu padre los que han convocado la rueda de prensa. Solo quiero largarme de aquí antes de que esto se convierta en un circo periodístico.
Él soltó un juramento, inseguro de cuáles eran los sentimientos de Catherine detrás de la barrera que había erigido. No disponía de tiempo para averiguarlo porque ella tenía razón. Debía sacarla de allí a toda velocidad.
Un vistazo por la ventana reveló que un sedán negro entraba hasta la parte frontal de la casa. Como de costumbre, la llegada de su padre era oportuna y nada bienvenida. Se pasó la mano por los ojos y gimió.
Esperó que contemplar su realidad le hiciera abrir los ojos al juez. Se sentía irritado; a pesar de insistir en ser un hombre independiente, aún manejaban sus hilos como si fuera una maldita marioneta.
Pero iba a parar. Y ese mismo día.
Ira y frustración palpitaron en su interior, tan fuertes como el deseo que había sentido unos momentos antes. Lo último que quería era brindarle a Catherine un camino para que saliera de su vida. Pero se lo debía. Si esperaba recuperar en algún momento el corazón que tanto le había costado ganar, debía dejarla partir.
Recogió las llaves del jeep.
– Está aparcado justo al otro lado de la puerta. Sal y no hables con nadie. No contestes ninguna pregunta. Métete en el vehículo, da la vuelta alrededor de cualquiera que haya llegado y sigue conduciendo.
– Gracias -dijo con ojos tristes.