– Ninguna publicidad es mala publicidad -musitó ella. Apoyó la cabeza en las manos y contempló cómo su vida quedaba a merced de los rumores, la especulación y el ridículo.
No era inmune al bochorno. Y sospechaba que tampoco lo era su hermana, embarazada y emocionalmente vulnerable.
– Las hermanas Luck son más conocidas por el escándalo de un negocio que heredaron, una escuela de protocolo para hombres que resultó ser una tapadera para un entramado de prostitución con vínculos con el crimen organizado…
«Santo cielo, ¿qué iban a sacar a continuación?»
– … Y, con su pasado de clase trabajadora, Catherine Luck no es la mujer que una esperaría ver con Logan Montgomery. Aunque una aventura en la playa es muy distinto de un compromiso de por vida…
– Apáguela, por favor -no era capaz de soportar más.
El camarero la miró y obedeció.
Catherine intentó respirar, pero el corazón le latía tan deprisa que creyó que el pecho le iba a estallar. Pensar era casi imposible, pero se obligó a concentrarse y su primer pensamiento coherente fue para Kayla. Reposo en cama y un embarazo de alto riesgo. Debía comprobar cómo estaba su hermana.
Si había visto las noticias, tenía que minimizar el daño. Si no era así, entonces quería ser ella quien le contara el último escándalo. Y también a Kane.
Recogió el bolso y salió al exterior. Hasta que no se hubiera cerciorado de que Kayla se hallaba bien, no pensaría en las ramificaciones para su propia persona. Aunque, mientras jugueteaba con el anillo de plástico, llegó a la conclusión de que debería hacerlo pronto.
Por no mencionar las ramificaciones para su relación con Logan.
– No contesta al teléfono, pero apuesto que está -Logan soltó un juramento frustrado.
– No me gusta esto -Emma iba de un lado a otro sobre el linóleo de su despacho.
Había llegado poco después que él, compartido un café y comentado las noticias. Con las burlas de sus amigos y colegas, agradeció su apoyo.
– A mí tampoco me gusta -convino.
– Llámala de nuevo.
– Llevo llamándola cada hora desde anoche.
Catherine no había contestado ni devuelto las llamadas. Y no creía que estuviera ocupada.
La vida otrora solitaria de Logan se había convertido en un desastre. Catherine, la única mujer de la que se había enamorado, era la única mujer que debía ser sometida a las indignidades de la prensa. La foto había pasado de un diario a otro y de un noticiero a otro en un tiempo récord.
Alzó el auricular y volvió a marcar.
– ¿Ya ha empezado el parto? -para sorpresa de él, la voz preocupada de Catherine había respondido a la primera llamada.
– ¿Cat?
– Logan.
– Esperabas que fuera Kane -no le costó adivinarlo.
– Sí -tras una breve pausa, continuó-: Para serte sincera, no es un buen momento.
– Los chismes apestan, Cat, pero no tienen nada que ver con nosotros -oyó un pitido y supo que ella tenía otra llamada. Soltó una maldición.
– ¿Qué ha dicho? -inquirió Emma, acercándose demasiado al auricular.
La apartó con un gesto y la anciana fue a sentarse obediente. Una cosa positiva que había surgido de ese fiasco era la dignidad y el respeto que su abuela había empezado a dispensarle a su vida privada.
– He de colgar -indicó Catherine.
– Atiende la llamada y vuelve a conectar conmigo. Esperaré -sabía lo importante que era su hermana en la vida de Catherine.
– No puedo pensar en mí misma ahora.
La cuestión era si pensaría en ellos más adelante o aprovecharía el tiempo para alejarse más. Respiró hondo. No le quedaba otra alternativa que aprovechar la oportunidad cuando se le presentaba.
– Entonces piensa en esto. Te amo.
El jadeo que emitió ella se vio cortado por la insistencia de la otra llamada.
– No puedo ahora. Lo siento. Adiós, Logan.
– Piensa en ello, Cat.
– No puedo -la llamada volvió a interferir-. Voy a colgar -anunció antes de interrumpir la conexión.
Bufó lleno de frustración ante el uso que le había dado a la táctica de Emma y colgó con un nudo en el estómago.
– Irás tras ella, ¿verdad? Porque se me ocurre una idea. Podemos…
– Olvídalo, abuela. Yo me ocuparé del asunto.
– Perfecto, deja a una anciana fuera de la diversión. Niégame el júbilo de mi vida -soltó un suspiro dolido.
– Sobrevivirás -puso los ojos en blanco.
– Bueno. Tengo un coche que me espera.
– Te acompañaré al ascensor -dijo Logan.
– No hace falta. Primero quiero beber un poco de agua.
– Te quiero, abuela -sonrió.
– Yo también te quiero. Y lo mismo le sucede a Catherine -la abuela le dio un beso en la mejilla-. Aunque no te lo diga.
– Eres demasiado perceptiva, inteligente y entrometida para mi propio bien -sacudió la cabeza.
– Ah, pero condimento tu vida.
– Eso es verdad.
Observó su marcha elegante y oyó su voz mientras se mezclaba con el personal de la oficina. Saber que ya no se iba a meter en su vida le dio tiempo para pensar en Cat.
«Entonces piensa en esto. Te amo», le había dicho. No le importaba brindarle su corazón, pero si ella quería aceptarlo, tendría que ir a buscarlo.
Kayla y Kane habían tenido un niño. Catherine estiró las piernas en el sillón de plástico de la sala de espera del hospital.
Echó la cabeza hacia atrás y respiró hondo por primera vez en lo que parecían horas.
Su hermana ya tenía una familia propia, una en la que ella no estaba incluida. Desde luego que jamás la excluirían, y pensaba ser la mejor tía del mundo, pero no formaba parte de su familia inmediata.
¿Por qué eso la molestaba tanto? ¿Desde cuándo anhelaba más de una vida que había considerado que la hacía feliz?
Desde que conoció a Logan. Él le había hecho creer que podía tenerlo todo en la vida, incluso a un hombre de una familia rica.
Se irguió, comprendiendo que pensaba aceptar el desafío. Una vida nueva significaba posibilidades nuevas. Catherine podía aprender de eso. No estaba definida por su pasado. Sí, procedía de un entorno pobre, pero lo había superado. El juez también tendría que hacerlo, porque ella no iba a desaparecer.
Quería todas las cosas de la vida que su hermana había encontrado, y estaba decidida a obtenerlas. El corazón le aleteó al recordar sus palabras inesperadas.
«Te amo».
Bueno, también ella lo amaba y se lo iba a demostrar.
– … Los cargos contra el acusado se levantan. Se cierra el caso -el juez hizo sonar el mazo y salió del tribunal.
Después de estrechar la mano de su feliz cliente, Logan suspiró de alivio. Ese caso infernal se había terminado.
Guardó los papeles en el maletín. Sus pensamientos volvieron a centrarse en Catherine, de quien no había oído palabra alguna.
Logan era comprensivo como cualquiera, pero había descubierto algo sobre sí mismo. El deseo de ser su perrito faldero tenía un límite. Había sido flexible hasta donde se lo permitía su integridad.
«Te amo» no eran palabras que dijera por casualidad o a cada mujer con la que salía. De hecho, nunca antes las había dicho. Y no las repetiría a menos que ella decidiera ponerse en contacto con él.
Pero eso no había frenado su preocupación; el día anterior había llamado a Kane para saber cómo estaba Kayla y había enviado unos globos para celebrar el nacimiento de su bebé.
– ¿Señor Montgomery?
Logan se volvió y se encontró al alguacil del tribunal.
– ¿Cómo va todo, Stan?
– Bien. Tengo un mensaje para usted -el hombre robusto le entregó un sobre blanco cerrado.
– ¿Quién lo ha entregado? -se aflojó la corbata.
– Una dama bonita. Rubia. Un metro sesenta, más o menos… Olía a Opium -nombró una popular fragancia femenina.