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– ¿Has pensado alguna vez en hacerte detective? -sonrió-. Tienes una gran memoria.

– No. Lo que pasa es que era demasiado guapa para olvidarla. He de ir a casa o mi mujer me matará. Que tenga un buen día, Montgomery.

– Tú también, Stan.

Curioso, abrió el sobre. Extrajo la hoja doblada del interior. La extendió y leyó: Vuelve a Casa.

El corazón de Logan se desbocó. Miró hacia la puerta, pero el tribunal estaba vacío.

Recogió el maletín y se dirigió a su jeep.

Unos veinte minutos más tarde, se detenía ante la cabaña. Vio aparcada la furgoneta de Pot Luck.

Giró el pomo y no le sorprendió descubrir que la puerta estaba abierta. Después de días de incertidumbre, la descarga de adrenalina le dio vida. Saber que ella se hallaba dentro lo llenó de expectación.

– ¿Cat? -llamó, pero no obtuvo respuesta, de modo que continuó la marcha y se detuvo ante la cocina. Aunque no estaba allí, su presencia se notaba. La vieja mesa se veía transformada.

Un mantel de color crema escondía las cicatrices de la madera. Había unas velas encendidas y un ramo de flores adornaba el centro. Un olor celestial invadió sus fosas nasales y se dio cuenta de que Catherine había estado cocinando.

Salió de la cocina iluminada con una luz tenue y fue hacia el dormitorio. Aunque no necesitaba un mapa que lo guiara hasta allí, ella había sido considerada, dejándole un rastro para seguir.

Se agachó para recoger la primera señal al final del pasillo. De sus dedos colgaron unas sandalias imitación de leopardo. Experimentó una necesidad intensa y poderosa.

Dio otro paso y alzó una falda negra. Otro paso y llegó a la puerta del dormitorio. Del picaporte colgaba una combinación verde y negra. Sintió que el cuerpo se le contraía en respuesta a la seductora prenda.

La entrepierna le palpitaba con un deseo encendido. Giró el picaporte y entró. Aunque estaba seguro de que la encontraría esperándolo, de que regresaría a su lado, se negó a sucumbir a su seducción hasta que dejara claro que se había comprometido.

La habitación en la que entró era una fantasía. Lámparas tenues, velas e incienso se veían diseminados por doquier, estableciendo una atmósfera innegablemente sensual.

Contempló la gasa que colgaba de los doseles de la cama. Catherine lo esperaba echada, tapada con una sábana, su piel pálida brillaba bajo la luz de las velas. Ella era una fantasía. Y lo único que tenía que hacer él era atravesar la alfombra con motivos de leopardo…

Catherine lo miró. La determinación de explicar las cosas luchó con la necesidad de precipitarse en sus brazos.

Antes de que pudiera decidirse, Logan se acercó a su lado y se sentó en la cama.

– Te dije que esa alfombra quedaría bien aquí -le sonrió sin dejar de mirarla a los ojos, llenos con las más asombrosas emociones. Honestidad, sinceridad y amor-. Cuando decides aparecer, lo haces con estilo -soltó el aire-. Pensaba que había fracasado, Cat. Supuse que no había nada que pudiera convencerte de que lo nuestro no sería un desastre.

Ella le acarició la mejilla.

– Crecí sola, Logan. Siempre esperé que mi padre regresara, y dependí de una madre que no estaba presente, al menos no emocionalmente y luego ni siquiera físicamente. Siempre estuve preparada para lo peor.

– Y siempre sucedió -ella asintió-. Incluso con nosotros -continuó-. La conferencia de prensa, los medios de comunicación…

– Sucedió para mejor. Me mostró lo que podía manejar y me obligó a perseguir lo que quiero -lo miró a los ojos-. Y te quiero a ti.

Logan se echó sobre la cama y la abrazó. Una mezcla de tranquilidad y encendida necesidad sexual recorrió su cuerpo.

– Sabes que yo también te quiero. Pero eso no es suficiente. No entre nosotros.

– Lo sé -apoyó la cabeza en su pecho. Las palpitaciones de su corazón le indicaron que no se encontraba tan relajado como aparentaba-. Al principio el escándalo me proporcionó una excusa para huir. El bochorno fue una excusa. Y luego, cuando ya no te tuve, eso hizo que reflexionara y comprendiera que estoy a la altura de cualquier cosa o de cualquiera, incluyendo a Logan Montgomery.

– Lo he sabido en todo momento -le acarició el pelo-. Y el modo en que te encaraste al juez… te aseguro que también él lo sabe. Dedicaré el resto de mi vida a cerciorarme de que no lo olvides.

– Te amo -murmuró Catherine y fue al encuentro de sus labios para un beso abrasador. Para su asombro, los ojos se le llenaron de lágrimas. Porque al final había conseguido todo lo que buscaba de la vida y que nunca se había atrevido a soñar. El anillo de plástico se lo recordaría, por si alguna vez lo olvidaba.

Una lágrima salada se deslizó entre sus labios. Logan alzó la cabeza.

– ¿Lloras? -le secó la mejilla.

Catherine se encogió de hombros, luego soltó una carcajada.

– ¿Qué puedo decir? Me encantan los finales felices.

– Pensé que no creías en ellos.

– Y así era… hasta que apareciste tú.

– Puede que te sorprenda, pero yo tampoco creía.

– ¿Y qué te hizo cambiar de idea? -quiso saber ella.

– Tú. Tú eres mi felicidad eterna, Cat.

Ella se tumbó en la cama y alargó los brazos hacia él, susurrándole con su voz más seductora:

– Entonces ven a casa.

Epílogo

Una pequeña orquesta tocaba mientras el sol brillaba en lo alto. Catherine aferró la mano de Logan y apretó con fuerza.

– ¿Te importaría que dejáramos de bailar? -preguntó ella.

– ¿Estás cansada? -la abrazó y apoyó la mano en su todavía plano estómago-. Podríamos excusarnos e ir dentro a tumbarnos un poco -una sonrisa perversa se asomó en sus labios.

– En nuestra boda no podemos -rió ella-. Además, me encuentro bien. Sólo un poco embarazada -sonrió-. Quería pedirle a otra persona que bailara conmigo.

– ¿Quién? -entrecerró los ojos.

– Tu padre.

– Ha asistido, y está bebiendo champán, pero quizá eso sea ir demasiado lejos.

– ¿Crees que no le gustaría bailar con su nuera? -inquirió con fingido dolor.

– Claro que sí. Al menos pienso que lo haría. Entre mi madre y tú habéis hecho que lo acepte. Más o menos. Pero, ¿bailar en la playa? Puede que eso esté por debajo de los patrones del juez -ironizó.

Al recordar la cara que puso cuando le anunciaron que se iban a casar en la playa y no en la mansión Montgomery, Catherine coincidió con él.

– Debe darse cuenta de lo que ha estado perdiéndose, y dar vueltas con los pies descalzos sobre la arena es una de las grandes experiencias de la vida.

– De acuerdo, Cat -rió-. Haz lo que puedas.

Un chillido los interrumpió y Catherine giró a tiempo de ver cómo Kayla era alzada en brazos de Kane.

– Al menos ellos se divierten -manifestó.

– Lo pasarían en grande en cualquier parte que estuvieran juntos -Logan le acarició la mejilla-. Como nosotros.

– ¿Quién tiene a Ace? -quiso saber Catherine, empleando el apodo que le había puesto Kane a su hijo, Tim.

– Yo.

Giró y vio a Grace.

La hermana de Logan había llegado la semana anterior y se alojaba en el apartamento de Catherine. Esta no pudo evitar notar la relación tensa que mantenía con sus padres y la expresión de añoranza en sus ojos. Igual que Logan, deseaba más de su familia.

Si lograra convencer a Grace de que se quedara, podría alterar la dinámica de toda la familia Montgomery. Sonrió. Si era capaz de convencer al juez Edgar Montgomery para que aceptara a Logan, hacerlo con Grace no podía ser tan arduo.

– ¿En qué piensas? -preguntó él.

– En lo maravilloso que es tener a todos reunidos. Y Grace, me preguntaba si tomarías en consideración volver a vivir aquí.

– No creo que eso funcionara -la elegante y espigada rubia acomodó al bebé en los brazos-. Pero no te preocupes. No seré una desconocida.