Pia se recostó en su silla. El campamento fue una elección obvia, pensó. Grande y lleno de salas. Estaba cerrado en invierno, así que no molestarían a nadie.
– Hay cierta logística para nuestras clases -siguió diciendo Nancy-. Nuestro equipo de mantenimiento está allí ahora mismo, pensando en las mejores configuraciones. Hay un edificio principal donde tendremos reuniones y donde estará la cafetería. Hemos llamado a escuelas de todas partes pidiendo material extra como pupitres, pizarras, autobuses… También estamos haciendo un llamamiento a los abastecedores comerciales. Como ha mencionado Marsha, el estado ofrecerá algo de asistencia.
Se giró hacia Pia.
– Necesito tu ayuda, Pia.
– Claro. ¿Qué puedo hacer?
– Quiero celebrar una colecta de material este sábado en el parque. Necesitamos de todo, desde lápices hasta papel del baño. Nuestro objetivo es que los niños puedan volver al colegio el lunes.
Pia se mostraba calmada por fuera, pero por dentro su voz sonaba histérica y chillona.
– Es miércoles.
– Lo sé. Es todo un reto. ¿Puedes tener algo preparado para el sábado?
La respuesta obvia era «no», pero Pia se la tragó. Tenía un listín telefónico que rivalizaba con cualquiera creado por el gobierno y tenía acceso a una lista impresionante de voluntarios.
– Puedo empezar a correr la voz esta noche y anunciarlo en el periódico de mañana y del viernes. El viernes además saldrá en los medios y puedo tener algo preparado para el sábado por la mañana, digamos a las nueve. Necesito una lista de lo que necesitas.
Nancy había ido preparada y le pasó una carpeta.
– Si la gente quiere donar dinero, no les diremos que no.
– ¿Quién iba a hacerlo?
Pia abrió la carpeta y miró detenidamente las hojas escritas a máquina. La lista era detallada y, como Nancy había prometido, reflejaba todo lo que necesitaban, desde tizas hasta porcelana… bueno, no porcelana exactamente, sino platos para el campamento.
– Creía que el campamento ya tenía una cocina en funcionamiento. ¿Por qué iban a necesitar platos, vasos y utensilios?
– Zona de Niños albergaba a menos de cien campistas, incluso contando con los que no se quedaban a dormir. Nosotros vamos a enviar cerca de trescientos.
– Eso son muchas servilletas -murmuró Charity-. Me quedaré después de la reunión y así me dices qué puedo hacer para ayudar.
– Gracias.
No era el tamaño del proyecto lo que le preocupaba a Pia, sino la velocidad. Necesitaría un anuncio a toda página en el periódico local y a Colleen, su contacto en el Fool’s Gold Daily Republic, no le haría ninguna gracia.
– Tengo que hacer una llamada -dijo y se excusó.
Una vez estaba en el vestíbulo, sacó el teléfono móvil y marcó.
– Hola, soy Pia.
Colleen era una mujer de cierta edad… aunque nadie sabía qué edad era ésa. Le gustaba beber y fumar y detestaba hablar sobre trivialidades.
– ¿Qué quieres? -preguntó bruscamente.
Pia respiró hondo. Hablar rápido era esencial.
– Una página completa mañana y el viernes. El sábado vamos a celebrar una colecta para la escuela que se ha quemado; lo necesitamos para un colegio nuevo y material.
Maldita sea. Hablar con Colleen siempre la ponía nerviosa, y lo peor era que la otra mujer no tenía que decirle nada para ponerla frenética.
– Los niños irán al campamento mientras se repara la escuela. Necesitarán de todo desde libros hasta lápices y papel del baño. Tengo una lista. También nos vendrán bien donaciones económicas.
– Claro que sí. ¿Algo más? ¿Qué tal un riñón? Me han dicho que tengo dos. ¿Quieres que me lo corte y que os lo envíe?
Pia se apoyó contra la pared.
– Es para los niños.
– No estoy participando en ningún concurso de belleza; no tengo que preocuparme ni por los niños ni por la paz en el mundo.
Se hizo una larga pausa durante la que Pia oyó a la otra mujer exhalando humo.
– Tráeme el material en quince minutos y lo haré. De lo contrario, olvídalo.
– Gracias, Colleen -dijo Pia, corriendo hacia la máquina de fax de la segunda planta.
Redactó el titular y le sobraron dieciocho segundos. Cuando la copia y la lista del material necesitado había pasado por el fax, Pia volvió a la reunión y descubrió que no habían estado tan ocupados como ella.
– Charity, ¿es posible que hayas visto el trasero de Raúl Moreno? -estaba preguntando Gladys esperanzada-. ¿Podrías hacer una comparativa?
Pia se dejó caer en su silla.
– Sí, Charity. Deberías pedirle a Raúl que te concediera una ducha privada y a mí me gustaría estar presente cuando lo hicieras.
Charity volteó los ojos.
– No le he visto el trasero, y tampoco voy a pedirle que me lo enseñe. Por lo que a mí respecta, el de Josh es perfecto y no se puede mejorar.
– Eres su mujer -refunfuñó Gladys-. Tienes que decirlo.
Marsha se levantó de su silla.
– Debatir cuál de las dos celebridades del lugar es más atractivo puede ser un modo excitante de pasar el rato, pero aún tenemos cosas que discutir. Pia, ¿has conseguido el anuncio?
– Sí. Colleen publicará la hora, la lista de lo que hace falta y la información de contacto mañana y el viernes. Yo empezaré a hacer las llamadas esta noche. Colocaremos mesas para los que quieran hacer una venta de pasteles o algo parecido. Lo que solemos hacer siempre.
Marsha le entregó un papel.
– Aquí están los negocios locales que nos facilitarán refrescos y aperitivos. Les he dicho que nos los sirvan antes del sábado a las ocho de la mañana -miró a su alrededor-. Agradecería que las que tengáis una estrecha relación con Dios hablarais con él para que nos haga buen tiempo. Un sábado cálido y soleado sería lo mejor.
Gladys pareció impactada ante la petición, pero las demás se rieron a carcajadas.
Marsha se recostó en su asiento.
– Hay algo más que quiero discutir. Esperaba que no fuera importante, pero no he tenido tanta suerte. Soy consciente de que comparado con el incendio, esto parecerá una nimiedad, pero causará un impacto en nuestro pueblo y tenemos que estar preparados.
Pia miró a Charity, que se encogió de hombros. Al parecer, Marsha no le había hablado a su nieta de ese misterioso asunto.
– Puede que algunas recordéis a Tiffany Hatcher. Era una estudiante que vino a Fool’s Gold en primavera y que se dedicaba a la geografía humana, que estudia por qué la gente se asienta en un lugar u otro, por qué se traslada…
Pia vagamente recordaba a la joven guapa y diminuta que se había mostrado interesada en Josh. Aunque, ya que él solo había tenido ojos para Charity, nada había surgido de su flirteo.
– Intenté evitar que escribiera sobre nuestro pueblo, pero no tuve suerte y va a publicar su tesis. Me ha llamado para que sepa que hay un capítulo sobre Fool’s Gold y, más concretamente, sobre la escasez de hombres. Ha enviado extractos del capítulo a muchos medios de comunicación y se alegra de decirme que han despertado interés.
– No -dijo la jefa Barns-. No pienso permitir que un puñado de tipos de la prensa invadan mi pueblo y aparquen donde no deben. ¿Es que no hay suficientes noticias en el mundo sin tener que prestamos atención a nosotros?
Pia pensaba lo mismo, pero se temía que un pueblo con escasez de hombres era exactamente la clase de historia que atraería mucha atención.
– No creo que ayude mucho que le digamos a los medios que no los queremos aquí -dijo Charity.
– Me temo que en las próximas semanas vamos a tener que enfrentamos a este problema. Y no solo a los medios… -dijo Marsha.
Pia miraba a su jefa.
– Cuando se corra la voz, nos invadirán hombres buscando un pueblo lleno de mujeres solitarias.
– Eso podría ser divertido -dijo Gladys, intrigada-. Unas cuantas de vosotras necesitáis casaros.