– Habéis llegado -dijo Raúl al salir al porche. Se acercó a Hawk y se abrazaron. Nicole se unió al saludo y Raúl le dio un beso en la mejilla. Se quedaron abrazados unos segundos antes de soltarse.
– La vida de pueblo te sienta bien. Tienes muy buen aspecto.
– Eso siempre -dijo Raúl con una carcajada-. Venid a conocer a Pia.
Ella había sufrido pensando en qué ponerse para dar una buena impresión sin parecer muy arreglada. El embarazo aún no se le notaba, a pesar de estar hinchada a ratos, pero se había puesto una túnica verde y unos vaqueros negros. Y como tocaría dar un paseo por el pueblo, se había puesto unos zapatos planos.
– Hola -dijo alargando la mano hacia Hawk-. Encantada de conocerte.
– ¿No la has advertido? -le preguntó Hawk ignorando la mano. En lugar de estrecharla, la agarró por la cintura y la abrazó-. Bienvenida a la familia, Pia -le dio una vuelta de trescientos sesenta grados antes de volver a dejarla en el suelo.
– Gracias -logró decir ella mientras intentaba recobrar el equilibrio.
– Asustarás a la pobre chica -dijo Nicole mientras se acercaba para abrazarla delicadamente-. Es un bruto. Tendrás que perdonarlo.
– Claro -dijo Pia, sintiéndose un poco desorientada. Le había preocupado que la familia de Raúl la juzgara, pero al parecer eso no sería ningún problema.
Nicole la agarró del brazo y entraron juntas en la casa.
– Sé que Raúl y tú estáis buscando casa nueva. Qué divertido. Hawk y yo llevamos toda la vida en nuestra casa y por mucho que quiero a mis hijos, confieso que estoy encantada de estar lejos de ellos unos días.
– Raúl me ha dicho que venís desde Seattle.
– Sí, y después iremos a Los Ángeles.
– Uno de mis antiguos alumnos juega para la Universidad de California del Sur y vamos a verlo jugar.
– Le he dicho que viniéramos en avión -dijo Nicole con gesto cansado, pero con los ojos resplandecientes de diversión-. Podríamos haber parado en Sacramento y haber alquilado un coche para venir aquí. Pero no…
Soltó el brazo de Pia y en ese momento Hawk la rodeó por la cintura.
– ¿Estás diciendo que no lo has pasado bien estando dos noches conmigo en una habitación de hotel?
– ¡Hawk! Los niños.
Pia quería señalar que tenía veintiocho años y que Raúl era un poco mayor que ella, pero no lo hizo. En cierto modo era agradable tener a alguien un poco mayor que tú que se preocupara por ti. Hacía muchos años que no vivía eso.
Hawk besó a su mujer.
– Nicole, odio tener que decírtelo, pero ya han practicado sexo. Saben lo que es.
Pia esperó no estar sonrojándose.
Raúl la miró y sonrió.
– ¿Ves lo que tengo que soportar?
Todos se rieron.
Se acomodaron en el sofá y en las sillas del salón y charlaron. Nicole puso a Raúl al tanto de lo que estaban haciendo sus hijos y después los dos hombres charlaron sobre fútbol americano mientras ellas escuchaban. Al cabo de una media hora, Raúl se levantó.
– Vamos a dar un paseo por el pueblo y después almorzaremos.
– ¿Vamos en coche? -preguntó Hawk.
– Iremos en coche. Tampoco hay mucho que ver.
Según recorrían las aceras, Pia se fijó en que Nicole iban a su paso mientras que Hawk y Raúl parecían querer adelantarse. Quedaba clara la distinción de sexos.
– ¿Por qué no nos vemos en el restaurante dentro de una hora? -les gritó Nicole-. Seguid hablando de deporte, yo ya tengo bastante en casa -la mujer sonrió-. Podemos divertirnos por nuestra cuenta mientras tanto.
Pia forzó una sonrisa y se dijo que Nicole parecía muy simpática. Todo iría bien.
Caminaron por el parque en dirección al lago. Pia le mostró la librería de Morgan, la tienda con los maravillosos helados y la entrada a su oficina. Se fijó en que por la calle había muchos más hombres de lo habitual, pero no quiso sacar el tema. Contarle a Nicole lo del repentino aumento de hombres en Fool’s Gold seguro que la asustaría.
Charlaron sobre el tiempo, sobre programas de la tele y sobre lo positivo que sería que los pantalones deshilachados no volvieran a ponerse de moda.
Nicole señaló un Starbucks.
– Vamos. Mato por un café.
Una vez tuvieron sus bebidas, un café de moca para Nicole y un té de hierbas para Pia, se sentaron en una mesa junto a la ventana. Pia hizo lo que pudo por no fijarse en los hombres que la estaban mirando.
– Raúl me ha dicho que organizas los festivales que se celebran en el pueblo -dijo Nicole-. Gracias por perder parte de tu tiempo en conocernos.
– Quería hacerlo -dijo Pia diciéndose que ahora que había conocido a Nicole no era exactamente una mentira-. Sois su familia.
– Ha sido importante para nosotros desde hace mucho tiempo -miró por la ventana y suspiró-. Me encanta estar aquí. Es un lugar fantástico para crecer y vivir.
– Llueve menos que en Seattle.
– Creo que en la selva del Amazonas llueve menos que en Seattle -bromeó Nicole-. Estaba preocupada por Raúl cuando se divorció. No sabía qué hacer con su vida. Pensé que volvería a casa, pero esto es mejor. Hawk tuvo suerte. Cuando dejó la Liga Nacional, sabía que quería ser entrenador de instituto, pero no todo el mundo lo tiene tan claro.
– ¿Sabéis lo del campamento que ha comprado Raúl?
– Sí. Y suena de maravilla. ¿Ahora han instalado la escuela ahí arriba, verdad?
Pia le contó lo del incendio.
– Puede que pasen dos años hasta que la escuela esté rehabilitada. Esperan conseguir el dinero rápidamente y comenzar con las reparaciones, pero quién sabe. Sin el campamento, los niños se habrían visto hacinados en escuelas ya de por sí abarrotadas.
– Raúl es un héroe -dijo Nicole con una sonrisa-. Eso lo ha sacado de Hawk.
Por lo que había oído, la pareja llevaba junta mucho tiempo, y aun así era obvio que seguían enamoradísimos. Pia sintió algo de envidia. Querer a alguien durante tanto tiempo… que alguien te quisiera así… tenía que ser excitante y reconfortante al mismo tiempo. Durante un segundo se permitió imaginar cómo sería experimentar eso. Tener un amor que se hiciera más fuerte cada año.
La invadió ese anhelo, un dolor que le hizo difícil respirar. Con Raúl no tendría eso. Lo suyo era un acuerdo práctico. Tal vez, con el tiempo, acabarían queriéndose, pero no sería lo mismo, pensó con tristeza. La historia de un cortejo nunca formaría parte de sus vidas, ni ese enamoramiento que te hacía sentir bien pasara lo que pasara.
Nicole se acercó y tocó la mano izquierda de Pia.
– Es un anillo precioso.
– Gracias -apretó los labios.
– Nos alegra que Raúl haya encontrado a alguien.
Esa frase puso nerviosa a Pia. No sabía si Nicole sabía la razón por la que se casaban y aunque no tenía intención de contar los porqués de su compromiso estaba dispuesta a mentir sobre su embarazo.
– ¿Os ha contado Raúl que estoy embarazada?
Nicole enarcó las cejas y se rio.
– No, no nos lo ha dicho. Es maravilloso. Por fin Raúl va a tener un hijo. Excelente.
Se sintió como si hubiera metido la pata.
– Tal vez no debería haber dicho nada.
Nicole se rio.
– Me alegro mucho. Yo estaba embarazada cuando Hawk y yo nos casamos.
– Sí, pero seguro que el bebé era suyo.
Nicole apenas parpadeó; levantó su taza, dio un sorbo y dijo:
– ¿Por qué no empiezas desde el principio?
Capítulo 15
Pia le explicó lo de Crystal, Keith y los embriones.
– Aún no sé por qué me los dejó a mí, pero lo hizo y ahora estoy embarazada.
– Trillizos -dijo Nicole-. Yo soy gemela y tuve gemelos, así que sé lo que es. Vas a tener tres. Eso son muchos pañales.
– Intento no pensar en ello -admitió Pia. Ni en eso, ni en las tomas de comer, ni en ponerlos a dormir a todos al mismo tiempo. Es más, aún estaba en proceso de negación.