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– ¿Qué dijo Raúl cuando le dijiste lo que querías hacer? -preguntó Nicole.

La mujer daba por hecho que estaban saliendo y que lo de los embriones le había dado una dimensión extra a una relación que ya estaba en marcha.

– Se ofreció a ser mi compañero de embarazo -dijo decidida a ceñirse a la verdad todo lo posible.

– Eso es muy propio de él. Podrías haberte olvidado de los bebés.

– No -dijo Pia con firmeza-. Jamás los habría abandonado -porque ella sabía lo que se sentía.

– ¿Y dárselos a otra persona?

Pia sacudió la cabeza.

– Crystal me los dejó a mí. Puede que nunca sepa por qué, pero me esforzaré al máximo con sus hijos. Era mi amiga.

Nicole le apretó la mano.

– No te pareces en nada a Caro.

– No sé mucho sobre ella. ¿Cómo era?

Nicole le soltó la mano y se recostó en su silla.

– Preciosa. Inteligente. Es presentadora de noticias.

Pia ya la odiaba solo con oír eso.

– Genial.

Nicole se rio.

– Por favor, no se lo digas a Raúl, pero ésa fue mi reacción cuando la conocí. Decía lo correcto en cada momento, aunque siempre tuve la sensación de que prefería estar en cualquier parte menos con nosotros. Me gustaría decir que lamento lo de su divorcio, pero sinceramente, me sentí aliviada. Me alegra que te haya encontrado.

– A mí también -dijo Pia. Tal vez el suyo no era un amor de fantasía, ése con el que toda niña soñaba, pero era estable y sólido y para ella con eso bastaba.

Raúl y Hawk se dirigían al bar de Jo.

– Prepárate -le dijo Raúl al abrir la puerta-. No es lo que crees.

Hawk entró y se detuvo al ver las enormes pantallas de televisión. Tres estaban emitiendo culebrones y una la teletienda.

– ¿Qué demonios…?

– No preguntes -le dijo Raúl antes de mirar hacia la barra-. Jo, ¿podrías ponemos dos cervezas?

– Claro. ¿Os vais a la caverna?

– En cuanto podamos -él señaló una puerta lateral-. Por allí. Te sentirás más cómodo.

La habitación más pequeña tenía un par de mesas de billar, un par de televisores emitiendo deportes y un tono azul oscuro muy masculino. Un descanso del tono rosa y verde lima con el que Jo acababa de pintar la sala principal. Por una vez estaba relativamente ocupado por hombres, a los cuales Raúl no conocía.

Jo les llevó las cervezas y un cuenco de galletas saladas.

– Interesante lugar -dijo Hawk antes de darle un sorbo a su cerveza-. Te gusta.

Raúl asintió.

– ¿Eres feliz aquí?

– No es una pregunta muy masculina -bromeó Raúl.

– Llevo casado la gran parte de mi vida adulta. Apenas me queda masculinidad. No le digas a nadie que hablo de mis sentimientos.

– No diré ni una palabra -Raúl apoyó los brazos sobre la mesa y miró a su mentor-. Soy feliz. No sabía qué esperar cuando me mudé aquí, pero está resultando ser mucho mejor de lo que me esperaba.

– Tienes el campamento.

Raúl le explicó que estaba haciendo las funciones de escuela.

– Pasará un tiempo hasta que puedan regresar al edificio, pero aun así tendremos nuestro campamento durante el verano. Sin embargo, hemos tenido que cancelar los planes que teníamos para el invierno.

– ¿Y te parece bien?

– Me habría gustado empezar con los programas de Ciencias y Matemáticas, pero necesitaban un lugar donde ubicar la escuela. No iba a poner a trescientos niños en la calle solo por un problema de ego.

Hawk le dio una palmada en la espalda.

– Me gusta oír eso. Significa que hice un buen trabajo criándote.

– ¿No podría ser mi carácter de nacimiento?

– Lo dudo.

Se rieron y brindaron con las botellas.

– Pia parece muy agradable -dijo Hawk.

– Lo es. Nació y creció aquí. Ya te conté que organiza todos los festivales del pueblo y para ello tiene que trabajar con mucha gente distinta y coordinar muchas cosas. Cuando la escuela necesitó material y una recaudación de fondos de emergencia, lo preparó todo en un par de días -miró a su amigo-. Está embarazada.

Hawk enarcó las cejas.

– ¿Y te parece bien?

– Sí, estoy feliz -vaciló-. Los bebés no son míos.

Hawk tenía la botella en la mano, pero no bebió.

– De acuerdo, cuéntamelo todo.

Raúl se lo explicó.

– Eso requiere mucha responsabilidad, dinero y tiempo. No serán tuyos -dijo Hawk cuando terminó.

– Serán míos. Estaré allí cuando nazcan y durante toda su vida. ¿Cómo no van a ser míos?

Hawk no parecía muy convencido.

– ¿Estás haciendo esto por Caro? ¿Crees que tendrás menos problemas porque no son tus hijos biológicos? Pues si es así, te equivocas.

– Quiero ser su padre. Quiero participar en su vida, igual que tú participaste en la mía. Tú entraste en ella cuando estaba en el instituto, pero eso no significa que no me educaras tú. Puedo hacer esto. Quiero hacerlo.

Hawk dio un largo trago.

– Los niños son complicados incluso en las mejores circunstancias. Trillizos… Eso es mucha carga.

Raúl sonrió.

– Son tres cargas.

– Idiota. ¿Estás seguro de esto? Una vez que te comprometas, no habrá vuelta atrás.

– Estoy seguro -era lo que quería.

– Asegúrate de que te casas por las razones correctas.

Lo que significaba que Hawk quería que estuviera seguro de que se casaba con Pia porque la quería y porque no podía vivir sin ella. No porque estuviera haciendo lo correcto.

Era el único secreto que podía tener con su amigo. Lo cierto era que no amar a Pia formaba parte del atractivo de la situación. Había estado enamorado una vez, se había casado con Caro y había pagado un precio. Nunca más, se prometió. Y lo decía en serio.

– Pia es la única para mí.

– En ese caso, me alegro por ti.

Raúl no sabía si Hawk lo creyó o no, pero suponía que al fin de cuentas no importaba. Fuera cual fuera el resultado, Hawk estaría a su lado, igual que él estaría al lado de Pia y de los bebés.

Pia levantó la mirada de su mesa y vio a Charity Jones-Golden en la puerta.

– Estás ocupada -le dijo su amiga.

– Tengo la subasta esta noche y dentro de una semana el baile-cena. «Ocupada» es quedarse corta. «Histérica» se le acerca bastante. Es más, creo que frenética es bastante acertado.

– Entonces seguro que no tienes tiempo para ir de compras.

– Pues la verdad es que sí. Es más, creo que me serviría de terapia. A la vuelta, me compraré un sándwich y me lo tomaré en la mesa mientras trabajo.

Charity sonrió.

– ¿En serio? ¿Harías eso por mí?

– Sobre todo lo hago por mí, pero si te hace sentir mejor puedes fingir que lo hago por ti -Pia guardo el documento que tenía abierto, apagó el ordenador, agarró su bolso y se levantó-. ¿Qué vamos a comprar? ¿Joyas? ¿Muebles? ¿Unas vacaciones en el mar de Francia?

– Ropa premamá.

Pia se dejó caer en la silla con la mirada clavada en la barriga de su amiga.

– Dime que estás de broma.

– Tengo que comprar algunas cosas y tú tienes mucho más estilo que yo. Quiero tener el mejor aspecto posible cuando lleguen mis días de ballena. Ayúdame, Obi Wan. Eres mi única esperanza.

– Oh, por favor. No empieces con la Guerra de las Galaxias. Soy demasiado joven, solo recuerdo las versiones remasterizadas y tú también.

Charity seguía mirándola, con los ojos muy abiertos y suplicantes.

– De acuerdo -refunfuñó Pia mientras volvía a ponerse de pie-. Te ayudaré a comprar tu estúpida ropa premamá.

– La razón por la que te llevo conmigo es para que no sea estúpida. Y además, puede que quieras comprarte algunas cosas. Tardé un poco en dejar de ponerme mi ropa normal, pero yo no traigo trillizos.