19.10 Regreso a casa. En el portal encuentro a la vecina del tercero primera y a su hijo. Han dejado el coche en doble fila mientras ella descarga bolsas y paquetes. Su hijo, demasiado pequeño para ayudar a su madre en este menester, aguarda en la acera en la hurgándose la varicita. La vecina viste pantalón corto y camiseta ceñida, dos prendas que solazan a quien las ve.
19.15 Después de mirar un rato a la vecina escondido detrás de un árbol, me avergüenzo de mí mismo y me ofrezco a ayudarla en la descarga y transporte de bolsas y paquetes. Rehúsa mi ayuda. Me informa que cada fin de semana es la misma tabarra y de que ya está acostumbrada. Insisto y me permite cargar una bolsa de plástico llena de embutidos. Le pregunto si los ha fabricado ella misma. Respuesta: no; los he comprado en un pueblecito próximo a La Bisbal, donde tengo casa. Pregunta: ¿y por qué se los viene a comer aquí? Respuesta: no entiendo la pregunta.
19.25 Finalizada la descarga y transporte de bolsas y paquetes del coche al ascensor, subimos en el ascensor. Aprovecho la proximidad para calibrar las medidas corporales de mi vecina. Estatura de mi vecina (de pie), 173 centímetros; longitud del pelo más largo (zona occipital), 47 centímetros; del más corto (zona supralabial), 0,002 centímetros; distancia del codo a la uña (dedo pulgar), 40 centímetros; distancia del codo izquierdo al codo derecho, 36 centímetros (en posición de firmes), 126 centímetros (con los brazos en jarras).
16.26 Sacamos bolsas y paquetes del ascensor y los depositamos en el descansillo o rellano del tercer piso. Mi vecina me agradece la ayuda prestada y añade que me invitaría a pasar, pero que el niño está agotado. Se ha de bañar, cenar y meter en la cama pitando, porque mañana hay cole. Le digo que no quiero causarles ninguna molestia y que, de todos modos, ya tendremos ocasión de volvernos a ver, puesto que vivo en el mismo inmueble. Mi vecina responde que ya lo sabía, pues la portera le ha hablado de mí. ¿La habrá puesto al corriente de mis costumbres licenciosas?
20.00 Entretenido con la vecina, llego por los pelos a misa de ocho. Sermón largo, pero muy interesante. No confiéis en aquellos que os engañan; confiad más bien en aquellos que no os engañan.
21.30 Llego a la churrería cuando ya están echando el cierre. Me llevo todas las existencias.
22.00 Me como todo lo que he traído mirando la televisión. Decididamente, me gusta mi vecina. A veces uno busca lejos lo que tiene bien cerca. Es una cosa que nos sucede a menudo a los astronautas.
23.00 Pijama, dientes. ¿Y si me comprara una moto?
23.15 Leo Medio siglo de peluquería en España, tomo I (La República y la Guerra Civil).
00.30 Oraciones. Todavía sin noticias de Gurb.
DÍA 18
07.00 Me persono en el bar de la señora Mercedes y el señor Joaquín y encuentro a ambos, es decir a la señora Mercedes y al señor Joaquín, cerrando la persiana metálica. ¿A qué obedece esta inversión de las costumbres? Mejor dicho, ¿a qué obedece esta alteración de las costumbres? Explicación: la señora Mercedes ha vuelto a pasar la noche con un loro y ahora el señor Joaquín la acompaña al dispensario para que la reconozcan. Por esta causa han de cerrar el establecimiento al público, cosa que induce al señor Joaquín a fruncir el ceño. Les propongo hacerme cargo del local hasta su regreso. El señor Joaquín y la señora Mercedes se niegan. No quieren ocasionarme ninguna molestia. Le convenzo de que no es ninguna molestia; antes al contrario.
07.12 Después de mostrarme de un modo somero el funcionamiento de los aparatos de uso más frecuente en el bar, el señor Joaquín y la señora Mercedes suben a bordo de un Seat Ibiza, el cual parte.
07.19 Recorro el establecimiento, pasando revista al instrumental. Creo que sabré hacer funcionar todos los aparatos, salvo uno muy complicado denominado grifo.
07.21 Pongo a punto la cafetera para que los clientes no tengan que esperar a que se caliente el agua.
07.40 Voy preparando bocatas con idéntica finalidad, pero a medida que los hago, me los zampo.
07.56 Descubro una cucaracha sobre el mostrador. Intento aplastarla con una loncha de jamón de York, pero huye y se oculta en un intersticio, entre el mostrador y el fregadero. Desde allí me hace burla con las antenas. Ahora vas a ver tú. Cucal en dosis masivas.
08.05 No encuentro por ninguna parte las jarritas de cerveza. Bebo aplicando los labios al caño. Me sale espuma por todos los poros. Parezco un borreguito.
08.20 Entra el primer cliente. Quiera Dios que pida algo fácil.
08.21 El primer cliente se dirige a mí y me da los buenos días. Respondo en idénticos términos. Mentalmente doy instrucciones a la cafetera, a la nevera y a los croissants para que también le den los buenos días. El primer cliente parece quedar gratamente sorprendido de esta cortés salutación.
08.24 El primer cliente pide un café con leche. Compruebo con horror que la cafetera no se ha calentado. Quizá adolece de un defecto de fabricación o quizá yo olvidé accionar algún botón o clavija. Ante la perspectiva de que el primer cliente se vaya sin haber hecho su correspondiente consumición, opto por meterme el enchufe de la cafetera en las fosas nasales y transmitirle parte de mi carga energética por este conducto. La cafetera se funde, pero sale un café riquísimo.
08.35 Sirvo el café con leche al primer cliente. Con los nervios se me derrama la mitad. Todavía me cuelga de la nariz el cable eléctrico y me doy cuenta (demasiado tarde) de que en vez de leche he puesto Cucal en el café. Temperatura, 21 grados centígrados; humedad relativa, 50 por ciento; vientos flojos del nordeste; estado de la mar, rizada.
11.25 Mientras intento despegar del techo una tortilla de veintidós huevos, regresa al bar el señor Joaquín. Antes de que pueda percatarse de los desperfectos, le digo que yo repondré, de mi propio bolsillo, la cafetera, la nevera, el lavaplatos, el televisor, las lámparas y las sillas. Para animarle, le informo de que esta mañana la clientela ha sido numerosa. La caja, que él dejó vacía al irse, contiene ahora ocho pesetas. Quizá no di bien las vueltas. Pese a mis temores, el señor Joaquín reacciona con indiferencia, como si todo lo que le cuento no le interesara. Ni siquiera le sorprende encontrarme en el techo sin escalera. Entonces me doy cuenta de que ha vuelto al bar solo, esto es, sin la señora Mercedes. Me intereso por lo ocurrido.
11.35 El señor Joaquín frunce el ceño y me dice que han internado a la señora Mercedes en un hospital y que habrán de operarla mañana sin falta. Al parecer, se han presentado algunas complicaciones que exigen una intervención rápida. Mientras me refiere lo antedicho, vamos cerrando el bar.
11.55 Regreso a la ciudad en metro. Aunque todas las chicas que viajan en el metro están buenísimas, yo no me fijo en ellas, porque tengo el corazón en un puño.