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17.08 Me llego al supermercado de la esquina. Comida, artículos de limpieza, vino, gaseosa, Kleenex, total 13.647 pesetas. Guardo el recibo para pasar cuentas. Los números para el sorteo de un Honda Civic me los quedo yo.

17.30 De vuelta en el pisito de Gurb. Veo Los mundos de Yupi.

18.00 Veo Avanç de l’informatiu vespre.

18.30 Veo Maritrapu eta mattintrapuren abenturak. Luego videoclips.

20.00 Pongo a hervir agua en un cazo. Le añado sal. Echo zanahorias, patatas, col, puerros, apio, una alita de pollo, un hueso de ternera. Miro la hora.

21.30 Apago el fuego. Voy poniendo la mesa. Riego las plantas de la terraz.

22.30 Ceno solo.

23.00 Sesión de noche. Ciclo «De tal palo tal astilla». Hoy: El hijo de Ben-Hur (1931), con Ben Turpin y Olivia de Havilland. Y la próxima semana… El hijo de Balarrasa, con José Sazatornil.

24.30 Me lavo los dientes; rezo mis oraciones y me acuesto en el sofá. Sin noticias de Gurb.

01.00 No consigo pegar ojo.

02.00 No consigo pegar ojo.

03.00 No consigo pegar ojo.

04.00 Me levanto. Paseo piso arriba, piso abajo para calmar los nervios. Como no conozco la distribución del mobiliario, me doy con todos los cantos en las espinillas.

04.20 Me siento a la mesa. Tomo papel y rotulador.

«Querido Gurb:

A veces sucede que dos personas conviven largo tiempo sin llegar a conocerse mutuamente. También puede darse el caso opuesto, esto es, que dos personas convivan poco tiempo y, sin embargo, paradójicamente, lleguen a conocerse mutuamente. También puede suceder otra cosa, a saber, que dos personas convivan largo tiempo y una de ellas llegue a conocer a la otra sin que ésta, por su parte, llegue a conocer a aquélla, en cuyo caso no podríamos decir que ambas personas han llegado a conocerse mutuamente, pero tampoco podríamos decir que ambas personas se desconocen mutuamente. Todo esto, por supuesto, no tiene nada que ver con nosotros, y si me he permitido traerlo a colación ha sido porque no quiero que pienses que trato de introducir elementos ajenos al tema o que no le son propios. Es más, voy a empezar de nuevo la carta, en parte por lo que te acabo de decir, y en parte porque hace rato que me he perdido.»

04.35 «Querido Gurb:

Ante todo, quiero establecer una clara distinción entre dos conceptos fundamentales, a saber, los principios y los preceptos.»

04.50 «Querido Gurb:

Ahora que se acerca el verano, creo que ha llegado el momento de partir.»

04.51 Engancho la carta en el espejo del boudoir con una gota de pega. Releo lo escrito. Decido adoptar la apariencia de Yves Montand y cantar con mucha expresividad

Si vous avez peur

des chagrins d’amour,

evitez les belles…

La interpretación me queda un poco deslucida, porque debido a un error mecánico, me he convertido en Jacques-Yves Cousteau, y con la escafandra no hay quien entone.

05.05 Con las tijeras de las uñas reduzco el guardarropa de Gurb a microorganismos.

05.12 Vacío los frascos de perfumes en el fregadero y los relleno de ácido sulfhídrico: pinto bigotes en los cuadros; lleno la nevera de sabandijas; pego mocos en las cortinas; grabo pedos en el contestador, meto un cerdo en la bañera. Me largo del piso dando un portazo.

05.35 Me meto en el único bar del barrio que aún está abierto. La clientela es numerosa, pero como yace mayoritariamente en el suelo, consigo amplio lugar en la barra. Pido seis whiskies. Dobles.

06.35 Llego a mi piso. Me tumbo en mi cama y me quedo dormido antes de tener tiempo de cerrar los párpados.

DÍA 24

09.12 Me despierto con una resaca de caballo, pero satisfecho con la decisión que he tomado. Desayuno churros con whisky. Temperatura, 22 grados centígrados; humedad relativa, 69 por ciento; nubosidad abundante con mala visibilidad en la costa; estado de la mar, marejadilla con olas inferiores a un metro. Tiempo perfecto para mis planes.

09.30 Salgo de mi piso. Bajo la escalera con paso firme. Si la escalera se mueve, no es culpa mía. Encuentro a la portera tendiendo la colada en los cables del ascensor. Le digo que quiero hablar con ella de un asunto personal. ¿Me permite pasar a su habitáculo?

09.31 La portera me conduce a su habitáculo, sito en el subsuelo del edificio. Me lo muestra y me cuenta que en verano la vivienda es un horno y en invierno, una nevera. Como no tiene cocina, ha de freír los arenques en la estufa de butano, dice. Luego la humareda le impide ver la tele. No tiene cuarto de baño, dice. Por fortuna, las tuberías del edificio pasan por su dormitorio y aprovecha los reventones para ducharse. Pero todo esto, añade, ¿a mí qué más me da?

09.47 Le respondo que he decidido ausentarme de la ciudad y, con tal motivo, regalarle a ella (la portera) mi piso. Le hago entrega de la escritura notarial y de las llaves. La portera me confiesa que siempre ha sabido que yo era un verdadero señor y no como otros, que aparentan y aparentan, pero a la hora de la verdad, nada de nada. Para sellar nuestra amistad echamos sendos tragos de la botella de whisky que traigo conmigo.

10.00 Me persono en el piso del presidente de la comunidad de propietarios. Pese a la importancia de su cargo, me recibe en pijama. Le informo que es mi intención hacerle provisión de fondos para que haga reemplazar la porquería de ascensor que tenemos por otro nuevo, pintar la escalera, restaurar la escalera, restaurar la fachada, cambiar las tuberías, arreglar el interfono, tapar las grietas de la azotea, instalar una antena parabólica y alfombrar la entrada. A cambio de todo esto, agrego, sólo pido ser recordado con cariño, pues me dispongo a emprender un largo viaje. El presidente me dice que si todos los vecinos fueran como yo, no haría falta tanto socialismo y tanta jodienda. Echamos un trago de whisky.

10.20 Me persono en el piso de mi vecina. Me abre ella misma. Me dice que en este preciso instante se disponía a salir, que si no me importa volver más tarde. Le respondo que no habrá más tarde, pues yo también estoy a punto de marchar, y por tiempo indefinido. ¿Me permite pasar? Será sólo un minuto. Accede con cierta reserva, porque a estas alturas ya debo apestar a whisky una cosa mala.

10.30 Con la máxima circunspección digo a mi vecina que he tenido el atrevimiento de informarme respecto de su situación personal, tanto en el terreno afectivo como en el económico. Que en ambos terrenos la situación puede calificarse de desastrosa. Añado que en el terreno afectivo no puedo ofrecerle nada, pues por no tener, no tengo ni tiempo. En cuanto al terreno económico…

10.35 Carraspeo. Me animo dándole unos tientos al whisky. Prosigo.

10.36… en cuanto al terreno económico, digo, y puesto que soy soltero, hacendado y dadivoso de natural, he decidido, si a ella no le molesta, depositar en un banco (suizo) una suma de dinero suficiente para sufragar los estudios de su hijo, hoy aquí y, llegado el día, en la Harvard School of Business Administratios. Por lo que a ella respecta, añado con un hilo de voz, le ruego se sirva aceptar, como recuerdo de nuestra breve vecindad, este modesto collar de esmeraldas.

10.39 Hago entrega del collar a mi vecina, me acabo la botella de whisky, salgo precipitadamente del piso de mi vecina, me caigo rodando por las escaleras.