My name is Pepe Rovelló,
In shape no bigger than an agate stone
On the forefinger of an alderman,
Drawn with a team of little atomies
Athwart men’s noses as they lie asleep.
El ejecutivo baila sevillanas. La profesora le riñe, porque se nota que no ha estudiado en casa. ¡Jossú, Rovelló, a ve esso brasso y essa sinturiya! El ejecutivo practica el difícil arte de las castañuelas montado en la Kawasaki. Por culpa del accidente llega tarde al club. Juega dos partidos de squash sin quitarse el traje de faralaes. En el restaurante se limita a un plato de apio (sin sal), un poleo-menta y un Cohiba. Las pastillas, el jarabe para la digestión, el complejo vitamínico. Las aflicciones del ejecutivo: gastritis, sinusitis, jaqueca, problemas circulatorios, estreñimiento crónico. Confunde el Cohiba con el supositorio. En la clase de aerobic se descoyunta los huesos; el traumatólogo lo arregla; la masajista lo vuelve a estropear. Otro problema: su segunda ex mujer está embarazada del ex marido de su primera ex mujer, a) ¿qué apellidos llevará el recién nacido?, b) ¿quién ha de paga las ecografías? Otro problema: la tripulación del yate se ha amotinado y anda ejerciendo la piratería por la Costa Dorada.
07.50 El ejecutivo y yo nos despedimos. Ya ha tomado la última copa, dice, y puede empezar el día con satisfacción del deber cumplido. Se pone el casco y los guantes. Le pregunto si cree estar en condiciones de ir en moto. ¡Cómo! ¡En moto! ¿Por quién le he tomado? Para ir por la ciudad él sólo usa el ala delta.
08.00 Corriendo carretera Pedralbes arriba, carretera Pedralbes abajo, consigo que se eleve el artefacto. Dejo ir el sedal. Mi amigo se despide de mí desde el aire azul de la mañana: adiós, adiós, siempre nos quedará el Ampurdán.
08.05 Intento regresar a casa arrastrando los pies. O la expresión (coloquial) no se ajusta a la realidad o existe un método para avanzar arrastrando los dos pies al mismo tiempo que yo desconozco. Pruebo de arrastrar un solo pie y dar un salto con el otro (pie) hacia delante. Me doy de bruces.
08.06 Mientras reflexiono acerca del significado de la palabra bruces, veo ante mis ojos una cartera. Un análisis somero me indica que la cartera perteneció en sus orígenes a un cocodrilo. Un análisis más pormenorizado me indica asimismo que la cartera ha pasado por varias manos y ha acabado perteneciendo, hasta el instante de su pérdida, a mi amigo el ejecutivo. Ahora la cartera pertenece a lo que dicte mi peculiar sentido de la honradez, je, je. Temperatura, 23 grados centígrados; humedad relativa, 56 por ciento; suave brisa de levante; estado de la mar, marejadilla.
08.07 Examino el contenido de la cartera del ejecutivo. Tres o cuatro mil pelas, que trasvaso a mis bolsillos sin demora. Documento nacional de identidad, permiso de conducción, tarjetas de crédito y carnets acreditativos de la pertenencia de su titular al mundo de los seres activos y predominantes. Foto de un perro lobo junto a un pino. Total, nada.
08.10 Estoy por tirar la cartera y su contenido a una alcantarilla cuando descubro un compartimento cerrado por medio de una cremallera. Forcejeo. Todavía no he conseguido dominar este extraño mecanismo (ni entender cómo una cosa tan absurda goza de tanta difusión), por lo que acabo rompiéndolo. Del compartimento extraigo una fotografía. Una moza de muy buen ver. Al dorso de la foto, una breve dedicatoria: Chato, moderno, ¿quién te quiere a ti? Caqui.
08.11 Vaya, vaya.
08.12 Decido regresar a casa. Pasa un taxi, lo paro, subo. Camino de casa, la radio da las noticias. Ha habido otro accidente en la central nuclear de Vandellós. Un portavoz de la central informa al público de las ventajas de un ser mutante. ¡Sorprenda cada día a su familia!, exclama. El taxista no parece convencido. Si él mandara, dice, trasladaría la central nuclear al coto de Doñana. Así aprenderían estas especies protegidas de mierda, dice.
08.30 Me meto en casa apresuradamente. La hostilidad del vecindario va en aumento. La portera se ha hecho una cerbatana con el mango de la escoba y me lanza dardos impregnados en curare. Un vecino arroja aceite hirviendo por el hueco de la escalera cuando me ve pasar. Otro ha metido tarántulas en mi piso. He de emplearme a fondo con el Cucal.
08.45 Decido poner fin a este malentendido. Esta tarde reuniré a todos los vecinos, les daré una merienda, escucharé sus quejas (con paciencia) y me rehabilitaré ante sus ojos. Si alguno quiere darse un chapuzón en la piscina, podrá hacerlo gratis.
08.50 Salgo a comprar lo necesario para el guateque. Adopto la apariencia de Alfonso V el Magnánimo (1396-1458) y me echo a la calle.
09.00 Compro dos docenas de brioches, una pastilla de mantequilla, cien gramos de mortadela, una gaseosa.
09.10 Compro farolillos de papel, globos, serpentinas.
09.20 Regreso a casa. Alacranes en el buzón, una cobra en el ascensor, napalm en el rellano.
09.50 Termino de preparar los bocadillos. Me han quedado un poco mal, quizá porque, a falta de cuchillo, he tenido que usar los alicates.
10.00 Redacto las invitaciones. Tengo el honor de convidar a don… y señora a la recepción que se celebrará, etc., etc. Se ruega traje oscuro y bla, bla, bla. Ha quedado muy bien.
10.05 Meto los tarjetones en sus sobres respectivos. Paso la lengua por la banda engomada de los sobres a fin de que éstos se adhieran (a sí mismos). La goma es tan sabrosa que no puedo evitar comerme tres sobres y sus correspondientes tarjetones. Mientras realizo la operación pienso en lo feliz que podría ser si las cosas salieran a la medida de mis deseos: el bar de la señora Mercedes, mi vecina, etc. Cuento los días que faltan para Navidad.