10.15 Un susurro me saca de mi abstracción. Alguien ha deslizado un sobre por debajo de la puerta. El sobre no lleva remitente. Dentro hay una sola hoja impresa, cuyo contenido es el siguiente:
¿Qué, lo pasaste bien anoche?
Pues hoy lo puedes pasar aún mejor
si vienes a verme. Soy un tocinillo
de cielo con almíbar y miel, aromas
y conservantes (E 413, E 642), sólo
para tu boquita de tigre.
Calle del Turrón de yema, 5, ático 2.ª
(esquina Travesera de las Corts).
P.S. Olvídate de tus vecinos, que
son unos ordinarios.
10.25 En vista de que hay alguien empeñado en obstaculizar mi reinserción social, rompo las invitaciones, me como todos los brioches y pego fuego a los farolillos. Con las serpentinas me hago una falda de hawaiana.
10.40 Bailo un rato, pero me aburro en seguida.
10.45 Telefoneo al hospital donde convalece la señora Mercedes. Habo con el señor Joaquín. ¿Cómo van las cosas? Muy bien, muy bien. El médico ha dicho que la señora Mercedes puede irse a casa cuando quiera. Y él también, naturalmente. Es posible que mañana estén los dos de nuevo en el bar. Es una buena noticia y me congratulo de ella. Colgamos.
11.00 Hace una mañana soleada, limpia, seca y no tan calurosa como en días anteriores. Decido dar una vuelta. ¿Adónde iré?
11.05 Decido visitar algún museo de pintura, tema en el que no estoy muy impuesto. La verdad es que en mi planeta no damos mucha importancia a las artes plásticas, en parte porque entre nosotros y el daltonismo y la presbicia son congénitos y en parte porque la cosa de la estética nos trae sin cuidado. Por este motivo, y también por mi escasa inclinación natural al (y aptitud para el) estudio, poseo una formación algo deficiente en este terreno. Si alguien me preguntara qué pintores conozco, diría que Piero della Francesca, Tàpies y pare usted de contar.
11.30 Me persono en el Museo de Arte de Cataluña. Cerrado por obras.
11.45 Me persono en el Museo de Arte Contemporáneo. Cerrado por obras.
12.00 Me persono en el Museo Etnológico. Cerrado por obras.
12.20 Me persono en el Museo de Arte Moderno. Cerrado por obras. La directora me explica que la autoridad responsable ha decidido actualizar el museo y convertirlo en centro multisectorial, interdisciplinario y, si el presupuesto llega, lúdico. Para ello levantarán un edificio de quince plantas, que albergará dos teatros, cuatro cafeterías, una tienda de souvenirs, un hogar de ancianos, la actual colección de pintura del museo, los espejos deformantes del Tibidabo y la colección Planelles de esparadrapos. Las obras, que inicialmente debían estar listas para el 92, no podrán empezar hasta el 98. Mientras duren las obras, los cuadros han sido depositados en los almacenes del puerto que otra comisión municipal hizo derribar el mes pasado. Debido a ello, es muy probable que a estas horas los cuadros vayan a la deriva por el Mediterráneo. No obstante, añade, si quiero visitar el museo, no saldré defraudado, porque esta misma mañana les han traído un mamut para que lo guarden hasta que finalicen las reformas del Museo de Historia Natural, actualmente cerrado por obras.
13.00 Ya que estoy en el parque de la Ciudadela, decido pasar aquí el resto de la mañana. En un tenderete compro una caja (tamaño familiar) de polvorones de Estepa y me siento a comérmelos a la orilla del estanque. Como pega un sol de justicia, nadie me disputa el lugar ni la silla. Unos patos se deslizan mansamente por el agua hasta donde estoy. Les doy un polvorón, se lo comen y se van al fondo del estanque.
14.00 Comida en las Siete Puertas. Angulas, langostinos, riñones, criadillas, estofado de morro, dos botellas de Vega Sicilia, crema catalana, café, coñac, Montecristo del n.º 2 y ahí me las den todas.
16.30 Subo andando al castillo de Montjuich para digerir la comida.
17.30 Bajo andando del castillo de Montjuich para digerir la comida.
18.30 Vuelvo a subir andando al castillo de Montjuich par digerir la comida.
19.00 Meriendo en la calle Petritxol.
20.00 Me encamino al lugar de la cita, al que llego a las 20.32.
20.32 Lo dicho.
20.30 Al entrar en el hall del edificio me detiene un conserje elegantemente uniformado. ¿Adónde me creo que estoy yendo? Al ático segunda, señor conserje. ¿Ah, sí? ¿Y se puede saber a qué voy al ático segunda? A ver a una persona con la que he quedado. Oh, quedado, quedado; esto se dice muy pronto. A ver, ricura, ¿cómo se llama esta persona con la que dices que has quedado? Es una señorita, pero en este momento no recuerdo su nombre. Ah, una señorita… ¿tal vez la señorita Piloski? Sí, exactamente, esa misma. Pues estás de mala suerte, chico, porque la señorita Piloski se murió hace cuarenta años, precisamente cuando yo entré de conserje en este edificio, que tengo a gala de defender de intrusos y de embusteros. Está bien, está bien, quizá no era ése su nombre. ¿No será acaso la señorita Sotillo, que Dios tenga en su santa gloria?
21.30 Cuando hemos pasado revista a cincuenta y dos señoritas y rezado una oración por el eterno descanso de sus almas, decido darle un billete de cinco mil pesetas al conserje.
21.31 El propio conserje sube conmigo en el ascensor, tarareando por lo bajo, para que no eche en falta el hilo musical.
21.32 El conserje me deja solo en el rellano. Llamo al timbre. Tin-tan. Silencio. Tin-tan. Nada. Por fortuna, en el rellano hay una maceta y puedo desahogar en ella mi nerviosismo.
21.34 Insisto. Tin-tan. Un susurro de pasos que se aproximan. Se abre una mirilla. Un ojo me observa. Si tuviera un palito a mano, se lo metía.
21.35 La mirilla se cierra. Los pasos se alejan. Silencio.
21.36 Los pasos se acercan de nuevo. Un pestillo se desliza. Gira una llave en la cerradura. La puerta se abre lentamente. ¿Y si saliera corriendo escaleras abajo? No, no, me quedo.
21.37 La puerta se ha abierto de par en par. Una señora en bata y zapatillas me entrega la bolsa de la basura. Acto seguido se disculpa. En la penumbra del rellano y sin gafas, me había tomado por el conserje. Como siempre viene a esta hora, ¿sabe? Sí, sin duda me he confundido de puerta. Sí, la que busco vive enfrente. No, no, ninguna molestia. Sí, les ocurre a muchos caballeros. Los nervios, claro. Sí, todos acaban meando en la yuca; hay que ver lo lozana que se ha puesto. Y ya que estoy aquí, ¿me importaría bajar la basura? Está a punto de empezar el programa de Ángel Casas y no se lo querría perder. Sí, atrevidillo, pero una está curada de espanto. Hala, majo, no pierdas más tiempo o tendrás que ir a llevar la bolsa al container.
21.45 Vuelvo a subir en el ascensor. Llamo a la otra puerta.