La noticia local más destacada del día de hoy: la policía ha revelado la identidad de la mujer cuyo cuerpo ha sido encontrado esta madrugada en la Reserva Forestal de Sundow Meadow. Una pareja de Countryside encontró el cuerpo cuando estaban corriendo con sus perros en el bosque, poco antes de las seis de la mañana. La policía ha informado que la fallecida era Connie Ingram, de treinta y tres años de edad y que residía en LaGrange. La fallecida vivía con su madre, que empezó a alarmarse ayer por la noche al ver que su hija no volvía de su trabajo.
La señora Ingram comentó: «No tiene novio. Los viernes solía quedarse a tomar una copa con sus compañeras de trabajo, pero siempre se montaba en el tren de las 7.03».
Al ver que su hija no había llegado a casa con el último tren, la señora Ingram llamó a la policía, donde le dijeron que no podía poner una denuncia antes de que hubiesen transcurrido setenta y dos horas desde la desaparición. De cualquier forma, cuando la señora Ingram llamó a la policía de LaGrange, su hija ya estaba muerta. El forense del Cook County calcula que fue estrangulada alrededor de las ocho de la tarde.
Connie Ingram llevaba trabajando en la Compañía de Seguros Ajax desde que se graduó en el instituto. Sus compañeros de trabajo relataron que en los últimos días la víctima había estado nerviosa porque la policía de Chicago la acusó de estar implicada en la muerte del agente de seguros Howard Fepple. Tanto las autoridades de Countryside como las de LaGrange están colaborando estrechamente con las de Chicago en la investigación.
Otras noticias locales: un hombre del South Side resultó muerto de un disparo efectuado aparentemente desde un coche, cuando se dirigía caminando a su casa desde la estación del metro la pasada noche. Colby Sommers había participado de niño en el programa OJO del concejal Louis Durham, quien ha enviado su más sentido pésame a la familia.
¿Se siente decaído con la llegada del final del verano? Vuelva a…
Apagué la radio y aparqué el coche.
El señor Contreras me miró alarmado.
– ¿Qué pasa, muñeca? ¿Era amiga tuya? Te has puesto tan blanca como mi pelo.
– No era una amiga… Era la joven del Departamento de Reclamaciones de la que te he estado hablando. Ayer por la mañana, cuando fui a Ajax, Ralph Devereux la acusó de ocultarle algo relacionado con esos malditos cuadernos con los que se ha largado Lotty.
Connie Ingram desapareció unos minutos cuando iba hacia el ascensor. Yo pensé que se estaba escondiendo de mí, pero, tal vez, había ido al despacho de Bertrand Rossy para pedirle consejo.
Fepple tuvo que haber mandado a Ajax alguna muestra del material que obraba en su poder. Si no, ¿cómo iban a saber que en realidad podía hacerles chantaje? Se lo habría mandado a la pobre Connie Ingram, ya que con ella había establecido el contacto. Connie se dirigiría directamente a Bertrand Rossy, puesto que él se había interesado en persona por su trabajo con el expediente de Sommers. Aquella administrativa del Departamento de Reclamaciones tuvo que sentir una emoción casi insoportable cuando el joven y sofisticado ejecutivo de Zurich la eligió para sacarla de aquel agujero de la planta treinta y nueve. Le hizo jurar que no diría nada a nadie. El sabía que Connie no iría a contarle a Ralph ni a su jefa, Karen Bigelow, ni a nadie, el interés que él tenía en el asunto, puesto que había captado claramente el entusiasmo que despertaba en ella.
Pero ella era una mujer fiel a su empresa y estaba preocupada cuando salió del despacho de Ralph. Quería ser leal con el Departamento de Reclamaciones, pero tenía que consultar primero a Rossy. ¿Y qué hizo Rossy? Organizar una cita secreta con ella al final de la jornada. «Ahora no podemos hablar, no tengo ni un hueco en la agenda. Pero podemos quedar en el bar de enfrente después del trabajo. No se lo digas a nadie. No sabemos en quién se puede confiar en esta empresa.» O algo así. Y se la llevó a la reserva forestal, donde ella quizá se imaginara que iba a tener sexo con el jefazo y él la estranguló cuando ella se volvió a mirarle sonriendo.
Imaginarme la escena hizo que me estremeciera de repugnancia. Si es que estaba en lo cierto. Peppy asomó la cabeza desde el asiento de atrás y me hizo una caricia con el hocico, gimoteando. Mi vecino me echó una toalla por encima.
– Pásate a este asiento, bonita. Yo conduciré hasta casa. Té, miel, leche y un buen baño caliente es lo que necesitas ahora mismo.
No le llevé la contraria, aunque sabía que no podría quedarme sentada mucho rato. Mientras él ponía el agua a hervir para el té y preparaba unos huevos y unas tostadas, subí las escaleras para darme una ducha en mi casa.
Bajo el chorro del agua caliente, me puse a divagar y acabé pensando en lo que Ralph le había dicho a Connie el día anterior. Era algo así como Nunca pensé que en una compañía de seguros se destruyeran documentos. Si Fepple había enviado una muestra de lo que obraba en su poder, ella tendría que haberla guardado.
Cerré el grifo bruscamente y me sequé a toda prisa. Digamos que Rossy se había encargado del archivo central de reclamaciones y lo había limpiado de cualquier manuscrito de Ulrich; que había encontrado la mícroficha… Nada más fácil para él que deambular por las plantas del edificio fuera del horario de trabajo, como si estuviese supervisando el trabajo, abrir el cajón pertinente, sacar la ficha y destruirla.
Pero supuse que Connie tendría un pequeño archivador de mesa… con los documentos que tenía que consultar todos los días para resolver los casos en los que estaba trabajando. Con toda probabilidad Rossy no había pensado en ello. Nunca en su vida había hecho un trabajo administrativo. Y me apostaba lo que fuera a que lo que había enviado Fepple estaba allí.
Me vestí apresuradamente: unos vaqueros, zapatillas de deporte y una chaqueta amplia para disimular la pistola. Bajé corriendo las escaleras hasta la casa del señor Contreras, donde me tomé el tiempo necesario para beberme el té dulce y caliente que me había preparado y comerme los huevos revueltos. Estaba impaciente por irme, pero no podía dejar de tener la cortesía de sentarme a la mesa con él durante quince minutos.
Mientras comía le expliqué lo que pensaba hacer, desoyendo sus protestas por mi súbita partida. Conseguí convencerlo diciéndole que cuanto antes acabase con Rossy y con Ajax, antes podría empezar a buscar a Lotty.
Capítulo 49
Trabajo administrativo
Volví a subir corriendo a mi piso para llevarme el bolso y llamar a Ralph para saber por dónde estaba, en vez de ir dando botes de un lado a otro de la ciudad buscándolo. Cuando llegué arriba mi teléfono estaba sonando. Dejó de sonar antes de que hubiese podido abrir la puerta pero, mientras estaba hurgando en mi maletín en busca de mi agenda electrónica, volvió a sonar.
– ¡Vic! -oí decir a Don Strzepek-. ¿Es que nunca escuchas los mensajes? Te he dejado cuatro en la última hora.
– Don, olvídate de eso. Dos personas relacionadas con mi investigación han sido asesinadas esta noche, lo cual es bastante más importante para mí que devolverte las llamadas.
– Bueno, pues Rhea tuvo suerte de que no la mataran anoche. Un hombre enmascarado entró en su casa buscando esos condenados cuadernos de Ulrich Hoffman. Así que deja de comportarte como una cría y sé un poco responsable: consigue que la doctora Herschel te los devuelva antes de que alguien más resulte herido.
– ¿Que alguien entró en su casa? -me había quedado horrorizada-. ¿Y cómo sabes que andaba tras los cuadernos de Ulrich?
– Porque el asaltante se los pidió. Rhea estaba aterrorizada y el hijo de puta la ató, la apuntó con una pistola, empezó a tirar cosas de los estantes de la librería y luego estuvo revolviendo entre sus cosas personales. Tuvo que decirle que los tenía Lotty.