El tono era de broma, pero se lo estaba exigiendo. Una de las sociedades de Lloris, la que se dedicaba a la construcción de chalets de lujo, había dado un giro radical gracias a la intervención de Oriol.
Juan Lloris conoció a Oriol Martí en el departamento de asesoría de la empresa Price Watherhouse, departamento que se encargaba de buscar alternativas más rentables para sus clientes. Juan Lloris era uno de ellos. Lloris estaba convencido de que sabía manejar sus empresas, pero dado el volumen económico que habían alcanzado decidió acudir a Price Watherhouse. La empresa le asignó a Oriol Martí, que le propuso una idea que acabaría resultando magnífica: los chalets de lujo que Lloris construía en el litoral, en gran parte comprados por clientes extranjeros, debían venderse a través de un intermediario establecido en el extranjero y no con medios o vendedores propios. ¿Acaso no era lo idóneo que un alemán se los vendiera a un cliente de su propia nacionalidad? Sin duda el cliente tendría más confianza en el producto y el vendedor conocería mejor al comprador. Sabía lo que buscaba y, sobre todo, cuál era la manera más adecuada de vendérselo. El intermediario se llevaría el quince por ciento de la venta, pero se haría cargo de la publicidad y de llevar al cliente hasta el lugar donde se edificaba el chalet para que comprobara tanto su calidad como su situación geográfica. Lloris le hizo caso y la empresa, que no registraba pérdidas pero que tampoco había agotado sus posibilidades de éxito, experimentó una enorme mejora, por no hablar de los quebraderos de cabeza que se sacaba de encima. Entonces Lloris le hizo una propuesta de trabajo, ser una especie de asesor áulico de sus empresas. Oriol aceptó con la condición de que reavivara su empresa de contratas a fin de aprovechar el gran momento de las obras públicas. Y era allí, precisamente en aquella empresa, donde Lloris necesitaba el trampolín social para situarse en lugar preferente.
Oriol debía urdir una estrategia que posibilitara a Lloris ser uno de los elegidos. A Oriol también le interesaba. Los beneficios económicos de las empresas de Lloris repercutían en sus comisiones, especialmente si la idea era suya, por no hablar de que, personalmente, también pretendía, como futuro empresario, adquirir experiencia en el terreno práctico de los negocios.
– He hablado con Jordi Baulenas -dijo Oriol-, jefe de la sección de economía de El Liberal. Te hará una entrevista.
– ¿A mí? -Lloris mostró una expresión de estupor-. ¿Y qué cojones digo en una entrevista de economía?
Excelente pregunta. Pero le gustaba la idea de salir en los diarios.
– El Liberal es crítico con la política de la Generalitat. En cierto modo, aunque por otros motivos, es un caso parecido al tuyo. La Generalitat los discrimina. No les da publicidad institucional ni los incluye en el envío de diarios a escuelas e institutos.
– ¿Y por qué me harán la entrevista?
– Tu plaza de vocal en la Cámara de Comercio es noticia. Hoy lo destacaban. En la entrevista dirás que optas a la presidencia de la Cámara. Que la institución necesita una renovación a fondo o que sería mejor disolverla.
– Siempre he pensado que hay que disolverla.
– Es constitucionalmente imposible, pero les da miedo que alguien lo intente. Al Govern le molesta el jaleo, ya casi estamos en precampaña electoral. Tienes que decirlo sin radicalismos, argumentándolo. También hablarás de la llegada del TGV como un agravio comparativo respecto a Barcelona.
– ¿Qué pasa en Barcelona?
– Pues que lo harán llegar hasta el aeropuerto.
– Pidiendo, los catalanes siempre por delante de todos los españoles…
– Allí, la Cámara de Comercio, las asociaciones de empresarios y el poder político se han unido para conseguirlo. Han hecho de la interconexión del TGV con el aeropuerto un tema irrenunciable. Han conseguido que el poder central rectifique. Deberías decir -añadió Oriol evitando el tono imperativo- que la Cámara de aquí no ha dicho ni pío.
– No queremos ser menos que los catalanes.
– Pon el énfasis contra la Cámara, no contra los catalanes. Al fin y al cabo ellos trabajan por sus intereses.
– De todos modos, aquí no lo conseguiremos.
– Es obvio, pero tienes que sacarlo a relucir para dejarlos en evidencia. Se trata de presionar a la Generalitat. Sin iinterconexión propia, a los valencianos no nos queda más remedio que utilizar el aeropuerto del Prat o el futuro aeropuerto de Campo Real, que sustituirá al de Barajas, que es por el que de verdad apuesta el Ministro de Fomento. Hay otro tema: ha llegado la hora del cambio en las directivas de las asociaciones empresariales. Llevan demasiados años en el cargo. Necesitamos gente con ideas nuevas. En esto debes ser muy claro: no quieres optar a presidir ninguna asociación, que no crean que persigues intereses propios. También tienes que poner énfasis en la unidad de acción de las diversas asociaciones. Recuerda: el ejemplo catalán. Denuncia que las grandes obras públicas son siempre para los mismos. En definitiva, dale un repaso a todo lo que no les gusta y que se haga público. Falta un año para las elecciones y eso los pondrá nerviosos. A una voz discordante o se la compra o se la hunde. A ti ya han intentado hundirte. Por otra parte, como empresario de la construcción, deberías hablar sobre el tema de la inmigración, pero sin tratarlo a fondo. Decir, por ejemplo, que convendría que la Generalitat articulara una política inmigratoria.
Juan Lloris hizo un esfuerzo por memorizar las palabras de su asesor. Como si le hubiera leído el pensamiento, o el gesto, Oriol rectificó al acto:
– Aunque quizá sería mejor que no tocaras un tema tan delicado. Estaré presente en la entrevista, por si me necesitas.
– No hará falta.
Sí que hacía falta.
– Otra cosa.
– Dime.
– La cultura.
– ¿Cómo?
– Tienes que intervenir en el mundo de la cultura, sobre todo en el de las artes plásticas.
– ¿Por qué?
– Cuestión de imagen.
– ¿Qué tengo que hacer?
– Dejarte ver en ciertas inauguraciones. Ya te diré en cuáles. Pero, sobre todo, tus empresas tienen que patrocinar algunas exposiciones. Es una buena forma de ganar prestigio social.
– ¿Me costará mucho dinero?
– Sí, pero a la larga es una buena inversión. Piensa que aquí, en Valencia, es algo que no hace prácticamente ningún empresario. Sólo las entidades bancarias o las empresas públicas. Necesitamos una estrategia de imagen: la plaza de vocal en la Cámara de Comercio, la entrevista, el mecenazgo… Poco a poco iremos entrando donde hay que entrar.
– No creo que sea suficiente.
– Ya lo sé, pero necesito tiempo para pensar en otra estrategia más directa y a la vez complementaria respecto a todo eso.
– Me parece que no me conviene optar a la presidencia de la Cámara. Fracasaré.
– Perfecto. Lo convertiremos en un boicot de los empresarios que están con el poder político. Daremos la impresión de que no te quieren cerca para que no denuncies las maniobras internas de intereses personales.
– ¿Y los socialistas? ¿No sería más rápido acercarse a ellos?
– No. En primer lugar, sería sospechoso que un empresario como tú se les acercara. Y además aún no han olvidado lo que les hiciste con el Palau de la Música. Juan -Oriol empleó un tono más suave-, si haces una obra pública debes saber que, inevitablemente, un porcentaje de los beneficios son comisiones para el partido en el poder. Es una costumbre que se ha convertido en ley. Es así en todas partes.
– No hay forma de saber si es para el partido o para quien te lo pide.
– Eso es secundario, un problema interno suyo. Hay cuestiones que se deben respetar. Por cierto, en la entrevista sería oportuno que no hablaras de política. Directamente, quiero decir. Se supone que eres de derechas, pero no hace falta que lo manifiestes.
– No soy ni de derechas ni de izquierdas.