– Tengo un problema que puedes resolverme.
– Espero que no sea nada grave.
– Lo es. De hecho, he venido expresamente a hablar contigo.
– Muy bien, hablemos. Si puedo hacer algo…
– Bancam me ha denegado un crédito.
– ¿A ti?
– Al Front.
Entró en Jacinto Benavente, en dirección a las afueras por la zona sur. A la izquierda quedaba el Palau de la Música, obra de los socialistas. No figuraba en las nuevas guías oficiales de lugares de interés turístico. Más adelante, acabada de estrenar, la Ciutat de les Arts i les Ciències, un proyecto de los socialistas llevado a cabo por el Partido Conservador, que lo había convertido en un emblema de sus éxitos. Trescientos cincuenta mil metros cuadrados destinados al Palau de les Arts, al Hemisfèric, al Museu de les Ciències y al Parc Oceanogràfic, todo bajo la advocación del arquitecto Santiago Calatrava. Hacía poco, el Front había criticado con dureza los movimientos especulativos que habían tenido lugar cerca del emblema conservador, concretamente en la Avenida de Francia.
– Los créditos de Bancam a partidos políticos son concedidos por el consejo de administración de la entidad, previo informe del director general.
– No me vengas con cuentos -se molestó Petit-. En el consejo de administración mandáis vosotros.
– No podemos desautorizar al director general.
– El director general hará lo que tú digas.
– ¿De cuánto es el crédito?
– Ciento veinticinco millones de pesetas.
– ¿Para la campaña electoral?
– Sí.
– ¿No te parece muy pronto para empezarla?
– Eso es una cuestión interna -Petit detuvo el coche al lado del Centro Comercial El Saler-. Necesitamos el crédito. Denegárnoslo sería una indecencia política, precisamente ahora, cuando más falta nos hace. Es un derecho democrático. Sin el crédito, nuestras expectativas políticas son mucho menores. Sería una distorsión de la campaña.
– ¿Has hablado con los socialistas?
– No. ¿Para qué? Ellos no mandan en el consejo de administración.
Júlia quería comprobar que no lo sabían.
– Además -añadió Petit-, nosotros crecemos electoralmente a su costa. No les interesa que nos den el crédito.
– También crecéis a nuestra costa.
– Muy poco.
– Un tercio de los jóvenes que se incorporan al censo electoral os votan.
– ¿Y qué?
– Pues que si no entráis al Parlament, son votos que van a parar al partido más votado. Nosotros.
– Pura hipótesis. Entraremos y lo haremos, sobre todo, a costa de los socialistas. Objetivamente, os interesa ayudarnos.
– Extraña alianza.
– No es política, es coyuntural. A nosotros nos ha costado crecer por culpa del voto útil de un gran sector de nuestros electores a los socialistas. Pero las encuestas dicen que rozamos el cinco por ciento. Y lo sabes.
– No me fío.
– ¿De nosotros?
– Sí, de vosotros. Es cierto que os habéis moderado, pero aún hay muchos izquierdistas en vuestras filas. Si tuvierais que decidir el Govern, una parte importante de vuestro electorado, por no hablar de la mayoría de los militantes, no entendería que nos votarais.
– No nos hemos comprometido con nadie. Si se da el caso, negociaremos y decidiremos lo que nos interese. Estamos comprometidos con nuestro programa. No votaremos a los socialistas por el mero hecho de que se hagan llamar progresistas.
– Con vosotros reconozco que tenemos una contradicción: no nos interesa que os quedéis fuera del Parlament, porque eso supondría un aumento en el porcentaje de votos de los socialistas, pero por otra parte, si entráis, no sabemos cuál sería vuestra actitud.
– No he venido a negociar políticamente el crédito.
– ¿Por qué tendrían que dároslo a vosotros y no a otros partidos extraparlamentarios?
– Porque nosotros tenemos una presencia municipal y en las diputaciones que esos otros no tienen. Con una ley electoral más justa tendríamos representación parlamentaria. Pero ni vosotros ni los socialistas, pese a las promesas que nos hicisteis, queréis solucionarlo. No nos desviemos del tema, hablábamos de un crédito.
– Iré al grano, Francesc. Si pudiéramos echarte una mano, el crédito tendría un precio político.
– No pretenderás que te firme un papel que nos comprometa a daros el Govern en caso de decidirlo nosotros.
– ¿Y qué pretendes tú? ¿Que confíe en tu palabra?
– Sólo quiero que nos concedáis el crédito. Hasta ahora, cada vez que pedíamos uno no habíamos tenido ningún problema para obtenerlo. En cambio, ahora que tenemos posibilidades reales de acceder al Parlament, nos lo denegáis.
– Lo ha denegado un director general en base a un riesgo empresarial no asumible, no por motivos políticos.
– ¿Un riesgo empresarial no asumible? No se puede tratar a un partido político igual que a una empresa privada. Bancam es una entidad de interés público. Denegarnos el crédito es ir contra los intereses de más de cien mil electores, según las últimas elecciones autonómicas. Si quieres, puedes arreglarlo. Pero no nos pidas un intercambio de favores políticos.
– Si lo quieres, sólo hay un camino.
– En mi partido el secretario general tiene que consensuar los acuerdos, no como en el tuyo.
– Controlas el comité ejecutivo.
– Lo controlo desde la praxis política. Un acuerdo como el que me pides no sería entendido ni por mi propia gente.
– A veces la política hace extraños compañeros de cama. Ahora que eres tan pragmático deberías saberlo. Una cosa es la agitación política en la calle y otra muy distinta el día a día.
– Como ex militante de izquierdas, supongo que lo sabrás muy bien.
– Todos tenemos cadáveres en el armario. Y no eres el más indicado para reprocharme un proceso de cambio ideológico.
– Aún me queda ética.
– Aún no sabes lo que voy a pedirte.
Francesc Petit se quedó mirándola. Hizo amago de buscarse un cigarrillo, pero recordó que Júlia mantenía una actitud militante contra el tabaco. En el interior del coche había una claridad tenue. A pesar de ello observó de reojo el perfil de sus piernas.
– ¿Qué quieres pedirme?
– Que nos devolváis algunas de las alcaldías que disteis a los socialistas.
– Imposible, no podríamos justificarlo.
– Siempre hay una justificación: incumplimiento del programa político.
– Es un argumento muy débil. Ningún partido cumple su programa electoral.
– Buscad puntos incumplidos que sean irrenunciables para vosotros. Hay ocho alcaldías, de poblaciones importantes, que eran nuestras, porque fuimos el partido más votado, y que entregasteis a los socialistas. Para nosotros es crucial recuperarlas. En un año, podríamos conseguir una importante bolsa de votos si nos dejamos la piel haciendo obras públicas en esas poblaciones. Para el President fue un golpe muy duro perder las ocho alcaldías.
– Estaba bajo presión.
– ¿Y quién nos asegura que no lo seguirás estando?
– Ahora es distinto, ganamos el congreso por amplia mayoría. Pero aun así lo que me pides es casi imposible.
«Casi imposible.» Júlia Aleixandre tuvo en cuenta el matiz: poco antes era «imposible». Francesc Petit mostraba sus primeras fisuras. En política, las circunstancias convierten cualquier quimera en proyectos factibles. Sólo es cuestión de paciencia. Júlia miró su reloj.
– Esto es lo que hay, Francesc. Devuélveme las alcaldías. Y ahora devuélveme al museo, ceno con el President.