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El empresario fue a una punta de la terraza para oírle mejor.

– Señor Lloris, soy Joaquim Cordill, el administrador de Gramoxín.

Al constructor, Gramoxín le sonaba. De repente se volvió hacia Granero y leyó la inscripción que había en su gorra.

– Buenos días -saludó el empresario.

– Buenos días -contestaron ambos con una cortesía algo enfática.

– ¿Qué, pican?

– No, señor, no -Cordill le enseñó un par de botellas-. Estamos recogiendo agua de sus campos para analizarla en el laboratorio.

– Ah, muy bien.

– Quería darle las gracias por su confianza.

– De nada -contestó Lloris sin saber cuál era el motivo de su confianza.

– Tiene un recinto precioso y muy bien cuidado. Aquí da gusto trabajar. Una maravilla, ecológicamente hablando. Hace un rato se lo comentaba a mi ayudante -Tito asintió con la cabeza-. Es un modelo de cómo se deben llevar estas reservas.

Lloris se sintió muy satisfecho. El criterio profesional del administrador de una empresa dedicada a los productos agrícolas era de gran valor. Para contrastar la opinión de Cordill miró a Granero, pero el tío se estaba peleando con el Cohibas, que sólo ardía por la parte inferior.

– Le haremos un trabajo excelente, usted y el coto se lo merecen.

– Gracias.

Cordill se despidió con cierta solemnidad. Se sentó en medio de la barca. Tito empezó a remar de nuevo. Con las manos en la barandilla de la terraza, el empresario esparció su mirada por el recinto, tratando de captar todas las virtudes que atesoraba.

Tito no dejaba de pensar dónde había visto la cara del empresario. Como el tío Granero, tampoco disponía de una versión actualizada de la prensa. Se acordó justo cuando empezaban a dejar atrás la casa.

– Señor Cordill, ¿ese tío es el mismo que ha salido en los diarios por irse de putas?

– Sí.

– ¡Mecaguendéu, qué familia! El padre de putas, el hijo un crápula colgado. Me gustaría saber cómo es la madre.

– Seguramente una santa.

Después de escuchar a Cordill, Juan Lloris volvió junto al tío Granero con algo más de autoestima. Le hacía falta una inyección de moral. Decidió intimar con el tío.

Hacía tres días que estaba en el coto porque estaba harto de todo y de todos: de su mujer, de su hijo, de sus negocios, de sus presuntas amistades. Incluso había acabado hasta los mismísimos de las mujeres, de todas, confesión que sorprendió al tío y que sirvió para afilar su inspiración:

– Déu ens guarde de la mula queja «hi, hi» i de la dona que sap llatí [5]

Su generosidad, su buena fe -continuó el empresario-, le había llevado a su situación actual. Intentaban echar por los suelos el prestigio ganado tras años de trabajo, de sacrificio y de esfuerzos. Su mujer, tantos años juntos, ahora le dejaba. No había tenido en cuenta que si en Valencia era una señora respetada se lo debía a él; no había tenido en cuenta los recuerdos de una vida compartida, su abnegación en el trabajo desde su adolescencia, siempre con el objetivo de convertirse en un buen empresario para que ella y su familia se sintieran orgullosas. Nacidos en el mismo pueblo, ella de familia acomodada y él una persona humilde, tuvo que espabilarse para que no perdiera el nivel de vida que estaba acostumbrada a llevar. Granero aprovechó su racha creativa:

– La dona i el porc, malament si son del mateix lloc [6]

¿Y sus amigos? ¿Dónde se habían metido todos los lameculos que lo rodeaban, todos los que le habían ayudado?

– L'amic, provat; el meló, encetat [7] -había días en que lo bordaba.

Pero lo llevaban claro si pensaban que le hundirían. Un hombre como él, que había nacido con una mano delante y otra detrás, tenía recursos necesarios para enfrentarse a todos los problemas que se presentaran. Cuando las aguas se calmaran, volvería a poner las cosas en su sitio. Volvería con la lección aprendida.

– Granero, al final la historia hace justicia.

– Ya lo creo, sinyoret. Mi padre, que en gloria esté, siempre ponía el ejemplo de Sacco y Vanzetti.

– ¿También de la construcción?

– No, éstos eran anarquistas.

Lloris y el tío Granero bajaron a pasear por el margen del callejón. Gram y Junça los siguieron. Los perros estaban de lo más entusiasmados con lo de tener a su amo cerca tan a menudo. Para los animales, la presencia de Lloris era sinónimo de fiesta. Aprovechando que el empresario iba delante, el tío lanzó el Cohibas al agua y se encendió un caliquenyo. Pronto se plantaría el arroz y el color del paisaje cambiaría. El móvil interrumpió el inicio del monólogo del empresario. Al otro lado, Sebastià Aisval, su corredor de confianza, le informó de las operaciones de compra en marcha: en el futuro polígono de Picassent tenía tres prácticamente cerradas. Estaba dejándose la piel para conseguirle un buen precio. Muy bien, se animó Lloris, les daremos por saco a todos. ¿Por qué querrá darles por saco, a los pobres labradores? A Aisval le sorprendió la vehemencia del empresario. Sólo leía el Superdeporte, si ganaba el Valencia, y no sabía nada del asunto. Pero daba igual, si el señor Lloris mandaba dar por saco, se daba y punto. Lloris se sintió tan entusiasmado al comprobar que aún le quedaba gente fiel que le contó a Granero las dificultades de toda índole que, en su época, habían tenido que sufrir casi todos los grandes personajes de la historia. Le gustaba leer biografías. El tío también debería leer alguna. Unos metros por detrás, Granero le escuchaba con desgana. Hacía tres días que le escuchaba, cazaba o paseaba con él. A veces con el silencio impuesto por lo que parecían ser ataques de melancolía del empresario, otras con el incontenible cotorreo de su euforia. Según el día. Granero ignoraba cuánto duraría aquello. Trastocaba su ritmo de vida, incluso su dieta: como comían juntos, hacía tres días que no había probado una llisa. Lloris la detestaba, pero él pagaba las consecuencias. Arroz para comer, carne asada para cenar. La comida se le atragantaba.

22

Bajo el lema «La estrategia para cambiar el futuro», el Front celebró en Gandía la Sisena Trobada Nacionalista. El encuentro reunía cada año a varios partidos del ámbito lingüístico catalán y funcionaba como punto de reunión y reflexión. Como anfitrión, Francesc Petit habló de la construcción europea y de la necesidad de que los pueblos de los países sin Estado estuvieran representados en las instituciones europeas de forma directa y no mediante las anquilosadas estructuras estatales. Sin embargo Petit, dada la presencia de medios de comunicación y el numeroso público congregado, aprovechó la clausura del acto para dedicar la segunda parte de su arenga a los temas autóctonos. El dirigente marcó las grandes líneas de actuación y de discurso que llevarían al Front a consolidarse como fuerza decisiva en las Corts, en las diputaciones y en los grandes ayuntamientos del país. Analizó la realidad social, económica y política actual de los valencianos, y marcó dos sectores básicos en los que el Front debía incidir si quería convertirse en referente político. Uno estaba formado por el votante tradicional, que cuantificó en setenta mil votos, el más fiel y el que valoraba, sobre todo, el discurso claramente valencianista. El segundo estaba formado por los jóvenes, que debían percibir el Front como una organización nueva, distinta a las dos grandes fuerzas, conservadores y socialistas, consideradas tradicionales, «quemadas» y dirigidas a intereses muy alejados del Front. Consideró el voto joven algo fundamental para crecer en los grandes núcleos urbanos, una asignatura pendiente que sin duda aprobarían en las próximas elecciones. Lo dijo con tanta convicción y entusiasmo que contagió al público. Apostó por una movilización máxima de toda la organización -local, comarcal y nacional- para poder llegar a la contienda electoral con las máximas garantías. Puso el énfasis en aumentar su presencia en los medios de comunicación, aprovechando, especialmente, los medios locales y comarcales. Finalmente instó a los militantes a transmitir las inquietudes políticas del Front no sólo en lo referente al ámbito cultural y lingüístico, sino también en lo relativo al Estado del bienestar, al medio ambiente, a la economía. En definitiva, un proyecto global para los valencianos y las valencianas. Acabó afirmando que iban por el buen camino, que el tercer espacio era un proyecto que se haría realidad en las próximas elecciones, porque sería decisivo -recalcó esa última palabra- en la política valenciana.