La sonrisa de Dy se evaporó al instante.
– ¿«Alguien que conoció», dices? -Pasó el dedo por el borde del vaso dos veces, y luego le dio un golpecito-. ¿Y puedo preguntar el nombre de esa persona?
– Sí puedes y ya veo lo que estás pensando. No, no es eso a lo que me refiero. -Los hombros de su amigo se relajaron y la tensión de su mandíbula desapareció-. Su nueva amiga es Elizabeth Bennet.
– ¡Elizabeth Bennet! -Dy miró fijamente a su amigo-. ¿Tu Elizabeth? ¿Y cómo demonios ha sucedido semejante cosa?
Manteniendo la misma actitud, Darcy le contó a Dy su encuentro casual en Pemberley en agosto. Brougham enarcó una ceja al oír la palabra «casual», pero no interrumpió a su amigo.
– Desgraciadamente, recibió una carta de su casa en la que le pedían que regresara a la mayor brevedad, de manera que Georgiana se vio privada de su compañía antes de lo esperado.
– Georgiana -repitió Dy con suspicacia-, ya veo. -Miró a Darcy con pesar-. Parece que la señorita Bennet no está ya tan predispuesta en tu contra como temías. ¡Qué pena que haya tenido que marcharse! ¿Y la has visto desde entonces, o has tenido noticias de ella?
Darcy asintió con la cabeza, arrellanándose en el sillón.
– Hace poco más de una semana fui a ver a mi amigo Bingley, ¿te acuerdas de Bingley, en el baile de los Melbourne? -Dy asintió-. Estuve de visita en Netherfield, la propiedad que está pensando en comprar en Hertfordshire. Fuimos a visitar a los Bennet el día después de mi llegada. Pero las cosas no salieron bien.
Dy le lanzó una mirada interrogante.
– ¿Cómo que no salieron bien?
– Ella apenas me miró, casi no habló, aunque estuvimos juntos durante varias horas.
– ¡Eso parece bastante extraño! -dijo Dy con actitud pensativa-. ¿Quieres decir que se negó a responderte cuando le dirigiste la palabra o que no quiso contestar a tu saludo?
– ¡No, por supuesto que no! -Darcy se puso a la defensiva-. Ella estaba… no era ella misma y yo… -Darcy se miró las manos-. Yo no supe qué pensar ni qué decir.
– Ah, entonces ninguno de los dos le pudo decir mucho al otro -concluyó Dy-. Bueno, eso hace que resulte bastante difícil entablar una conversación o profundizar en una relación de cualquier tipo. Sin embargo, los dos tuvisteis menos dificultades cuando ella estuvo en Pemberley. ¿Se te ocurre alguna explicación?
Darcy miró a su amigo.
– Eres persistente, ¿verdad? -Dy se limitó a encogerse de hombros y sonreír-. Sí, hubo un problema familiar del que yo me enteré, quizá más de lo que debería haberse enterado un conocido lejano.
– ¡La carta que recibió de su casa! -Dy dio un golpe en la mesa-. Sí, ahora todo encaja. ¡Ella se sentía avergonzada por lo que tú sabías de su familia! Una situación bastante incómoda para ella, después de haber criticado tu comportamiento con tanta severidad. -Se recostó contra el respaldo y, tras unos instantes, preguntó-: ¿De verdad le gustó a la señorita Darcy?
– Sí, así fue, en el poco tiempo que pasaron juntas. Georgiana expresó sus sinceros deseos de volverla a ver.
– Entonces -dijo Dy con suavidad-, ¿quieres un consejo, amigo mío? -Darcy lo pensó y después asintió con la cabeza-. Mi consejo es que tengas fe y esperes. Tu amigo está muy bien situado para que tengas razones suficientes para visitar el condado. Deja que el tiempo pase y vuélvelo a intentar cuando la tormenta se haya calmado un poco. Si ella merece la pena, también lo merecerá el tiempo y el esfuerzo que serán necesarios para conquistarla. Porque jamás he podido leer… -citó-. ¡Pero supongo que tú ya sabes eso! -Dy se levantó y miró a su amigo-. ¡Tengo que irme! Dale mis saludos a la señorita Darcy con tanto afecto como juzgues apropiado y dile que espero veros a los dos pronto. -Hizo una estrambótica reverencia y se dirigió al otro extremo del salón, donde se encontraban un grupo de caballeros jóvenes, conocidos por su ostentosa animación.
Cuando oyó que Dy preguntaba por una pelea de gallos, Darcy sacudió la cabeza y sonrió con pesar, al pensar en la vida que su amigo había elegido o, tal vez, que le había sido impuesta. Esperar había sido el consejo de Dy, esperar y tener esperanzas. Podía hacerlo, aunque le resultara doloroso.
Porque jamás he podido leer… Darcy trató de recordar las palabras de Shakespeare, mientras se levantaba para marcharse… en cuento o en historia, que se haya deslizado exenta de borrascas la corriente del amor verdadero. Acababa de recibir su sombrero y su bastón de manos de uno de los innumerables sirvientes de Boodle's, cuando otro se dirigió a él y le entregó una nota sobre una bandeja de plata.
Darcy subió los escalones de Erewile House sin mirar casi el carruaje de su tía Catherine, que estaba estacionado en la calle. Ya era bastante singular que no hubiese escrito para comunicar su intención de hacer una visita, pero debía tratarse de algo urgente si había venido directamente hasta su casa. No podía imaginar cuál podía ser la razón de lady Catherine, excepto que estuviese relacionada con la salud de Anne. La puerta se abrió antes de que él llegara al último escalón y enseguida apareció Witcher, con una expresión bastante sombría, que recogió el sombrero y el bastón.
– ¿Dónde está? -preguntó Darcy, quitándose los guantes y cruzando el vestíbulo.
– En el salón, señor. -Witcher le hizo una inclinación al tiempo que recogía los guantes-. Le ruego que me perdone, señor Darcy, pero ella insistió en que lo llamáramos.
– Y estoy seguro de que no le dio muchas opciones -le dijo el caballero a su mayordomo-. Ha hecho bien, Witcher. ¿Le han ofrecido algo de beber a lady Catherine?
– Sí, señor, pero no quiso nada. Tal vez ahora que usted está aquí…
– Traiga un poco de té, Witcher, si es usted tan amable. -Darcy subió las escaleras y se dirigió al salón. Fuese cual fuese el motivo de aquella aparición de su tía, estaba seguro de que pronto sabría más de lo que quería. ¡Ojalá no fueran malas noticias sobre su prima!
– ¡Darcy! ¡Por fin has llegado! -Lady Catherine se había adueñado del salón. Estaba de pie, tan recta y rígida como el bastón con empuñadura de plata que tenía a su lado-. ¡Ven! -Le tendió la mano con urgencia. Darcy la tomó rápidamente y, ofreciéndole el apoyo de su brazo, la acompañó a sentarse.
– ¡Mi querida tía! -exclamó Darcy, al ver lo agotada que parecía y la manera en que se dejó caer sobre el diván-. ¿Qué sucede?
– Jamás, jamás en mi vida había estado sometida a la clase de maltrato e ingratitud que he experimentado hoy. ¡No sé hacia dónde va el mundo! -Su señoría pronunció aquellas palabras de manera enérgica-. ¡Nunca me había tomado tantas molestias sólo para ser insultada!
– ¡Tía! -Darcy la miró con una mezcla de alivio y consternación. Si no se trataba de noticias sobre Anne, ¿qué habría podido impulsarla a emprender aquel viaje?
Lady Catherine le clavó la mirada.
– He decidido hacer este tremendo esfuerzo en tu nombre, sobrino. Sí -contestó ella al ver la expresión de sorpresa de Darcy-. ¡Y en nombre de toda la familia! Alguien debe ocuparse de estas cosas antes de que sea demasiado tarde, y como yo siempre estoy atenta a lo que exigen el honor y el decoro, la desagradable tarea ha recaído sobre mis hombros. Si toda la familia se une, tal vez todavía podamos evitar que esta perversa y escandalosa falsedad se extienda más.
Un golpe en la puerta interrumpió momentáneamente la asombrosa acusación de su tía. Cuando Darcy dio permiso, Witcher y un lacayo entraron en el salón con el té. Mientras lo servían, Darcy se levantó de su silla para escapar a la aguda mirada de su tía y tener oportunidad para pensar. ¿Una escandalosa falsedad? Al oír esas palabras, había pensado enseguida en Georgiana, pero luego su tía había dicho que había sido por su causa. ¿Podría tratarse de algo relacionado con los sucesos de Norwycke o lady Monmouth? Parecía poco probable, pero ¿qué otra cosa podía ser?