Después de terminar su tarea, los criados se retiraron y Darcy se volvió hacia su tía.
– No entiendo a qué se refiere. ¿Qué falsedad es ésa?
– ¿Acaso no la has oído? -Una sonrisita se escapó de los labios fruncidos de lady Catherine, pero desapareció de inmediato-. Pero, claro, es demasiado increíble para que alguien sensato lo repita. -Lady Catherine miró a su sobrino con actitud de reproche-. Sin embargo, sobrino, debe ser enérgicamente rectificada, en especial por tu parte, y hay que demostrar que quien la difundió es un mentiroso.
Darcy empezó a perder la paciencia ante aquella extraña reticencia de su tía a hablar claro.
– Señora, si yo supiera qué es lo que ha despertado tanta inquietud en usted, tal vez pudiera tranquilizarla con más facilidad.
Lady Catherine abrió los ojos con desaprobación al oír el tono de Darcy, pero él pudo ver que no estaba intimidada. En lugar de eso, parecía a punto de sufrir un ataque.
– Esa joven… por la que me interesé tanto la primavera pasada… la amiga de la esposa de mi párroco…
– ¿La señorita Elizabeth Bennet? -Darcy no dio crédito. ¡Por Dios! ¿Acaso se habían conocido sus gestiones a favor de Lydia Bennet?
– ¡La misma! Ha mostrado ser totalmente indigna de la atención que recibió por mi parte. ¡Esa mujer ha difundido el rumor de que ella va a convertirse en la señora de Fitzwilliam Darcy! -Al decir esto último, lady Catherine golpeó el suelo con la punta de su bastón y se recostó contra el respaldo, con los ojos fijos en su sobrino.
El impacto que le causaron las palabras de su tía no podía excusar, de ninguna manera, la necesidad de mantener el control, pero el corazón comenzó a latirle como loco y sentía que la sangre corría desbocada por sus venas.
– Ya veo -logró responder en un tono neutro y rápidamente se dio media vuelta para dirigirse al diván que estaba enfrente del que ocupaba su tía, al otro lado de la mesita, y se sentó.
– ¿De verdad lo entiendes, Darcy? El cuento ya se ha difundido por Hertfordshire y ha llegado a mis oídos en Kent, no hace más de tres días. He decidido tomar medidas de inmediato, claro, y he hecho lo que se podía hacer.
¿Qué había hecho su tía? Elizabeth… ¡Oh, Darcy necesitaba saberlo! Sin embargo, si quería obtener de ella toda la información que necesitaba sobre este asunto, debía ocultar sus propias emociones y aprovecharse de los prejuicios de lady Catherine con sumo cuidado.
– Lo que veo -le explicó a su tía- es que está bastante contrariada por algo que le contaron sobre la señorita Elizabeth Bennet. ¿De dónde ha salido esa historia? ¿Es fiable la fuente?
Su tía pareció relajar la tensión con que tenía agarrado el bastón y lo dejó a un lado.
– En los dos casos, proviene de la fuente más fidedigna. Mi pastor, el señor Collins, lo mencionó, y además de ser mi párroco, está emparentado con esa mujer. Y por si fuera poco, ella es la amiga íntima de su esposa. No puede haber ningún malentendido, sobrino.
– Tal vez -dijo Darcy lentamente, mientras se inclinaba sobre la mesita, para tomar de una taza de té que le sirviera de escudo. ¿Entonces lo había sabido a través de Collins? En realidad, debía de haber sido a través de su esposa. ¿Una carta de Elizabeth? ¿O una comunicación de la familia Lucas?-. ¿Y de que forma le llegó esa información?
– ¿De qué forma? ¡Lo oí de los labios del propio Collins, Darcy! -exclamó lady Catherine con tono de protesta, al ver que Darcy enarcaba una ceja, pero luego se suavizó-. Una carta de la familia de su mujer, evidentemente, en la cual le contaban la noticia del compromiso de la hija mayor de los Bennet con tu amigo. -Lady Catherine levantó la voz-. Y se supone que pronto seguirá tu boda con la siguiente hija. ¡No podemos tolerar ese pernicioso chismorreo! -Lady Catherine volvió a golpear el suelo con el bastón, que había vuelto a agarrar con vehemencia.
Darcy negó con la cabeza.
– Mi querida tía, a lo largo de los años mi nombre se ha visto unido al de innumerables jovencitas. Todo rumores. Puro cuento. ¿Por qué debería preocuparse por este último?
– Porque -replicó ella- tú… o mejor, ella… -Lady Catherine cerró la boca y durante un momento se limitó a mirar fijamente a Darcy. Él le devolvió la mirada con toda la inocencia que pudo reunir, pero la verdad es que era esencial oír la respuesta de la anciana dama. Tenía que haber algo más que un simple chisme para que su señoría se alterara de esa forma.
– Por favor, continúe, señora.
– ¡Ah! -estalló ella-. ¡Si hubieses permitido que tu compromiso con tu prima se hiciera público, esto no habría ocurrido! Para empezar, la muchacha no se habría atrevido a pensar que podía ser posible o, a falta de eso, yo habría obtenido su promesa…
– ¡Su promesa! -Darcy se puso en pie como si hubiera sido impulsado por un resorte-. ¿Qué ha hecho? ¿Acaso se ha comunicado con la señorita Elizabeth Bennet?
– No creas, Darcy, que una carta es suficiente para poner fin a asuntos como éste. Me enfrenté a ella personalmente con su…
Darcy se quedó helado.
– ¿Cuándo? -preguntó-. ¿Cuándo ha hablado con ella? ¿Qué le dijo?
– Esta mañana, señor, y fui recibida con obscena impertinencia y una ingratitud tal que espero no volver a ver nunca nada semejante.
Darcy se dirigió lentamente hasta la ventana, intentando sobreponerse al horror que le habían causado las palabras de lady Catherine. Pero aquel sentimiento dio paso de inmediato a un torrente de indignación por sí mismo, pero aún más por Elizabeth. Cuando volvió a mirar otra vez a su tía, sus emociones se habían fundido en una furia que no podía ocultar.
– ¿Me está diciendo -comenzó en un tono preciso y exigente- que ha ido a Hertfordshire para acusar a la señorita Elizabeth Bennet de ese rumor y exigirle algún tipo de promesa? ¡Por Dios, señora! ¿Con qué propósito y con qué derecho interfiere en un asunto que sólo a mí me corresponde resolver?
Los ojos de lady Catherine brillaron con una luz marcial. Se enderezó y, agarrando su bastón, volvió a golpear el suelo.
– ¡Por el derecho que me concede el hecho de ser tu pariente más cercana y pensando sólo en tus intereses! -Lady Catherine se levantó y se dirigió a Darcy con mordacidad-. ¡Sí, por tu bien! ¡Ay, yo capté tu debilidad cuando ella estuvo en Rosings durante la primavera, pero no podía creer que estuvieras tan dominado por las artes y los encantos de esa muchacha -¡y bajo mi propio techo!-, como para permitir ningún tipo de presunción! Si hubiera puesto este asunto en tus manos, ¿qué habría sucedido? Si ella no se conmueve con los argumentos del deber, el honor y la gratitud, ¿cómo se la puede convencer sino con la verdad de lo que le esperaría a semejante presunción? ¡Y yo estoy en todo mi derecho de decírselo! ¡Ella no debe atentar contra el deber que tienes con tu familia, ni puede interponerse en la felicidad de mi hija!
Darcy rodeó la mesa y le devolvió la mirada con toda la rabia que habían generado las palabras y las acciones de su tía.
– Se ha extralimitado, señora. No puede haber excusa suficiente para perdonar su intromisión en un asunto tan personal como el que describe, o para importunar a alguien tan absolutamente ajeno a usted, pero que, sin embargo, está sometido a sus caprichos por la superioridad de su rango.
– ¡Si hubiese recurrido a ti, sólo lo habrías negado! Entonces, ¿dónde estaríamos? Ella, al menos, no negó…
– ¿Negar qué? -Darcy sintió el impulso de sacudir a la mujer que tenía delante, aunque se tratase de su tía-. ¿Cómo quedaron las cosas entre ustedes?
– ¡Ella no quiso prometerme nada! Aunque le hice un recuento de todas las desventajas que resultarían de semejante matrimonio, ¡no quiso oír nada! Se negó a prometer que no aceptaría un compromiso si le fuera ofrecido. ¡Criatura tozuda y obstinada! ¡Así se lo dije! ¡Ella está decidida a arruinarte! ¡Está determinada a convertirte en el hazmerreír de todo el mundo!