Выбрать главу

Milord Brougham ha tenido la amabilidad de sugerirme otros libros que valdría la pena que yo leyera y también se ha empeñado en ampliar mis conocimientos de arte. Con ese fin, con frecuencia leemos juntos y asistimos a exposiciones y conferencias tanto de temas históricos como artísticos. También te alegrará saber, querido hermano, que milord no queda satisfecho hasta que soy capaz de hacer preguntas inteligentes sobre el tema que estamos leyendo, o puedo responder las suyas.

– ¿Se supone que debo alegrarme de saber eso? -Darcy frunció el ceño mientras jugaba con el delicado papel entre los dedos-. ¡Ese maldito sinvergüenza! -¿Qué era lo que pretendía Dy? Ya estaba llegando demasiado lejos. ¡Él le había pedido que la visitara de vez en cuando, no que pasara todo el tiempo con ella! Darcy casi había decidido enviarle una nota de advertencia a su concienzudo amigo, cuando un poco más adelante vio en la carta de Georgiana un nombre que lo hizo estremecerse.

La dama le rogó a D'Arcy que nos presentara, él accedió y me la presentó como la nueva esposa de un amigo tuyo de Cambridge, el vizconde Monmouth. Lady Sylvanie Monmouth fue muy amable y me preguntó sobre mi música y otras cuestiones. Preguntó especialmente por ti, Fitzwilliam, y estaba deseosa de saber cuándo volverías a Londres. Yo estaba a punto de decírselo cuando regresó lord Brougham, que había ido a buscar un poco de ponche, y tuvo la desgracia de tirar uno de los vasos sobre el vestido de lady Sylvanie, el cual, me temo, debió de quedar estropeado para siempre. Como te imaginarás, lady Monmouth se tuvo que retirar enseguida a su carruaje, pero prometió visitarme esta misma semana.

– ¡Sylvanie! -Darcy cerró los ojos-. ¡Por Dios! -Tenía la esperanza de que Tris la mantuviera en una de sus propiedades rurales al menos medio año, antes de arriesgarse a enfrentarse al chismorreo de Londres. Ninguno de los acontecimientos que habían tenido lugar en el castillo de Norwycke había trascendido hasta los corrillos londinenses, pero el apresurado matrimonio del vizconde había sido razón suficiente para despertar la insana curiosidad de la alta sociedad. Pero ¿qué querría lady Sylvanie de Georgiana? ¿Por qué tenía interés en conocer a una muchacha que todavía no había sido presentada en sociedad? Darcy estaba seguro de que había algún propósito tras esa presentación forzada. ¿Sería posible que ella viera a Georgiana como un vehículo potencial de venganza por la muerte de su madre, lady Sayre?-. ¡Gracias a Dios, Dy estaba a su lado! -Darcy bendijo a su amigo, pues sabía que lo del ponche no había sido un accidente, y enseguida abrió su carta.

Darcy,

Envío la nota de la señorita Darcy por correo urgente, porque ha sucedido algo que no me gusta nada. Quisiera que hubieras confiado en mí y me hubieras contado lo que sucedió en Norwycke, porque así estaría en mejor posición para ayudarte ahora. Pero lamentablemente no fue así. Sin embargo, yo tengo mis propios recursos y me propongo descubrir qué es lo que quiere la nueva lady Monmouth presentándose ante la señorita Darcy. Te juro, viejo amigo, que sólo la dejé sola un instante… Debes darle las gracias al idiota de tu primo por habérsela presentado, pero ¿qué se puede esperar de un hombre que es capaz de proponerle matrimonio a lady Felicia? Logré mandar a casa a la dama antes de que la conversación hubiese llegado muy lejos. Pero desgraciadamente lady Monmouth anunció que pretendía hacer una visita. No temas; le dejaré instrucciones a tu mayordomo, y tal vez también a Hinchcliffe, para que digan que la señorita Darcy no está en casa. ¡Ese sí que es un tipo excelente y muy tierno en todo lo que tiene que ver con tu hermana! ¡Un buen hombre! Desde luego, también solicitaré la ayuda de la buena señora Annesley y doblaré mi vigilancia. Amigo mío, puedes confiar plenamente en mí en lo que respecta a este asunto. Prometo mantenerte informado. No tienes que regresar enseguida a casa. Todo está bajo control.

Dy

Darcy se inclinó hacia delante, agarró el tirador del cajón y lo abrió totalmente. Puso dentro las cartas con cuidado y lo cerró. «Todo está bajo control». A pesar de lo irresponsable que Dy parecía a veces, Darcy sabía que, cuando se comprometía a algo, uno podía darlo por hecho. No le gustaba en absoluto que su hermana se hubiese encontrado con lady Monmouth, pero regresar corriendo a Londres podía ser exactamente lo que estaba buscando Sylvanie. No, Darcy se quedaría en Kent, porque allí iba a decidirse su futuro.

– ¿Darcy? ¡Eh, Darcy! -Más que sus palabras, lo que distrajo la atención de Darcy de la contemplación de la maravillosa luz del sol que jugaba con los hermosos rizos de Elizabeth fue el sonido divertido que pudo apreciar en la voz de Fitzwilliam-. ¡Nunca te había visto comportarte de una forma tan estúpida, primo! Se lo juro, señora -dijo el coronel, dirigiéndose a la señora Collins-. ¡Generalmente no es tan descortés como para ignorar por completo a su anfitriona! Sé que es capaz de articular al menos media docena de palabras de manera coherente.

– Eso, mi querido primo, se debe a que los militares rara vez podéis recordar el significado de un comunicado que contenga más palabras -repuso Darcy, plenamente consciente de la mirada burlona de su primo. Insensible al dardo, Fitzwilliam hizo ademán de desplomarse por el impacto, lo cual hizo que todo el salón se riera. ¡Maldito Richard! Pero era cierto. Darcy se había distraído y se había quedado absorto en la contemplación exclusiva de la mujer que estaba sentada ante él, iluminada por la luz de la mañana que entraba por la ventana más próxima-. Le ruego que me perdone, señora. ¿Puedo servirle en algo?

– No era nada importante, señor Darcy. -La sonrisa de la señora Collins parecía sincera, al igual que la curiosidad que se reflejó en su rostro. Darcy tendría que tener más cuidado y vigilar mejor su errática atención. No, no es errática, se corrigió. El problema era totalmente lo contrario; su atención estaba exclusivamente dirigida… a Elizabeth. Su rostro, su figura, su cabello, la encantadora manera en que su voz subía y bajaba por la escala musical, la delicadeza de sus manos, sosteniendo con sus dedos firmes el bordado. Darcy no se atrevía ni siquiera a pensar en los ojos o en esos labios que ahora esbozaban una sonrisa, al presenciar el cómico diálogo entre él y Richard… ¿O tal vez se estaba burlando de su distracción? ¡Maldición! Darcy miró hacia la ventana. Aquélla era su tercera visita a la rectoría esa semana, la segunda con Richard, y él se encontraba tan cerca de tomar una decisión como del domingo. Decidió que el problema era que había demasiada gente alrededor. Aunque después de su reciente experiencia sabía que las entrevistas privadas estaban llenas de peligros y dificultades, ¿cómo podría obtenerlas respuestas que necesitaba? ¿Cómo podría lograrlo? No podía depender de otra feliz casualidad, y tampoco podía esconderse entre los arbustos esperando a encontrarla sola.

– ¡Ah, nunca debe pensar eso! -La respuesta de la señora Collins a algo que Fitzwilliam había dicho interrumpió la reflexión de Darcy sobre su dilema-. La señorita Bennet es una joven muy fuerte, como muchas de las jovencitas de Hertfordshire. ¡La he visto caminar desde su casa hasta Meryton y regresar hasta dos veces en un día!