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ARCÁNGEL DE LAS TINIEBLAS

Me miras con tus ojos azules,nacido del abismo.Me miras bajo tu crespa cabellera nocturna,helado cielo fulgurante que adoro.Bajo tu frente níveados arcos duros amenazan mi vida.No me fulmines, cede, oh, cede amante y canta.Naciste de un abismo entreabiertoen el nocturno insomnio de mi pavor solitario.Humo abisal cuajante te formó, te precisó hermosísimo.Adelantaste tu planta, todavía brillante de la roca pelada,y subterráneamente me convocaste al mundo,al infierno celeste, oh arcángel de la tiniebla.
Tu cuerpo resonaba remotamente allí, en el horizonte,humoso mar espeso de deslumbrantes bordes,labios de muerte bajo nocturnas avesque graznaban deseo con pegajosas plumas.
Tu frente altiva rozaba estrellasque afligidamente se apagaban sin vida,y en la altura metálica, lisa, dura, tus ojoseran las luminarias de un cielo condenado.
Respirabas sin vientos, pero en mi pecho dabaaletazos sombríos un latido conjunto.Oh, no, no me toquéis, brisas frías,labios larguísimos, membranosos avancesde un amor, de una sombra, de una muerte besada.
A la mañana siguiente algo amanecíaapenas entrevisto tras el monte azul, leve,quizá ilusión, aurora, ¡oh matinal deseo!,quizá destino cándido bajo la luz del día.
Pero la noche al cabo cayó pesadamente.Oh labios turbios, oh carbunclo encendido,oh torso que te erguiste, tachonado de fuego,duro cuerpo de lumbre tenebrosa, pujante,que incrustaste tu testa en los cielos helados.
Por eso yo te miro. Porque la noche reina.Desnudo ángel de luz muerta, dueño mío.Por eso miro tu frente, donde dos arcos impasiblesgobiernan mi vida sobre un mundo apagado.

PODERÍO DE LA NOCHE

El sol cansado de vibrar en los cielosresbala lentamente en los bordes de la tierra,mientras su gran ala fugitivase arrastra todavía con el delirio de la luz,iluminando la vacía prematura tristeza.
Labios volantes, aves que suplican al díasu perduración frente a la vasta noche amenazante,surcan un cielo que pálidamente se irisaborrándose ligero hacia lo oscuro.
Un mar, pareja de aquella larguísima ala de la luz,bate su color azuladoabiertamente, cálidamente aún,con todas sus vivas plumas extendidas.
¿Qué coyuntura, qué vena, qué plumón estiradocomo un pecho tendido a la postrera caricia del solalza sus espumas besadas,su amontonado corazón espumoso,sus ondas levantadasque invadirán la tierra en una última búsqueda de la luz escapándose?
Yo sé cuan vasta soledad en las playas,qué vacía presencia de un cielo aún no estrellado,vela cóncavamente sobre el titánico esfuerzo,sobre la estéril lucha de la espuma y la sombra.
El lejano horizonte, tan infinitamente solocomo un hombre en la muerte,envía su vacío, resonancia de un cielodonde la luna anuncia su nada ensordecida.
Un claror lívido invade un mundo donde nadiealza su voz gimiente,donde los peces huidos a los profundos senos misteriososapagan sus ojos lucientes de fósforo,y donde los verdes aplacados,los silenciosos azulessuprimen sus espumas enlutadas de noche.
¿Qué inmenso pájaro nocturno,qué silenciosa pluma total y neutraenciende fantasmas de luceros en su piel sibilina,piel única sobre la cabeza de un hombreque en una roca duerme su estrellado transcurso?
El rumor de la vidasobre el gran mar ocultono es el viento, aplacado,no es el rumor de una brisa ligera que en otros días felicesrizara los luceros,acariciando las pestañas amables,los dulces besos que mis labios os dieron,oh estrellas en la noche,estrellas fijas enlazadaspor mis vivos deseos.
Entonces la juventud, la ilusión, el amor encantadorizaban un cabello gentil que el azul confundíadiariamente con el resplandor estrellado del sol sobre la arena.Emergido de la espuma con la candidez de la Creación reciente,mi planta imprimía su huella en las playascon la misma rapidez de las barcas,ligeros envíos de un mar benévolo bajo el gran brazo del aire,continuamente aplacado por una mano dichosaacariciando sus espumas vivientes.
Pero lejos están los remotos díasen que el amor se confundía con la pujanza de la naturaleza radiantey en que un mediodía feliz y poderosohenchía un pecho, con un mundo a sus plantas.
Esta noche, cóncava y desligada,no existe más que como existen las horas,como el tiempo, que pliegalentamente sus silenciosas capas de ceniza,borrando la dicha de los ojos, los pechos y las manos,y hasta aquel silencioso calorque dejara en los labios el rumor de los besos.
Por eso yo no veo, como no mira nadie,esa presente bóveda nocturna,vacío reparador de la muerte no esquiva,inmensa, invasora realidad intangibleque ha deslizado cautelosasu hermético oleaje de plomo ajustadísimo.