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Roanna esperaba con temor los días que se avecinaban.

– Tenemos los resultados de la autopsia,- dijo Booley a Webb el día después del entierro. Estaban en la oficina de Booley otra vez. Webb tenía la sensación de haber pasado más tiempo allí desde la muerte de Jessie que en cualquier otro lugar.

El aturdimiento inicial ya había pasado, pero la pena y la cólera todavía las reprimía en su interior, tanto más potentes por la necesidad guardárselas dentro. No se atrevió a bajar la guardia ni un segundo o su rabia explotaría sobre todos: sus supuestos amigos, que se habían mantenido tan lejos de él como si hubiera contraído la lepra; sus socios, algunos de los cuales parecían secretamente encantados con su problema, los bastardos; y por encima de todos ellos su amada familia, quienes por lo visto, todos ellos, pensaban que era un asesino.

Sólo Roanna se había acercado a él y le había dicho que lo sentía. ¿Porque había sido ella misma quien asesinara a Jessie por accidente, y tenía miedo de decirlo? No podía estar seguro, sin importar lo que sospechara. Lo que sí sabía era que ella también lo había evitado, Roanna quien siempre hacia lo que fuera para ir pegada a sus talones, y que definitivamente se sentía culpable por algo.

No podía evitar preocuparse por ella. Sabía que no estaba comiendo, y estaba alarmantemente pálida. También había cambiado, de forma muy sutil, de un modo que no podía analizar porque estaba todavía tan enfadado que no podía concentrarse en aquellas diminutas diferencias.

– ¿Sabías que Jessie estaba embarazada? – preguntó Booley. Si no hubiera estado sentándose en ese momento, las piernas de Webb se habrían doblado, dejándolo caer. Contempló a Booley totalmente conmocionado.

– Me parece que no, -dijo Booley. Maldición, este caso tenía tantos giros y recovecos como un laberinto. Webb seguía siendo el mejor sospechoso como asesino de Jessie, lo cual no era mucho decir, pero así estaban las cosas. No había pruebas, punto; ninguno testigo y ningún móvil que conocieran. No podría condenar ni a un mosquito con las pruebas que tenía. La coartada de Webb se había comprobado, El testimonio de Roanna había establecido que Jessie estaba viva cuando Webb se había marchado, así que lo único que tenían era un cadáver. Un cadáver embarazado, según el último giro.

– Estaba aproximadamente de siete semanas, según el informe. ¿Tenía nauseas o algo por el estilo?

Webb hizo un gesto negativo. Sentía los labios entumecidos. De siete semanas. El bebé no era suyo. Jessie se la había estado pegando. Se tragó el nudo que sentía en la garganta, tratando de dilucidar lo que este significaba. No había encontrado ninguna indicación de que le había sido infiel, y tampoco hubo ningún cotilleo; en una pequeña ciudad, habría corrido el chisme, y la investigación de Booley lo habría destapado. Si le decía a Booley que el bebé no era suyo, entonces éste sería considerado como un motivo creíble para matarla. Pero ¿y si la había matado su amante? Sin tener ninguna pista de quién pudiera ser ese hombre, no había ningún modo de averiguarlo, incluso asumiendo que Booley lo escuchara.

Calló cuando pensó que Roanna podría haber matado a Jessie, y ahora se veía forzado a mantener la misma posición otra vez. Por la razón que fuera, porque no podía obligarse a destruir a Ro o porque revelar que el bebé de Jessie no era suyo era atraer incluso más sospecha sobre su propia cabeza, el asesino de su esposa iba a quedar impune. Una oleada de impotente rabia lo inundó otra vez, corroyéndolo por entero, como el ácido; rabia hacia Jessie, hacia Roanna, hacia cada uno, y sobre todo hacia si mismo.

– Si ella lo sabía,-dijo finalmente, con voz ronca, – no me lo contó.

– Bien, algunas mujeres se retrasan desde el principio, y otras no. Mi esposa tuvo el período durante cuatro meses con nuestro primer hijo; no teníamos ni idea de por qué vomitaba todo el tiempo. No sé por qué lo llaman nauseas matutinas, porque Bethalyn vomitaba a todas horas del día y noche. Nunca sabía lo que la haría sentirse mal. Pero bueno, con los demás, lo supo casi desde el principio. Supongo que ella aprendió a reconocer los síntomas. De todos modos, lo siento, Webb. Lo del bebé y todo eso. Y, uh, mantendremos el caso abierto, pero francamente no tenemos ni una mierda de pista para continuar.

Webb permaneció sentado durante un momento, contemplando el blanco de sus nudillos mientras se aferraba a los brazos de la silla.

– ¿Significa eso que no vas a investigarme más?

– Supongo que es lo que significa.

– ¿Puedo abandonar la ciudad?

– No puedo impedírtelo.

Webb se levantó. Todavía estaba pálido. Se detuvo en la puerta y miró atrás en dirección a Booley. -No la maté,- dijo.

Booley suspiró. -Era una posibilidad. Tenía que comprobarlo.

– Lo sé.

– Desearía haber descubierto al asesino para ti, pero no pinta bien.

– Lo sé,- dijo Webb otra vez y silenciosamente cerró la puerta detrás de él.

En un momento de su corto paseo hasta motel, tomó su decisión.

Él embaló su ropa, pagó la cuenta del motel, y condujo de vuelta a Davencourt. Su mirada era amarga cuando contempló la magnífica y vieja casa, coronando un leve promontorio, con sus elegantes y refinadas alas extendidas, como dando la bienvenida a su seno. Había amado vivir aquí, un príncipe en su propio reino, sabiendo que un día sería todo suyo. Le había gustado contribuir por si mismo a la prosperidad de su reino. Incluso se había casado con la princesa. Infiernos, había estado más que encantado de casarse con ella. Jessie había sido suya desde aquel lejano día cuando se habían sentado juntos, meciéndose en el columpio bajo el enorme y viejo roble y tuvieron su primera batalla por el dominio.

¿Se había casado con ella por puro ego, determinado a demostrarle que no podía jugar sus pequeños juegos con él? Si era honesto, entonces la respuesta era sí, esa había sido una de las razones. Pero otra había sido el amor, un amor extraño mezcla de una infancia compartida, un papel compartido en vida, y la fascinación sexual que había existido entre ellos desde la pubertad. No era buena base para el matrimonio, ahora lo sabía. El sexo había perdido su fascinación malditamente rápido, y su pasado en común y las vivencias compartidas no habían sido lo bastante fuertes para mantenerlos unidos después de que la atracción hubiera desaparecido.

Jessie había estado acostándose con otro hombre. U hombres, por lo que él sabía. Conociendo a Jessie como la conocía, comprendió que probablemente lo había hecho como venganza, porque no se había plegado humildemente a cada uno de sus caprichos. Ella era capaz de casi todo cuando la contrariaban, y aún así nunca esperó que fuera a engañarlo. Su reputación en Tuscumbia y Colbert Country había sido demasiado importante para ella, y esta no eran grandes ciudades de paso donde los amantes pudieran ir y venir sin que nadie les prestara demasiada atención. Esto era el Sur, y en algunos aspectos el Viejo Sur, donde las apariencias y los modales refinados primaban, al menos entre los estratos medio y alto de la sociedad.

Pero no solo se había acostado con otro, sino que además no había usado medios anticonceptivos. ¿También por venganza? ¿Pensaría que seria deliciosa divertido hacerlo cargar con un hijo que no era suyo?