– Circuló el rumor de que Curtis había sufrido el acoso de algunos agentes por el hecho de ser homosexual, pero la cosa no apuntaba al asesinato, y todas las pruebas circunstanciales apuntaban a Verma.
Kovac suspiró y miró en derredor. El alguacil bromeaba con el secretario. La abogada defensora, una mujer achaparrada de desaliñado moño gris y enormes gafas de montura transparente, dejó su supermaletín sobre la mesa y se acercó a Logan con una sonrisa torva en el rostro.
– Última oportunidad para hacer un trato, Chris.
– Ni hablar, Phyllis -replicó Chris mientras sacaba de su maletín un expediente más voluminoso que la Biblia -. Guerra sin cuartel contra los obsesos por la pornografía infantil.
– Es una pena que los asesinos no te merezcan la misma opinión -comentó Kovac antes de alejarse.
– ¿Por qué fuiste a ver a Verma? -preguntó Liska, robando una patata frita de la cesta de plástico roja en que habían servido la comida de Kovac; llegaba tarde, de modo que Kovac había pedido sin ella-. Maldito embustero de mierda -añadió.
– ¿Lo conoces?
– No -repuso mientras paseaba una segunda patata frita por el ketchup amontonado en el plato de Kovac-, pero todos son unos malditos embusteros de mierda. Es mi generalización del día.
– ¿Quieres comer algo? -sugirió Kovac, llamando por señas a la camarera.
– No, me comeré lo tuyo.
– Y una mierda. Ya me debes unas noventa y dos mil patatas fritas. Nunca pides para ti.
– Es que engordan demasiado.
– ¿Ah, sí? ¿Y engordan menos si las pido yo?
– Exacto -asintió Liska con una sonrisa radiante-. Además, si dejas de fumar engordarás, así que encima te hago un favor. ¿Por qué fuiste a ver a Verma?
Kovac se apartó de la hamburguesa, pues de repente había perdido el apetito. Había elegido Patrick's por inercia, y a decir verdad se arrepentía. Como siempre, el establecimiento estaba abarrotado de policías. Kovac ocupaba un reservado al fondo de la sala y tenía la espalda apoyada contra la esquina. Lo cierto era que se sentía un poco acorralado. No le gustaba lo que le había dicho Verma ni lo que había insinuado Logan. No le hacía gracia saber que si decidía escarbar un poco más en la vida de Andy Fallon, descubriría que casi todos los demás jugadores serían policías, y con toda probabilidad, no todos ellos buenos.
– Porque si Asuntos Internos estaba metido en el asunto Curtis, no sé por qué; Savard no quiso decírmelo -repuso en tono confidencial-. Puede que investigaran el asesinato en sí, como afirma el tipo que te llamó. O puede que investigaran la investigación. Quería averiguar algo más antes de acudir a Springer en busca de respuestas.
– Cal Springer no ve más allá de sus narices -declaró Liska antes de pedir una Coca-Cola a una camarera muy poco entusiasta-. Pero nunca he oído a nadie decir que sea corrupto.
– Es un imbécil -sentenció Kovac-. Un capullo pomposo que pasa más tiempo organizando los actos del sindicato que trabajando en sus casos. Aun así, el asunto Curtis parecía muy sencillo. Ni siquiera Springer debería haberla cagado, pero Verma afirma que él no se lo cargó.
Liska abrió los ojos y la boca de par en par.
– ¡Dios mío, un inocente en la cárcel!
– Sí, pobrecita Blancanieves -espetó Kovac con sarcasmo-. Pero en fin, afirma que un poli puso el reloj de Eric Curtis en su casa. Ogden.
– ¿Ogden, el de ayer? -exclamó Liska con el ceño fruncido.
– El mismo. Una acusación así sería un duro golpe para Asuntos Internos. Logan me dijo que el asunto apestaba de tal forma que Sabin no quería ni tocarlo. Y eso que Ted Sabin no es de los que se arredran, sobre todo teniendo en cuenta que Curtis era policía.
– Curtis era policía y homosexual -le recordó Liska-. Víctima de un delincuente que atacaba abiertamente a hombres homosexuales. ¿Crees que al alcalde y sus secuaces les conviene que los medios de comunicación se ceben en eso?
Kovac reconoció con un ademán que Liska tenía razón.
– Verma también afirma que fue un policía quien se cargó a Curtis.
– ¿Y cómo es que nunca habíamos oído hablar del tema? -se sorprendió Liska, alterada por la posibilidad de que la hubieran excluido del meollo.
– Buena pregunta. Los de Asuntos Internos solo llevaban cosa de un mes metidos en el asunto, mientras que Verma lleva al menos dos meses entre rejas. Puede que nadie supiera que Asuntos Internos estaba investigando. Desde luego, Springer no se habría dedicado a pregonarlo a los cuatro vientos si lo hubiera sabido. Tendría el culo tan apretado que no habría podido ni articular palabra -comentó con una risita ahogada-. ¡Ja! ¿Te imaginas a Asuntos Internos detrás de Cal Springer? Qué gracia.
Liska no coreó sus risas, pero Kovac no se dio cuenta de ello.
– Puede que nadie lo supiera hasta que Andy Fallon habló -aventuró.
– ¿Podrías quedar con tu hombre misterioso y averiguar más detalles?
Liska hizo una mueca.
– Tengo que esperar a que me llame, porque no quiso darme su número. Parecía muy nervioso.
– Seguro que en Asuntos Internos tienen su nombre y su número, a juzgar por lo que oíste ayer.
– Pero no nos los darán; ni siquiera podemos pedírselo. El caso está oficialmente cerrado.
– Estará cerrado cuando yo lo diga -replicó Kovac.
Reparó sin entusiasmo en que se había puesto chulo. Era su caso, y no quería que nadie le dijera cómo llevarlo, cuándo dejarlo ni ninguna otra cosa. Investigaba hasta que quedaba satisfecho, y para eso quedaba un largo trecho.
– Esta vez no será tan sencillo -advirtió Liska-. ¿Sabes quién se encargó de que el cadáver de Andy Fallon se saltara la larga cola del depósito?
– Esto no me va a gustar, ¿verdad? -masculló Kovac, ceñudo.
– Ni pizca.
Kovac lanzó un suspiro y apartó de sí el plato.
– Joder… Bueno, ¿quién?
Liska cortó la parte mordisqueada del bocadillo, lo cogió y dio un enorme bocado, manchándose las comisuras de los labios de ketchup. Se limpió la boca con una servilleta y miró a Kovac de hito en hito.
– Ace Wyatt.
– Qué capullo -gruñó Kovac.
– Para hacerle un favor a Mike.
– Ya, y alardear un poco de poder. Desde luego, a nosotros no nos ha hecho ningún favor.
Bebió un trago de cerveza y miró a su alrededor, recordando la noche de la fiesta celebrada en honor de Ace Wyatt. Ambiente demasiado festivo, mucha gente, calor, humo… Vio a Mike Fallon en el suelo, la expresión tensa en el rostro de Ace Wyatt.
Pensó en la carga que debía representar que un hombre te debiera la vida y que ese hombre nunca te permitiera olvidarlo. Era una obligación que jamás cesaba. Ace Wyatt seguía salvando a Mike Fallon, cobrándose favores por su bien. Con toda probabilidad, por influencia de Ace Wyatt se había tachado la muerte de Andy de accidente en lugar de suicidio, para así ahorrar a Mike la carga que ello suponía y poder cobrar el seguro de vida.
– ¿Tienes los informes? -preguntó a Liska-. ¿Los ha acabado Stone?
– Stone no practicó la autopsia; lo hizo Upshaw.
– ¿Upshaw? ¿Y quién coño es Upshaw?
– Un tipo nuevo. Bastante mono, por cierto, si te van los tíos que se pasan la vida trajinando cadáveres, lo cual no es mi caso -comentó Liska antes de dar cuenta del resto de la hamburguesa.
– Aparte del físico, ¿te has fijado en alguna otra cosa? ¿En si tiene cerebro, por ejemplo?
– Yo diría que por lo menos medio, porque no babeaba. En cuanto a si sabe lo que se hace… Es demasiado pronto para saberlo.
– Genial.
– El informe preliminar afirma que Fallon murió por asfixia. El cadáver no presenta ninguna otra herida significativa ni indicios de lucha.
– ¿Había tenido relaciones sexuales?
– Upshaw dice que no encontró semen en ningún lugar inapropiado, de modo que si fue un juego que se desmadró, estaban practicando sexo seguro y reservándose el plato fuerte para el final. O tal vez el asunto no tenía nada que ver con el sexo.