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Pereira sostiene que no sabe por qué dijo aquello, quizá simplemente porque detestaba a la portera y a la policía salazarista, el hecho es que le salió así, pero no fue por crear una complicidad ficticia con aquel jovenzuelo a quien aún no conocía; no fue por eso, el motivo exacto no lo sabe, sostiene Pereira.

5

A la mañana siguiente, cuando Pereira se levantó, sostiene, en la cocina había una tortilla de queso entre dos rebanadas de pan. Eran las diez, y la mujer de la limpieza venía a las ocho. Evidentemente se la había preparado para que se la llevara a la redacción, para la hora de comer. Piedade conocía muy bien sus gustos, y Pereira adoraba la tortilla de queso. Bebió una taza de café, se bañó y se puso una chaqueta, pero decidió que no se pondría corbata. Sin embargo se la metió en el bolsillo. Antes de salir se detuvo ante el retrato de su esposa y le dijo: He conocido a un chico que se llama Monteiro Rossi y he decidido contratarlo como colaborador externo para que me haga necrológicas anticipadas, creía que iba a ser un chico muy despierto, pero me parece que más bien es un poco pasmado, podría tener la edad de nuestro hijo, si hubiéramos tenido un hijo, se me parece un poco, le cae un mechón de pelo sobre la frente, ¿te acuerdas de cuando a mí también me caía un mechón de pelo sobre la frente?, era en los tiempos de Coimbra, bueno, no sé qué decirte, ya veremos, hoy va a venir a verme a la redacción, dijo que me iba a traer una necrológica, sale con una chica muy guapa que se llama Marta y que es pelirroja, pero se las da de listilla, y habla de política, en fin, qué le vamos a hacer, ya veremos.

Cogió el tranvía hasta la Rua Alexandre Herculano y después subió fatigosamente a pie hasta la Rua Rodrigo de Fonseca. Cuando llegó delante del portal estaba empapado de sudor, porque era un día tórrido. En el zaguán, como de costumbre, se encontró con la portera, quien le dijo: Buenos días, señor Pereira. Pereira la saludó con un movimiento de cabeza y subió la escalera. Apenas entró en la redacción, se quedó en mangas de camisa y encendió el ventilador. No sabía qué hacer y eran casi las doce. Se le ocurrió comerse su pan con tortilla, pero era todavía pronto. Entonces se acordó de la sección «Efemérides» y se puso a escribir. «Se cumplen tres años de la desaparición del gran poeta Fernando Pessoa. Hombre de cultura inglesa, había decidido escribir en portugués porque sostenía que su patria era la lengua portuguesa. Nos ha dejado bellísimas poesías dispersas en revistas y un largo poema, Mensaje, que es la historia de Portugal vista por un gran artista que amaba a su patria.» Releyó lo que había escrito y le pareció nauseabundo, la palabra es nauseabundo, sostiene Pereira. Entonces arrojó la hoja a la papelera y escribió: «Fernando Pessoa nos dejó hace tres años. Son pocos los que han sabido de él, casi nadie, en realidad. Vivió en Portugal como un extranjero, tal vez porque era un extranjero en todas partes. Vivía solo, en modestas pensiones o habitaciones alquiladas. Le recuerdan sus amigos, sus compañeros, aquellos que aman la poesía.»

Después cogió el pan con la tortilla y le dio un mordisco. En ese momento oyó que llamaban a la puerta, escondió el pan y la tortilla en un cajón, se limpió la boca con una hoja de papel de la máquina de escribir y dijo: Adelante. Era Monteiro Rossi. Buenos días, señor Pereira, dijo Monteiro Rossi, perdóneme, quizá me haya adelantado, pero es que le he traído una cosa, verá usted, ayer por la noche, al volver a casa, me vino la inspiración, y además he pensado que aquí en el periódico quizá se pudiera comer algo. Pereira le explicó con paciencia que aquella habitación no era el periódico, era sólo la redacción cultural, una sección aparte, y que él, Pereira, era la redacción cultural, creía que se lo había dicho ya, era sólo una habitación con un escritorio y un ventilador, porque el Lisboa era un pequeño periódico de la tarde. Monteiro Rossi se sentó y sacó una hoja doblada en cuatro. Pereira la cogió y se puso a leerla. Impublicable, sostiene Pereira, era un artículo totalmente impublicable. Describía la muerte de García Lorca y empezaba así: «Hace dos años, en circunstancias oscuras, nos dejó el gran poeta español Federico García Lorca. Se sospecha de sus adversarios políticos porque fue asesinado. Todo el mundo se pregunta todavía cómo fue posible una atrocidad semejante.»

Pereira alzó la cabeza de la hoja y dijo: Querido Monteiro Rossi, usted es un novelista espléndido, pero mi periódico no es el lugar apropiado para escribir novelas, en los periódicos se escriben cosas que corresponden a la verdad o que se asemejan a la verdad, de un escritor no debe usted decir cómo ha muerto, en qué circunstancias o por qué, debe decir simplemente que ha muerto y después debe usted hablar de su obra, de sus novelas y de sus poesías, escribiendo una necrológica, claro está, pero en el fondo se debe escribir una crítica, un retrato del hombre y de su obra, lo que usted ha escrito es perfectamente inutilizable, la muerte de García Lorca sigue siendo un misterio, ¿y si las cosas no hubieran sucedido así?