Parpadearon luces en la red de sensores de Vagón.
—Me entristece hacer notar que la respuesta no está ahí —dijo la voz traducida, británica, como todas las voces ib, y femenina, como se asignaba aleatoriamente a la mitad de ellas.
Rissa dejó escapar un profundo suspiro. Vagón tenía razón; era otro callejón sin salida.
—No pretendo ofender con este comentario —dijo Vagón—, pero estoy segura de que sabes que mi especie nunca ha creído en dioses. Y aun así cuando encuentro un problema como éste, un problema que parece, bueno… diseñado para eludir la solución, le hace a uno pensar que la información nos ha sido deliberadamente negada, que nuestro creador no desea que vivamos para siempre.
Rissa soltó una risita.
—Puede que tengas razón. Un tema común entre las religiones humanas es la creencia de que los dioses guardan celosamente sus poderes. Pero entonces, ¿por qué construir un universo infinito, pero poner vida en sólo un puñado de mundos?
—Ruego tu generoso perdón por señalar lo obvio —dijo Vagón—, pero el universo sólo es infinito en el sentido de que no tiene fronteras. Contiene, sin embargo, una cantidad finita de materia. De todos modos, ¿qué se decía que vuestro dios había ordenado? ¿Creced y multiplicaos?
Rissa rió.
—Llenar el universo requeriría un montón de multiplicación.
—Creía que era una actividad con la que los humanos disfrutaban.
Ella gruñó, pensando en su marido.
—Algunos más que otros.
—Discúlpame si estoy siendo indiscreta —dijo Vagón—, pero PHANTOM ha traducido tu última frase con un signo que indica que la has dicho irónicamente. La culpa es sin duda mía, pero me da la impresión de haber perdido un nivel de significado.
Rissa miró al ib: una silla de ruedas sin cara de seiscientos kilogramos de peso. No tenía sentido discutir de estas cosas con ella… Con eso, una gestalt asexuada que nada sabía de amor o matrimonio, para la que una vida humana era apenas un breve lapso. ¿Cómo podría entender las etapas por las que pasaba un matrimonio, las etapas por las que pasaba un hombre?
Y sin embargo…
No podía hablarlo con sus compañeras de nave. Su marido era el director de Starplex, el… el capitán, lo hubieran llamado en los viejos tiempos. No podía dejar que los rumores se propagaran, no podía arriesgarse a debilitar su posición ante la tripulación.
Sabrina, la amiga de Rissa, estaba casada con Gary. Gary estaba pasando por la misma fase, pero Gary era simplemente un meteorólogo. No alguien a quien todo el mundo admiraba, no alguien que tenía que aguantar las miradas de mil personas.
Soy bióloga, pensó Rissa, y Keith es sociólogo. ¿Cómo acabé de esposa de un político, con él, yo, y nuestro matrimonio bajo el microscopio?
Abrió la boca para decir a Vagón que no era nada, nada en absoluto, que PHANTOM había confundido el cansancio, o quizá la decepción por los resultados de los últimos experimentos, por ironía.
Pero luego pensó ¿por qué infiernos no? ¿Por qué no discutirlo con el ib? El cotilleo era un defecto de formas de vida individuales, no de seres gestalt. Y le sentaría bien —oh, le sentaría muy bien— quitárselo de encima, poder compartirlo con alguien.
—Bueno —dijo; una pausa pensativa, dándose una última oportunidad de detener las palabras.
Pero luego siguió:
—Keith se hace viejo.
Hubo una leve ondulación de luces en la red de Vagón.
—Oh, ya sé —dijo Rissa, alzando una mano—. Es joven para los estándares Ibeses pero, bueno, se está convirtiendo en un humano de mediana edad. Cuando le pasa a una hembra humana, atravesamos por cambios químicos asociados con el fin de nuestros años fértiles. Se llama menopausia.
Luces bailando en la red: un asentimiento Ibés.
—Pero para los machos humanos no está tan definido. A medida que notan que la juventud se les escapa, empiezan a cuestionarse a sí mismos, sus logros, su posición en la vida, su elección de carrera, y… Bueno, si todavía son atractivos para el sexo opuesto.
—¿Y es Keith todavía atractivo para ti?
A Rissa le sorprendió la pregunta.
—Bueno, no me casé con él por su aspecto. —Eso no había sonado como le hubiera gustado—. Sí, sí, todavía me resulta atractivo.
—Sin duda es incorrecto que señale esto, y por ello me disculpo, pero está perdiendo el pelo.
Rissa se rió.
—Me sorprende que te des cuenta de esas cosas.
—Sin pretender ofender, has de saber que distinguir a un humano de otro es difícil para nosotros, especialmente cuando están cerca y son por tanto visibles sólo para parte de nuestras redes. Observamos detalles individuales, Sabemos cuánto molesta a los humanos no ser reconocidos por alguien que creen debería reconocerles. He notado tanto su pérdida de pelo como su cambio de color. He aprendido que tales cambios pueden indicar una reducción del atractivo.
—Supongo que pueden, para algunas mujeres —dijo Rissa. Pero luego pensó que era una tontería, disimular ante un alien—. Sí, me gustaba más su aspecto cuando tenía todo el pelo. Pero en realidad no tiene tanta importancia.
—Pero si Keith todavía es atractivo para ti, entonces, perdona mi ilimitada ignorancia, no veo cuál es el problema.
—El problema es que no le importa si aún es atractivo para mí. Ser atractivo para la propia pareja se da por sentado. Supongo que por eso antes los hombres ganaban peso una vez se casaban. No, la pregunta que ronda la mente de Keith estos días es, estoy segura, si es atractivo para otras mujeres.
—¿Y lo es?
Rissa estaba a punto de responder con un automático «por supuesto», pero luego se detuvo a considerar la cuestión, algo que no había hecho antes.
—Sí, supongo que lo es. El poder, dicen, es el afrodisíaco más poderoso, y Keith es el hombre más poderoso de… de nuestra pequeña comunidad espacial.
—Entonces, ruego perdón, ¿dónde está la dificultad? Parece que debería tener la respuesta a su pregunta.
—La dificultad está en que podría tener que probárselo a sí mismo, probar que todavía es atractivo.
—Podría llevar a cabo una encuesta. Sé cuánto se fían los humanos de esa información.
Rissa rió.
—Keith es más bien… más bien un empírico —dijo. Se puso seria—. Podría querer llevar a cabo experimentos.
Dos luces centellearon.
—¿Oh?
Rissa miró a un punto en la parte superior de la pared.
—Cuando estamos en una situación social con otros humanos, pasa demasiado tiempo con las otras mujeres presentes.
—¿Cuánto es demasiado?
Rissa frunció el ceño, y luego dijo:
—Más del que pasa conmigo. Y a menudo se va a hablar con mujeres de la mitad de su edad… De la mitad de mi edad.
—Y esto te perturba.
—Imagino que sí.
Vagón meditó un momento, y luego:
—¿Pero no es todo esto natural? ¿Algo por lo que pasan todos los hombres?
—Supongo.
—No se puede luchar contra la naturaleza, Rissa.
Rissa hizo un gesto hacia el monitor, que todavía mostraba los resultados negativos del último estudio del límite de Hayflick.
—Me estoy dando cuenta.
V
—Consígame una muestra del material del que están hechas esas esferas —ladró Jag, de pie en su puesto del puente y mirando al director.
Keith rechinó los dientes y pensó, como hacía a menudo, en pedir a PHANTOM que tradujera las palabras de Jag menos directamente, insertando las cortesías humanas de «por favor» y «gracias».