Выбрать главу

Keith movió los hombros.

—Supongo.

—Pero para la especie de Jag, ése no es el caso. Las hembras tienen poder absoluto dentro de su sociedad. Cada una de ellas es… cortejada, creo que es la palabra, por cinco machos, y la hembra, cuando alcanza el estro a los treinta años de edad, elegirá a su pareja de entre los cinco que han pasado los últimos veinticinco años luchando por sus atenciones. ¿Sabe el nombre completo de Jag?

Keith pensó un momento.

—Jag Kandaro em-Pelsh, ¿no?

—Así es. ¿Conoce su derivación?

Negó con la cabeza.

—Kandaro es una designación regional —dijo Rombo—. Indica la provincia de la que viene el linaje de Jag. Y Pelsh es el nombre de la hembra de cuyo entorno es miembro. Es una gran influencia en Rehbollo, de hecho. No sólo es una famosa matemática, también es la sobrina de la Reina Trath. Estuve con Pelsh una vez, durante una conferencia. Es encantadora, inteligente, y el doble de grande que Jag, como todas las waldahud adultas.

Keith visualizó la imagen mentalmente, pero no dijo nada.

—¿Lo ve? —preguntó Rombo—. Jag tiene que dejar su marca. Tiene que distinguirse de los otros cuatro machos de su entorno si quiere ser elegido. Todo lo que hace un macho waldahud antes de aparearse está encaminado a hacerle destacar. Jag vino a bordo de Starplex buscando ganarse la gloria que le permitiera ganar el afecto de Pelsh… Y va a encontrar tal gloria, sin importar cuánto tenga que luchar.

Esa noche, en la cama, Keith se movió hasta quedar boca arriba.

Toda su vida Keith había tenido problemas para dormir, a pesar de todos los consejos que le habían dado a lo largo de los años. Nunca bebía nada con cafeína después de las 18.00 horas. Hacía que PHANTOM emitiera ruido blanco por los altavoces del dormitorio, ahogando los ocasionales ronquidos de Clarissa. Y aunque había un reloj digital en su mesilla de noche, había cubierto su pantalla con una tarjeta de plástico insertada en la juntura entre dos de las tablas de madera de la mesa. Mirar el reloj, preocupándose de lo tarde que era y de lo poco que iba a conseguir dormir antes de la mañana, era contraproducente. Oh, podía ver el reloj si estaba de pie en la habitación, y siempre podía alargar el brazo y doblar la tarjeta de plástico para mirarlo desde la cama si tenía curiosidad, pero ayudaba.

A veces, claro.

Pero no esta noche.

Esta noche daba vueltas y vueltas.

Esta noche, revivía el encuentro en el pasillo con Jag.

Jag. Un nombre perfecto para el cabrón.

Keith se dio la vuelta sobre el lado izquierdo.

Jag estaba organizando una serie de seminarios de desarrollo profesional para los miembros del personal de Starplex que querían saber más física; Rissa organizaba una serie similar para quienes querían aprender algo más de biología.

A Keith siempre le había fascinado la física. De hecho, cuando eligió una serie de cursos de ciencias en su primer año de universidad, había pensado seriamente en hacerse físico. Había tantas cosas interesantes, como el principio antrópico, que decía que el universo tenía que dar origen a vida inteligente. Y el gato de Schrödinger, un experimento mental que demostraba que el acto de observar era lo que realmente daba forma a la realidad. Y todos los maravillosos entresijos de las teorías especial y general de la relatividad de Einstein.

A Keith le encantaba Einstein; le gustaba por su fusión de intelecto y humanidad, por su pelo encrespado, por su misión de caballero errante para devolver a la lámpara el genio atómico que había creado. Incluso después de elegir sociología como especialidad principal, Keith había conservado un póster del gran abuelo de la física en su habitación de la residencia. Hubiera disfrutado asistiendo a algunos seminarios de física… pero no con Jag. La vida era demasiado corta para eso.

Pensó en lo que Rombo había dicho sobre la vida familiar de los waldahud, y eso le hizo pensar en su hermana mayor Rosalind y su hermano pequeño Brian.

En cierto modo, Roz y Brian le habían dado forma tanto como su herencia genética. Su existencia hacía de él el hijo mediano. Los hijos medianos eran los constructores de puentes, siempre intentando crear conexiones que reunieran grupos entre sí. A Keith siempre le había tocado organizar las celebraciones familiares, como los aniversarios y cumpleaños de sus padres, o las reuniones navideñas de todo el clan. También había organizado la vigésima reunión de sus compañeros de instituto, y recepciones en su casa para colegas de visita, había apoyado grupos multiculturales y ecuménicos. Demonios, había pasado la mayor parte de su vida profesional trabajando para poner en marcha la Commonwealth, el ejercicio definitivo en construcción de puentes.

A Roz y Brian no les preocupaba a quién le gustaban y a quién no, ni si había paz entre todos los grupos, ni el entramado social, ni si la gente se llevaba bien.

Roz y Brian probablemente dormían bien por las noches.

Keith volvió a ponerse boca arriba, con un brazo bajo la cabeza.

Quizá era imposible. Quizá humanos y waldahudin nunca podrían llevarse bien. Quizá eran demasiado diferentes. O demasiado parecidos. O…

Cristo, pensó Keith. Déjalo estar. Déjalo.

Alargó el brazo, dobló la tarjeta de plástico, y miró los rojos y burlones dígitos.

Maldita sea.

Ahora que tenían muestras del extraño material, correspondía a Jag y Rissa, como los dos directores de la división de ciencias, adoptar un plan de investigación. Por supuesto, el paso siguiente dependía de la naturaleza de las muestras. Si resultaba no ser nada especial, Starplex continuaría con su búsqueda de quienquiera que hubiera activado este atajo, una misión prioridad de ciencias biológicas. Pero si el extraño material era algo fuera de lo normal, Jag argüiría que Starplex debería quedarse aquí para estudiarlo, y el equipo de Rissa debería tomar una de las dos naves diplomáticas de Starplex (la Nelson Mandela o la Kof Dagrelo em-Stalsh) para seguir con la búsqueda.

A la mañana siguiente Jag usó el intercomunicador para contactar con Rissa, que estaba en su laboratorio, diciendo que quería verla. Eso sólo quería decir una cosa: Jag pretendía un ataque preventivo para establecer las prioridades de la misión. Rissa respiró hondo, preparándose para una pelea, y fue hacia el ascensor.

La oficina de Jag tenía la misma distribución que la de Rissa, pero la había decorado (si ésa era la palabra) con arte de barro waldahud. Tenía tres modelos diferentes de polisilla frente a su escritorio. A los waldahudin les desagradaba todo lo fabricado en serie; tener diferentes modelos al menos podía dar la impresión de que cada uno era único. Rissa se sentó en la polisilla del centro y miró a Jag a través del amplio y meticulosamente limpio escritorio.

—Bien —dijo—, supongo que habrá analizado ya las muestras que recogimos ayer. ¿De qué están hechas las esferas?

El waldahud encogió los cuatro hombros.

—No lo sé. Un pequeño porcentaje del material de la muestra es sólo los desechos normales del espacio: gránulos de carbono, átomos de hidrógeno, y demás. Pero el material mayoritario elude todas las pruebas estándar. No es inflamable en oxígeno ni en ningún otro gas, por ejemplo, y hasta donde puedo decir no tiene carga eléctrica en absoluto. No importa qué intente, no puedo arrancarle electrones para conseguir núcleos cargados positivamente. Delacorte está estudiando ahora una muestra en el laboratorio de química.