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Keith decidió descansar. Por mucho que intentara encontrar tiempo para entrenar en el gimnasio terrestre de Starplex, que tenía la gravedad a una g estándar, había perdido tono muscular por todo el tiempo que pasaba en la gravedad Wald-estándar más ligera que se usaba en las zonas comunes de la nave. Realmente debería aceptar la oferta de Thor Magnor de ir a jugar con él al balonmano; Keith y Saul habían jugado a menudo, pero lo había dejado al morir Saul.

Keith se sentó de nuevo en el suelo que, en este sitio, estaba cubierto de tréboles. Keith lo encontró muy cómodo para sentarse. Pasó la mano por los tréboles, deleitándose en la sensación contra su piel, y miró alrededor. Era una simulación espectacular, pensó. Tan relajante, tan hermosa. Miró a unos pájaros arriba en el cielo, pero estaban demasiado altos para identificar la especie.

Keith arrancó un trébol y lo miró. Quizá éste era su día de suerte. Quizá encontraría un trébol de cuatro hojas.

¡Qué suerte! ¡Lo encontró!

Arrancó algunos más, y quedó boquiabierto.

Miró a ras de suelo, y examinó planta tras planta.

Eran todos tréboles de cuatro hojas.

Miró uno de cerca, sosteniéndolo entre índice y pulgar, y lo examinó cuidadosamente. Parecía trébol normal en casi todos los aspectos. Incluso dejó escapar un poco de jugo verde del tallo cortado. Pero cada uno de los tréboles tenía cuatro hojas. Keith recordaba de su curso de botánica en la universidad que el género de los tréboles era Trifolium, tres hojas. Por definición, los tréboles tenían tres hojas, excepto algún individuo mutante. Pero estas plantas tenían todas claramente cuatro hojas ovaladas.

Keith miró las flores rosas y blancas que brotaban de algunas de las plantas. Sin duda era trébol, pero trébol de cuatro hojas. Movió la cabeza. ¿Cómo podía Cristal haber acertado con todos los detalles, pero cometer un error como éste? No tenía sentido.

Miró alrededor de nuevo, buscando otras discrepancias. La mayor parte de los árboles de hoja caduca parecían ser realmente arces; arces azucareros, de hecho, si no se equivocaba. Y esas coníferas eran pino jack, y el grande un poco más lejos era una picea azul. Y…

¿Y qué clase de pájaro era ése? ¿El que estaba posado en el asiago azul? Seguro que no era un cardenal ni un arrendajo. Oh, tenía la cresta en la cabeza, pero era verde esmeralda, y tenía el pico plano y espatulado, diferente al de todos los pájaros cantores.

Era la Tierra; no cabía duda. Ésa era la luna de la Tierra, aún alta sobre el cielo diurno. Y sin embargo, no era del todo la Tierra; algunos de los detalles no estaban bien.

Keith se mordió el labio inferior, confuso.

VII

Jag y Rissa tomaron el ascensor al puente, y pronto el waldahud estuvo de pie frente a las dos hileras de puestos, contando a sus colegas el fantástico descubrimiento.

—Hay una metáfora que ha estado circulando durante años —ladró— que dice que la materia visible sólo es la espuma de un océano de materia oscura negro como la tinta. Sabíamos que la materia oscura estaba ahí por sus efectos gravitatorios, pero nunca la habíamos visto, hasta ahora. Las esferas de ahí fuera, y la neblina con gravilla entre ellas, están hechas de materia oscura.

Lianne dejó escapar un lento silbido. Keith alzó una ceja. Sabía un poco sobre materia oscura, por supuesto. El astrónomo de CalTech Fritz Zwicky había deducido su existencia en 1933, observando las galaxias del Cúmulo de Virgo. Las galaxias giraban alrededor de otras tan rápido que, si las estrellas visibles fueran la única fuente de masa presente, el conjunto debería haberse diseminado hacía mucho tiempo. Estudios posteriores mostraron que prácticamente todas las mayores estructuras del universo —incluyendo la Vía Láctea, nuestra propia galaxia— se comportaban como si hubiera mucha más masa presente que la proporcionada por los soles y cualquier número razonable de planetas acompañantes. Algún tipo de materia antes no detectada, a la que se llamó «materia oscura» porque al parecer no era luminosa ni reflejaba la luz, era responsable de más del 90 por ciento de la gravedad del universo.

Como siempre, Thorald Magnor tenía los grandes pies sobre su consola, y había entrelazado los dedos detrás de la cabeza, enterrados en su pelo rojo.

—Creía que ya habíamos descubierto qué era la materia oscura —dijo.

—Sólo parte de ella —dijo Jag, alzando dos de sus cuatro manos—. Sabemos desde hace mucho que la materia bariónica (la materia compuesta de protones y neutrones), forma menos del diez por ciento de la masa del universo. En 2037, descubrimos que el ubicuo neutrino tau tiene una pequeñísima masa, equivalente más o menos a siete electronvoltios. Y descubrimos que el neutrino muón también tiene una masa diminuta, cosa de la tresmilésima parte de un electronvoltio. Como esos dos tipos de neutrino son tan abundantes, en total son tres o cuatro veces la masa del total de los bariones. Pero eso todavía nos deja con dos tercios de la masa del universo sin determinar… hasta ahora.

—¿Qué le hace pensar que lo que hay ahí fuera es materia oscura? —preguntó Keith.

—Bueno —dijo Jag—, no es materia normal; eso está claro.

Aunque intentaba ocultarlo, Jag se apoyaba en el borde biselado de la consola de Thor con una mano para no caer sobre cuatro patas. Starplex funcionaba en ciclos de cuatro turnos como concesión a los waldahudin, que provenían de un mundo de días cortos, pero Jag había estado haciendo horas extras.

—En los primeros estudios de la materia oscura, había dos candidatos para el material que la componía, llamados WIMPs y MACHOs por los astrónomos humanos, a los que habría que hacer nadar en un río de orina, de paso. WIMPs son «partículas masivas de interacción débil», ¿ven las tonterías que se nos impone por buscar un acrónimo imbécil[1]? Sea como sea, los neutrinos tau y muón resultaron ser WIMPs.

—¿Y los MACHOs?

—Objetos masivos compactos de halo —dijo Jag—. El «halo» es la esfera de materia oscura que tiene una galaxia en el centro. Se pensaba que los «objetos masivos compactos» eran miles de millones de cuerpos del tamaño de Júpiter que no estaban asociados a ninguna estrella en particular, una niebla de mundos gaseosos a través de los cuales se mueve el material luminoso de la galaxia.

Lianne se inclinó hacia delante, con la barbilla apoyada en la mano.

—Pero si el universo realmente estuviera repleto de… de MACHOs —preguntó—, ¿no los habríamos detectado a estas alturas?

Jag se volvió hacia ella.

—Incluso los objetos del tamaño de Júpiter son pequeños a escala cósmica. Y como no son luminosos, la única manera en que los veríamos sería si uno pasara por delante de una estrella que estuviéramos observando en ese momento. Aun así, el efecto sería pequeño: apenas un poco de efecto de lente gravitacional sobre la luz de la estrella, causando un aumento temporal de su brillo. Se han visto sucesos así de vez en cuando: el más antiguo del que se tiene constancia fue visto por astrónomos humanos en 1993. Pero incluso si el espacio estuviera repleto de MACHOs, suficientes como para formar dos tercios de toda la masa del universo, sólo una de entre cada cinco millones de las estrellas que se pueden observar en un momento sería candidata a estar sufriendo los efectos de la lente gravitacional de un MACHO pasando por delante —hizo un gesto hacia la parte parpadeante del campo estelar—. Aquí sólo vemos los efectos generales porque estamos muy cerca del campo de materia oscura, y porque la materia oscura en sí es transparente. De hecho sólo estamos viendo polvo estelar normal, distribuido a través de los objetos de materia oscura.

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1

WIMP y MACHO son las siglas en inglés de «weakly interacting massive particles» y «massive compact halo objects», respectivamente. La ira de Jag se debe a que en inglés «wimp» se puede traducir como «flojucho, pusilánime», creando un juego de palabras con «macho». (N. de la T.)