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Rissa asintió.

—Bueno, mis análisis iniciales no mostraban que tuviera repeticiones —hizo girar un par de ojos para mirar a Keith—. Cuando una señal es una baliza deliberada, normalmente muestra un patrón repetitivo a lo largo de varios minutos u horas. Aquí no ocurre nada de eso. De hecho, no he encontrado pruebas de ninguna regularidad global. Pero cuando empecé a analizar el ruido más minuciosamente, empezaron a aparecer regularidades de un segundo de duración o menos. Hasta el momento he catalogado seis mil diecisiete secuencias. Algunas habían sido repetidas una o dos veces, pero otras se repetían muchas veces. Más de diez mil, para algunas de ellas.

—Dios mío —dijo Rissa.

—¿Qué? —dijo Keith.

Se volvió hacia él.

—Quiere decir que podría haber información en el ruido… Podrían ser comunicaciones de radio.

Hek alzó los hombros superiores.

—Exactamente. Cada una de las regularidades podría ser una palabra. Las que ocurren con más frecuencia podrían ser términos habituales, quizá el equivalente a pronombres o preposiciones.

—¿Y de dónde vienen esas transmisiones? —preguntó Keith.

—De algún lugar en o justo detrás del campo de materia oscura —dijo Hek.

—¿Y está seguro de que son señales inteligentes? —preguntó Keith, con el corazón latiéndole aceleradamente.

Los hombros inferiores de Hek se movieron esta vez.

—No, no estoy seguro. En primer lugar, las transmisiones son muy débiles. No serían distinguibles del ruido de fondo a grandes distancias. Pero si tengo razón en que son palabras, entonces parece haber una sintaxis discernible. Ninguna palabra aparece dos veces seguidas. Algunas palabras sólo aparecen al principio o al final de las transmisiones. Algunas palabras sólo aparecen después de algunas otras palabras. Las primeras son posiblemente adjetivos y adverbios, y las segundas los sustantivos o verbos a los que modifican, o viceversa —Hek hizo una pausa—. Por supuesto, no he analizado todas las señales, aunque las estoy grabando para estudios futuros. Es un bombardeo constante, en más de doscientas frecuencias que están muy cercanas entre sí —hizo otra pausa, permitiendo que el concepto se abriera paso en sus mentes—. Yo diría que hay una buena posibilidad de que haya una flotilla de naves escondida en o justo detrás del campo de materia oscura.

Keith estaba a punto de hablar de nuevo cuando el intercomunicador del escritorio de Hek sonó.

—Keith, aquí Lianne.

—Abre. ¿Sí?

—Creo que querrás venir al puente. Ha llegado un watson con noticias de que el bumerang ha vuelto del atajo Rehbollo 376A.

—Voy para allá. Llama también a Jag, por favor. Cierra —miró a Hek—. Buen trabajo. Intente determinar con más precisión la fuente de las señales. Haré que Thor lleve a Starplex en una trayectoria circular alrededor del campo de materia oscura, buscando emisiones de taquiones, radiación, brillo de propulsores, o cualquier otro indicio de naves alienígenas.

Keith entró en el puente, con Rissa justo detrás. Fueron a sus puestos.

—Activar mensaje del watson —dijo Keith.

Lianne pulsó un botón, y un mensaje de vídeo apareció en una sección enmarcada de la burbuja holográfica. La imagen era la de un macho waldahud con pelaje plateado. PHANTOM tradujo el sonido de los ladridos de la criatura en el implante auditivo de Keith, aunque, por supuesto, no se ajustaban a los movimientos de la boca del waldahud.

—Saludos, Starplex. —La línea de situación bajo la pantalla identificaba al hablante como Kayd Pelendo em-Hooth del Centro Rehbollo de Astrofísica—. El bumerang enviado al atajo designado Rehbollo 376A ha vuelto. Sospecho que querrán quedarse ahí, investigando el atajo en el que están ahora, puesto que su aparición en la red está inexplicada. Sin embargo pensamos que Jag y los otros estarían interesados en ver las grabaciones hechas por el bumerang antes de que volviera a casa. Vienen adjuntas con este mensaje. Creo que las encontrarán… interesantes.

—Vale, Rombo —dijo Keith—, use los datos del bumerang para crear una imagen holoesférica a nuestro alrededor. Muéstrenos lo que vio.

—Es un placer servir —dijo Rombo—. Bajando datos; la imagen estará lista en dos minutos, cuarenta segundos.

Lianne se frotó las manos.

—Cuando llueve, diluvia —dijo, volviéndose y sonriendo a Keith—. ¡Otro nuevo sector del espacio abierto a la exploración!

Keith asintió.

—Nunca deja de sorprenderme. —Se levantó de su silla y dio algunos pasos, esperando a que estuviera listo el holograma—. Sabéis —dijo con tono ausente—, mi tatarabuelo llevaba un diario. Justo antes de morir, escribió acerca de todos los grandes avances que había visto durante su vida: la radio, el automóvil, los aviones, los cohetes espaciales, los láseres, los ordenadores, el descubrimiento del ADN, y más y más. —Lianne parecía absorta, aunque Keith era consciente de que podría estar aburriendo a todos los demás. Al infierno con ellos; el rango tenía sus privilegios, entre ellos el derecho a divagar—. Cuando lo leí, siendo un adolescente, me imaginé que yo no tendría nada sobre lo que escribir para mi propio descendiente cuando mi vida llegara a su fin. Pero entonces inventamos la hiperpropulsión y la IA, y descubrimos la red de atajos, y la vida extraterrestre, y aprendimos a hablar con los delfines, y me di cuenta de que…

—Discúlpeme —dijo Rombo, con las luces destellando en el esquema estroboscópico que su especie usaba para indicar una interrupción—. El holograma está listo.

—Proceda —dijo Keith.

El puente se oscureció cuando cortaron la imagen del entorno presente de Starplex, cubriendo la sala en una densa oscuridad. Entonces empezó a aparecer una nueva imagen de izquierda a derecha, línea a línea del escáner, cubriendo el puente, hasta que parecieron estar de nuevo flotando en el espacio; el espacio del sector accesible más reciente para las especies de la Commonwealth.

Thor dejó escapar un largo y grave silbido.

Jag entrechocó sus placas dentales con incredulidad.

Dominando la imagen, y retrocediendo lentamente, había otra ígnea estrella verde, a quizá diez millones de kilómetros del punto del atajo.

—Pensé que había dicho que nuestra estrella verde era rara —dijo Keith a Jag.

—Ésa es la menor de nuestras preocupaciones —dijo Thor. Bajó los pies de su consola y se volvió hacia Keith—. Nuestro bumerang no activó ese atajo hasta que lo atravesó al volver.

Keith le miró sin expresión.

—Y estas imágenes fueron tomadas antes de que lo hiciera.

Jag se puso en pie.

—Ka-darg! Eso significa…

—Significa —dijo Keith, dándose cuenta también súbitamente— que las estrellas pueden emerger de atajos inactivos. ¡Cristo, podrían estar asomando por los cuatro mil millones de portales que hay por toda la Vía Láctea!

X

Esa noche, Keith cenó solo. Le encantaba cocinar, pero también le encantaba cocinar para alguien, y Rissa estaba trabajando hasta tarde. Vagón y ella habían averiguado algo importante en sus estudios del límite de Hayflick, o al menos eso parecía. Pero estaban teniendo problemas para replicar los resultados, así que ella se hizo enviar unos sándwiches al laboratorio.

Keith se preguntaba a veces cómo había conseguido el trabajo de jefazo de Starplex. Oh, tenía sentido, claro. Se asumía que un sociólogo tenía que ser bueno dirigiendo la sociedad en miniatura a bordo de la nave y también tratando con cualquier nueva civilización que encontraran.

Pero ahora, a pesar de todo lo que estaba pasando, él tenía poco que hacer salvo administrativamente. Jag continuaría sus estudios de materia oscura, y trataría de encontrar algún sentido a la avalancha de estrellas; Hek intentaría terminar la decodificación de las señales de radio alienígenas; Rissa seguiría con su proyecto de prolongación de vida. ¿Y Keith? Keith seguía esperando que en algún lado un molino de viento hiciera algún gesto amenazante, seguía esperando tener algo importante que hacer.