—De modo que te lo guardas.
Keith se encogió de hombros.
—Intento conseguir un cierto estoicismo, un cierto control emocional.
—Admirable —dijo Cristal.
Keith se sorprendió.
—¿Eso crees?
—Yo pienso igual. Sé que no es frecuente, eso sí. La mayoría de la gente vive, si me perdonas la broma, vidas transparentes —Cristal señaló con un gesto su propio cuerpo transparente—. Su cara privada es su cara pública. ¿Por qué eres distinto?
Keith se encogió de hombros.
—No lo sé. Siempre he sido así —se detuvo de nuevo, pensando durante largo rato. Y luego:
—Cuando tenía unos nueve años, había un matón en mi vecindario. Un grandullón de unos trece o catorce años. Solía agarrar a los chicos y tirarlos a un espino del parque. Todos pateaban y gritaban y lloraban cuando lo hacía, y él parecía disfrutar con ello. Un día vino a por mí, me cogió cuando jugaba a la pelota, o algo así. Me agarró, me llevó al espino, y me tiró. No luché. No hubiera servido de nada; él tenía dos veces mi tamaño y no había manera de escapar. Y tampoco grité ni lloré. Me tiró allí y yo simplemente me quedé allí. Tenía arañazos y cortes, pero no dije nada. Él me miró durante cosa de diez segundos y luego dijo: «Lansing, tienes pelotas». Y nunca volvió a tocarme.
—¿De modo que tu internalización es un mecanismo de supervivencia? —preguntó Cristal.
Keith se encogió de hombros.
—Se trata de soportar lo que tienes que soportar.
—¿Pero no sabes de dónde lo has sacado?
—No —dijo Keith. Y un momento después—: Bueno, en realidad, sí, supongo que lo sé. Mis padres discutían mucho, y tenían el genio corto. Nunca sabías cuándo a uno de ellos se le iba a cruzar un cable. En público, en privado, no había diferencia. Ni siquiera podías estar hablando tranquilamente sin arriesgarse a que alguno de los dos explotara. Cenábamos en familia todas las noches, pero yo siempre estaba callado, esperando que pudiéramos terminar, aunque fuera una vez, sin que hubiera problemas, sin que uno de ellos se fuera de la mesa, o gritara, o dijera alguna crueldad.
Keith hizo otra pausa.
—Para ser justos, había otros factores en la relación entre mis padres que yo no entendía de niño. Habían empezado como una familia en la que ambos trabajaban, pero la automatización empezó a eliminar más y más trabajos con los años; esto era mucho antes de que ilegalizaran la inteligencia artificial genuina. El gobierno canadiense cambió las leyes de impuestos de manera que los impuestos para el segundo asalariado de una familia fueran del ciento diez por ciento. La idea era que el trabajo se distribuyera entre cuantas más familias mejor. Papá ganaba menos que mamá, de modo que él fue quien dejó de trabajar. Estoy seguro de que eso tenía mucho que ver con su ira. Pero todo lo que yo sabía era que mis padres estaban haciendo pagar su ira y frustración en todos los que tenían cerca, y aunque yo era sólo un crío, juré que nunca haría eso.
Cristal estaba interesadísimo.
—Asombroso —dijo—. Todo tiene sentido.
—¿El qué?—preguntó Keith.
—Tú.
XIII
La mente de Keith daba vueltas. Tantos descubrimientos, tantas cosas ocurriendo a la vez. Tamborileó con los dedos en su consola durante unos momentos, pensando. Y luego:
—Vale, gente, ¿ahora qué?
Todos en la fila delantera de estaciones de trabajo dieron la vuelta a sus asientos para mirar a la fila trasera: Lianne miraba a Jag, Thor a Keith, y Rombo a Rissa. Keith miró por turnos a cada miembro de su personal.
—Tenemos aquí un montón casi embarazoso de descubrimientos —dijo—. Primero tenemos el misterio de las estrellas saliendo de los atajos, estrellas que Jag piensa que vienen del futuro. Como si eso no fuera un enigma lo bastante grande que desentrañar, nos hemos topado con vida, ¡vida!, hecha de materia oscura —Keith miró las caras de una en una—. Dada la complejidad de las señales de radio que Hek ha estado captando, hay una oportunidad (pequeña, lo concedo) de que estemos incluso contemplando un primer contacto con vida inteligente. Rissa, hubiera sido una locura decir esto ayer, pero hagamos que la división de biología se ocupe de las investigaciones sobre la materia oscura.
Ella asintió.
Keith se volvió hacia Jag.
—Las estrellas que salen de los atajos, por otro lado, pueden suponer una amenaza para la Commonwealth. Si tiene usted razón, Jag, y vienen del futuro, entonces tenemos que averiguar por qué están volviendo. ¿Es por designio deliberado? De ser así, ¿es con algún propósito hostil? ¿O es sólo un accidente? ¿Un cúmulo globular, por ejemplo, colisionando con un atajo dentro de miles de millones de años, y sobrecargándolo de alguna manera de modo que las estrellas que lo forman acabaron aquí?
—Bueno —dijo Jag—, un cúmulo globular no pasaría por un atajo. Sólo una de las estrellas que lo forman lo haría.
—A menos —dijo Thor, en tono algo bromista— que ese cúmulo globular estuviera encerrado en algún tipo de superesfera de Dyson, una cáscara alrededor de todo el grupo de estrellas. Imaginen algo así tocando un atajo dentro de miles de millones de años. La cáscara podría romperse al atravesar el portal, y enviaría las estrellas que lo forman a través de diferentes puntos de salida.
—Ridículo —dijo Jag—. Ustedes los humanos siempre se apoyan mutuamente incluso en sus fantasías más desaforadas. Por ejemplo, sus religiones…
—¡Basta! —saltó Keith, dando una fuerte palmada en el borde de su consola—. Basta. No llegaremos a ningún sitio con estas discusiones —miró al waldahud—. Si no le gusta la sugerencia de Thor, entonces haga una propia. ¿Por qué están volviendo las estrellas desde el futuro?
Jag estaba mirando al director, pero sólo con sus ojos derechos; el par de ojos izquierdos estaba vigilando el entorno, una respuesta instintiva previa a una pelea.
—No lo sé —dijo por fin.
—Necesitamos una respuesta —dijo Keith, todavía con cierto filo en la voz.
—Interrumpiendo con toda cortesía —dijo Rombo—. La ofensa no es deliberada y deseablemente no sufrida.
Keith se volvió para mirar al ib.
—¿Qué pasa?
—Quizá esté usted preguntando a la persona errónea. No se trata de ningún insulto al buen Jag, por supuesto. Pero si quiere saber por qué las estrellas están siendo enviadas hacia atrás en el tiempo, entonces la persona a la que preguntar es la persona que las está enviando.
—¿Quiere decir que preguntemos a alguien en el futuro? —dijo Keith—. ¿Y cómo podríamos hacer eso?
El manto del ib centelleó.
—Ésa sí que es una pregunta para el buen Jag —dijo—. Si la materia del futuro puede salir por un atajo en el pasado, ¿podemos entonces enviar algo desde el pasado al futuro?
Jag guardó silencio un segundo, pensando. Pero luego movió sus hombros inferiores.
—No hasta donde puedo decir. Todas las simulaciones por ordenador que he hecho muestran que cualquier objeto que entre en el atajo en el presente es desviado a otro atajo en el presente. Asumiendo que las estrellas están siendo enviadas aquí por algún designio consciente, no sé cómo quienquiera que esté controlando los atajos lo está haciendo, y no tengo ni idea de cómo enviar algo hacia el futuro.