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– Hola Herbert.

– Eh… hola Jenny.

– En fin, me es desagradable esta tarea… -La sonrisa que exhibía indicaba lo contrario- pero no te has tomado las pastillas de yodo en la última semana.

– ¡Anda…! se me acabaron y no te pedí más.

– Me fastidia hacer de mamá pero…

Jenny exhibía una pistola de inyección cutánea y una carga.

– ¿De verdad es necesario?

– Sí. Necesitas una dosis preventiva.

Herbert se descubrió el brazo, y Jenny aplicó la pistola en el hueco del codo y comenzó a moverla lentamente. La pistola tenía una luz roja que parpadeaba.

– Esto te gusta, a todos los médicos os gusta. Estoy convencido.

– Shhh, no te muevas, que los ultrasonidos no te localizan la vena.

La luz de la pistola cambió al verde. Jenny pulso el disparador y la carga desapareció en el interior del brazo de Herbert.

– Auch.

– Quejica, ¿no decías que has estado en ceremonias de iniciación que incluyen el dolor como vía para llegar al conocimiento?

– Eh,… pues sí, pero este dolor no conduce a ningún conocimiento.

– Sólo al de saber que seguirás vivo.

Por un momento los dos callaron. Jenny no parecía con ganas de irse, y Herbert tampoco se decidía a decir nada. Al fin los dos fueron a hablar al tiempo.

– ¿Has vis… que ah…?

– Tú primero.

– No tú.

– Vale, quería decirte, Herb, que, no sé, tú no crees en Dios ¿no?

– No.

– Entonces por que participas en las ceremonias religiosas de esos pueblos.

Herbert se separó un momento, flotando en el vacío, miró al techo y luego volvió a mirar a Jenny.

– Bueno… nunca lo he tenido claro del todo. Sólo sé que aquello, cuando estoy, está vivo, es importante. Tú eres católica ¿no?

– Sí.

– Yo he estado en San Pedro. No me gusta la idea de la Iglesia, perdona que te lo diga con tanta sinceridad, pero en San Pedro, aquella enormidad, el incienso, el latín, los órganos, la luz de las velas y los bronces y mármoles, aquello, mientras estas allí, es auténtico. Fuera de teologías, de todo, el rato que las liturgias duran, son intensos. Es lo que creo que busco, caminos, no objetivos. El objetivo… bueno… el único que claro que he tenido ha sido ese.

Herbert señaló por la escotilla, hacia Marte.

– No lo entiendo muy bien, para mi es justo lo contrario. No creo en las liturgias pero sí en las ideas. Por eso no comprendo que puedas conectar con varias religiones.

– Una pregunta indiscreta ¿rezarás cuando la deceleración y el amartizaje?

Jenny sonrió y sus ojos se iluminaron al mirar a Herbert.

– ¿Tú que crees?

En ese momento la voz de la computadora interrumpió la réplica de Herbert.

– Una hora para ignición. Toda la tripulación a cabina. Una hora para la ignición. Toda la tripulación a cabina.

– Hala… un pis y al traje.

En menos de media hora estaban todos embutidos en sus escafandras de descenso, de color naranja, sentados en sus posiciones de la Belos.

– Iniciado el posicionamiento. En tres, dos ahora.

Todos notaron el giro. Toda la Ares giraba para colocar los motores en la trayectoria que llevaban. Cuando llegasen a las cercanías de Marte, justo en el afelio de la órbita solar que trazaban, sólo tendrían que frenar para dejarse caer en una órbita baja de Marte o LMO. Era como un ballet cósmico, dejarse resbalar y ser recogidos por otro bailarín. Sólo que si algo iba mal, en vez de ser recogidos, se estrellarían contra él.

Notaron las correcciones, los golpes de los motores de maniobra hasta ajustar toda la nave y estabilizarla. Al fin las oscilaciones fueron muriendo y todo pareció volver a estar en calma.

– Treinta minutos, dos segundos, para inyección.

– ¿Todo anclado Luca?

– Todo.

– ¿Los sistemas?

– En verde, por completo. Ya me he ocupado yo de eso, jefe.

– Bueno, chicos -la voz de Vishniac a través de los cascos del traje era aún más intimidatoria que en directo- se inicia la secuencia final. Allá vamos Marte.

En esa media hora Luca no perdió ojo de los parámetros de posición. En Marte era mucho más difícil la localización espacial. Usaban de referencia a Phobos y algunas estrellas. El sistema funcionaría, también Control-Tierra mantenía un ojo sobre ellos, pero había algunos decimales menos de precisión que en el localizado espacio circunterrestre y eso le bastaba para sentirse algo más incómodo.

Revisó una vez más los niveles de combustible. Había más que suficiente para el frenado. Luca recordó que una de las propuestas había sido un frenado aerodinámico, raspar y rebotar a Mach 25 contra la tenue atmósfera de Marte hasta disipar la energía de bala enloquecida que llevaban. Se alegraba que hubiese prevalecido la prudencia.

– Tres, dos, ignición.

11

En una de las pantallas de la cabina apareció una ventana. En ella un locutor con aspecto de maniquí de plástico hablaba a la cámara sin dejar de sonreír.

– Desde que los Vikings se posaran con éxito en el planeta rojo, las misiones de exploración de Marte han cosechado un fracaso tras otro…

– Un poco exagerado ¿no?

Vishniac contempla la pantalla en su habitáculo rodeado por el resto de la tripulación. De nuevo había microgravedad y se repartían alrededor de la silla de Vishniac. Aquellas eran las preguntas que le hacían en el programa de más audiencia en la Tierra. La entrevista no podía ser en directo debido al retraso en las respuestas desde Marte, más de cinco minutos.

– Luca…

– ¿Y que se supone que tienes que hacer?

– ¿Responderle? Si es idiota, no tiene ni idea de lo que está hablando.

– Bueno, tenemos que llevarnos bien con la prensa, ya lo sabes.

– Sí, lo sé.

El locutor siguió hablando. Esta vez mirando de reojo a una ventana virtual en la que se contemplaba una imagen exterior de la Ares en las cercanías de Marte.

– El promedio de desastres en las misiones a Marte es realmente malo ¿no sienten un poco de temor…?

Vishniac pulsó en la pantalla para congelar la imagen. El locutor se quedó a medio camino de una expresión y otra.

– Así queda más natural.

Todos rieron. Vishniac se aclaró la garganta y se recolocó el traje. Luego pidió silencio con la mano y pulsó el botón de grabación.

– Este es nuestro trabajo y nos han preparado para realizarlo. No podemos tener en cuenta otros factores. Hace más de medio siglo que el hombre llegó a la Luna. El siguiente escalón tenía que ser Marte, pero se ha demorado más de lo previsto.

– ¿Por qué ir a Marte? ¿Qué esperan encontrar allí?

De nuevo Vishniac detuvo la grabación. Se lo pensó un poco mientras hacia oscilar de adelante a atrás la silla dónde se sentaba. Luego pulsó el botón de grabación con la velocidad de una serpiente.

– No hay una respuesta sencilla para esa pregunta. ¿Por qué explora el hombre…? Para aprender y saber más, para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de alcanzar objetivos que antes nos parecían inalcanzables. El ser humano es curioso y explorador por naturaleza. Conocer su mundo y ampliar fronteras es consustancial a nuestra naturaleza.

– ¿Qué opinan acerca de las corrientes de opinión opuestas a los programas espaciales? ¿No cree que el viaje a Marte y la base permanente en la Luna son despilfarros?

– Espera André -le interrumpió Fidel-, esa pregunta esta envenenada.

– Lo sé, a ver… si no os gusta la respuesta podemos rehacerla. Ahí voy.

Activó la grabación.

– ¿Despilfarros? ¿Dinero mal empleado? ¿Cómo podría ser ampliar conocimientos un despilfarro? Despilfarro podría ser algo como la celebración del decimoquinto aniversario de esta emisora con la reconstrucción y posterior destrucción del Empire State Building.