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Jossie se salió con la suya, casi siempre solía hacerlo.

Patricia se sentó en el colchón dando un suspiro. La sábana de abajo se había enrollado formando un húmedo cordón umbilical en medio de la cama. Irritada, intentó estirarla.

Le tocaba a Jossie hacer la compra, pensó, así que seguramente no hay nada en casa.

Se levantó y fue al cuarto de baño y orinó. A continuación tomó prestada la bata de Josefin y regresó a la habitación para descorrer las cortinas. Los rayos de sol le hirieron los ojos como clavos e hicieron que rápidamente corriera las cortinas. En cambio, abrió cuidadosamente una de las ventanas de par en par y colocó una maceta para que no se cerrara. El aire en el exterior era aún más cálido, pero no olía mal.

Se dirigió lentamente a la cocina, llenó una jarra de cerveza con agua del grifo y bebió con ansiedad. El reloj de la cocina marcaba las dos menos cinco. Esto hizo que Patricia se sintiera bien. No se le había pasado el día durmiendo, a pesar de haber trabajado hasta las cinco de la madrugada.

Dejó la jarra sobre el fregadero, entre un cartón de pizza vacío y tres tazas con bolsas de té pegadas. Jossie era una inútil limpiando. Patricia suspiró y recogió la cocina, tiró la basura, fregó y secó las encimeras como una autómata.

Se dirigía a la ducha cuando sonó el teléfono.

– ¿Está Jossie?

Era Joachim. Sin percatarse, Patricia se enderezó y se concentró en parecer despabilada.

– Me acabo de despertar, no lo sé. Quizá duerma.

– ¿La puedes despertar, por favor?

El tono era seco pero correcto.

-Enseguida [2], Joachim, espera un momento…

Se dirigió furtivamente por el pasillo hacia la habitación de Josefin y golpeó cuidadosamente sobre el revestimiento de la puerta. Al no recibir respuesta alguna, la entreabrió. La cama estaba igual de deshecha que ayer, antes de que Patricia se fuera a trabajar. Regresó rápidamente al teléfono.

– No, lo siento, ha salido.

– ¿Adónde? ¿Está con alguien?

Patricia rió nerviosa.

– Con nadie, por supuesto, o quizá contigo. Yo qué sé. Le toca hacer la compra…

– Pero ¿ha dormido en casa?

Patricia intentó que su voz sonara indignada.

– Sí, claro que sí. ¿Dónde iba a dormir?

– Eso digo yo, Pattan. ¿Tienes alguna propuesta?

Joachim colgó al mismo tiempo en que la rabia se apoderó de Patricia. Odiaba cuando él la llamaba de esa manera. Lo hacía para humillarla. A él no le gustaba ella. Creía que era un obstáculo entre él y Josefin.

Patricia se dirigió lentamente al dormitorio de Josefin y miró en su interior. La cama estaba exactamente igual que la noche anterior, la colcha en el suelo a la izquierda del lecho y el bañador rojo sobre la almohada.

Jossie no regresó a casa anoche.

La certeza la llenó de malestar.

El aire en el vestíbulo del periódico les golpeó como una toalla mojada y fría. La humedad resplandecía a través del suelo de mármol y hacía que el busto de bronce del fundador reluciera. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Annika y sintió que le castañeaban los dientes.

Al fondo, en la recepción acristalada, estaba Tore Brand, el bedel, enfadado.

– Vosotros sí que os lo pasáis bien -les voceó cuando el pequeño grupo cruzó camino del ascensor-. Podéis salir y calentaros de vez en cuando. Aquí dentro hace tanto frío que he tenido que coger el radiador del coche para no congelarme los pies.

Annika intentó sonreír pero no tenía fuerzas. Este año Tore Brand no había podido tomar las vacaciones antes de agosto, algo que encontraba injusto, rayano la vejación.

– Necesito ir al servicio -dijo Annika-. Subid vosotros.

Dio la vuelta a la garita de Tore Brand y percibió que éste fumaba de nuevo a escondidas. Después de dudar un instante eligió el baño de los discapacitados en lugar del de señoras. Deseaba estar en paz y no tener que apretarse en el lavabo entre mujeres sudorosas.

La voz quejumbrosa de Tore Brand la siguió hasta que cerró la puerta del baño con llave y se vio a sí misma reflejada en el espejo. Estaba realmente horrible. Tenía el rostro flameante y los ojos enrojecidos. Giró la palanca del grifo hacia la izquierda, se inclinó, se recogió el cabello y dejó que el agua fría le corriera por el cuello. Sintió la porcelana helada contra su frente. Un hilo de agua se deslizó por su espalda.

¿Por qué hago estas cosas?, pensó. ¿Por qué no estoy tumbada en la hierba en el Tallsjön leyendo Damernas Värld?

Pulsó el botón rojo del secador de manos, giró la tobera hacia arriba e intentó secarse las axilas. No dio resultado.

La mesa de Anne Snapphane estaba vacía cuando Annika subió a la redacción. Sobre ella había dos tazas con restos de café pegados al fondo, pero la Coca-Cola había desaparecido. Annika dedujo que Anne estaba trabajando en algo.

Berit, de pie, hablaba con Spiken en la mesa de redacción. Annika se desplomó sobre su silla y dejó que el bolso cayera al suelo. Se sentía mareada y cansada.

– Bueno, ¿qué has conseguido? -le gritó Spiken y la miró exhortativo.

Annika se apresuró a desenterrar su cuaderno y se dirigió hacia la mesa.

– Joven, desnuda, tetas de plástico -informó ella-. Mucho maquillaje. Había llorado. No tenía signos de descomposición, así que no podía llevar ahí mucho tiempo. Por lo que pude observar no había ropa en los alrededores.

Levantó la vista del cuaderno, Spiken asentía animoso.

– Vaya -dijo-. ¿Alguna vecina aterrorizada?

– Una madre del tipo «Pude ser yo» -dijo.

Spiken anotaba y movía la cabeza con un gesto de aprobación.

– ¿Se sabe quién es?

Annika apretó los labios y agitó negativamente la cabeza.

– No, que sepamos.

– Esperemos a que den el nombre durante la noche. ¿No viste nada más, algo que indicara dónde vivía o una cosa por el estilo?

– ¿Te refieres a si tenía la dirección tatuada en la frente? Lo siento…

Annika sonrió, Spiken respondió a la sonrisa.

– Okey. Berit, tú te encargas de la investigación policial, quién era la chica; y ponte en contacto con los familiares. Annika, escribe sobre la madre asustada y le echas un vistazo al otro asesinato.

– Creo que trabajaremos juntas un rato más -informó Berit-. Annika tiene información del escenario del crimen de la que yo carezco.

– Haced como queráis -respondió él-. Quiero un informe de todo lo que tengáis antes de la reunión de las seis.

Hizo girar su silla, cogió el teléfono y marcó un número. Berit recogió su cuaderno y se encaminó a su sitio.

– Yo tengo los recortes -dijo por encima del hombro-. Podemos verlos juntas.

Annika cogió una silla que había en la mesa contigua. Berit sacó un legajo de papeles amarillentos de un sobre titulado «Asesinato de Eva». Por lo visto, el crimen había tenido lugar antes de la informatización del periódico.

– Todo lo ocurrido hace más de diez años sólo se encuentra en el archivo de papel -indicó Berit.

Annika cogió una hoja doblada, el papel parecía frágil y rígido. Pasó la mirada por la página. La tipografía del titular resultaba desordenada y anticuada, la impresión era bastante mala. Una fotografía en blanco y negro a cuatro columnas mostraba el parque desde el lado norte.

– Me acuerdo bien -dijo Berit-. La chica subía las escaleras y a medio camino se encontró con alguien que bajaba. No llegó más lejos. El asesinato continúa sin resolver.

Se sentaron una a cada lado de la mesa de Berit y se concentraron en los viejos artículos. Annika notó que Berit había escrito muchos de ellos. Era cierto que el asesinato de la joven Eva recordaba bastante al de hoy.

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[2] En español en el original. (N. del T)