– Al final ella se convirtió de nuevo en mujer y así se quedó. Entonces se casaron.
Había dejado de respirar en algún momento después de escuchar la palabra «cambiaformas». Aferrada aún al libro, con la mirada perdida en el vacío, sentí una emoción poderosa que crecía en mi pecho.
– ¿Estás bien, Kincaid? Jesús, qué rara estás últimamente.
Parpadeé, regresando a la realidad. La emoción en mi pecho estalló, emprendiendo gloriosamente el vuelo. Empecé a respirar otra vez.
– Sí. Perdona. Es que tengo muchas cosas en la cabeza. -Obligándome a quitarle hierro al asunto, añadí-: Haré todo lo posible por no ser tan rara de ahora en adelante.
Doug parecía aliviado.
– Tratándose de ti, eso sería toda una proeza, pero siempre nos quedará la esperanza.
– Sí -sonreí-. Siempre hay esperanza.
R ichelle M ead