– Fue lo que yo misma pensé. Contraté a un detective privado para que intentara establecer alguna conexión entre el doctor Dwight y Sanborne. Lo único que encontró fue una reunión en una convención en Chicago ese mismo año. Y unos ingresos bancarios que sumaban cerca de medio millón de dólares que Dwight hizo a intervalos regulares durante los últimos meses.
– No es concluyeme.
– No para un tribunal, pero lo era para mí. Me daba una pista, una cuerda de la que tirar en las arenas movedizas. Pero tenía que saber más. Todavía tenía amigos en la empresa de Sanborne, y empecé a hacer preguntas. Me aseguraron que en aquellas instalaciones ya no se llevaban a cabo experimentos. La sección se había cerrado por completo y el personal había sido destinado a otros proyectos. No me lo creí. Le pedí a mi amiga, la doctora Cindy Hodge, que echara una mirada y viera qué podía averiguar. -Sophie volvió a hacer una pausa-. Encontró una lista de nombres. Y encontró un lugar. Garwood, Dakota del Norte. -Sophie calló al percibir el cambio en la actitud de Royd-. ¿El nombre le dice algo?
– Oh, sí, conozco bien Garwood -dijo éste, y le lanzó una mirada a Jock-. ¿Y tú?
– Mi entrenamiento fue diferente al tuyo. Ni siquiera recordaba Garwood, hasta el año pasado, cuando empecé a recuperar la memoria. -Asintió mirando a Sophie-. Y ella me refrescó esos recuerdos cuando me buscó.
– ¿Ella te buscaba? -preguntó Royd.
– ¿Creías que era yo el que la buscaba a ella? Intentaba entender quién era y quién soy. No me liberé tan rápidamente como tú.
– Yo llevaba mucho tiempo en Garwood antes de que tú llegaras. Y no me pareció rápido -afirmó Royd-. No más rápido que luchar para salir del infierno.
– ¿No habéis estado juntos en Garwood? -preguntó Sophie-. No lo entiendo.
– A Jock lo llevaron a Garwood respondiendo a la solicitud de Thomas Reilly, que entrenaba a sus propios zombis -dijo Royd-. Reilly pagaba a Sanborne por usar el REM-4 con el fin de manipular la voluntad de Jock y de otras víctimas. Pero también estaba experimentando con otros métodos, y Sanborne no era más que un instrumento.
– ¿Y usted?
– Oh, yo fui un regalo del general Boch a Sanborne cuando inauguraron el laboratorio de Garwood -dijo Royd, y sonrió desganadamente-. El general se quería librar de mí y, para hacerme desaparecer, no pensó en mejor solución que mandarme al laboratorio de su amigo en Garwood. Le seducía la idea de aniquilar mi voluntad y, si aquello no funcionaba, siempre existía la posibilidad de que me volviera loco. Fue lo que ocurrió con dos hombres mientras estuve en Garwood.
Sophie tuvo un estremecimiento de terror.
– No puede ser -murmuró.
Royd le devolvió una mirada cargada de incredulidad.
– Tenía que haber estado enterada si sabía lo de Garwood.
– No estaba en los archivos de Sanborne -dijo ella, sacudiendo la cabeza.
– Por lo que sé, los habitantes de los pueblos cerca de Auschwitz también sostenían que no sabían.
– Le he dicho que yo no…
– Si dice que no sabe, dice la verdad -afirmó Jock-. Sanborne no habría guardado los archivos de un fracaso. Eliminaría el tema y dejaría la pizarra en limpio.
– ¿Estás seguro? -preguntó Sophie-. El REM-4 que yo creé era física y mentalmente seguro. Te juro que lo era.
– No cuando ellos acabaron de alterarlo -dijo Royd-. Aumentaron enormemente el factor de la sugestión. Algunas mentes no podían resistir ese grado de sumisión sin quebrarse. Sí, decididamente lo habían modificado. Había cincuenta y dos hombres en Garwood que servirán de prueba.
– Sólo había registros de treinta y cuatro -dijo Sophie.
Royd se limitó a mirarla.
– ¿Sanborne los… mató?
Él se encogió de hombros.
– Yo conté cincuenta y dos antes de marcharme. No sé qué les ocurrió. Pero me lo imagino. Yo estuve oculto más de tres meses, y fue durante ese periodo que la CIA desveló lo de las instalaciones de Reilly. Sanborne temía que los archivos de Reilly condujeran a la CIA a Garwood. Así que lo dejó todo tan limpio que nadie podría haber sabido para qué se había usado. Luego lo cerró y trasladó la operación.
– A su planta en Maryland -dijo Sophie-. ¿Por qué no recurrió a la policía?
– La policía no suele creer a los asesinos. Y no me cabe duda de que el general Boch se habría asegurado de que al menos uno de los asesinatos que me encomendaron estaba documentado. -Royd apretó los labios-. Al fin y al cabo, era perfectamente razonable que yo me hubiera dedicado a matar. Pertenecí durante cuatro años a las fuerzas especiales de la marina, y todos saben que nos entrenan con métodos violentos y nos enseñan a matar. Tenía que encontrar otra manera de cogerlos.
– ¿De qué manera?
– Tenía que conseguir suficiente dinero para comprar información. Tardé un tiempo pero conseguí encontrar las instalaciones del REM-4 y metí un topo en la empresa de Sanborne. -Royd volvió a mirarla-. Y eso me ha conducido hasta usted.
– Yo no… Jamás habría… -Sophie calló y sacudió la cabeza con gesto de cansancio-. Pero fui yo quien lo ideó. Yo lo empecé. Fue culpa mía. No puedo culparlo por…
El monitor de Michael se había activado.
– ¡Dios mío! -Sophie se incorporó de un salto-. Michael…
Y salió corriendo de la cocina.
Capitulo 4
Royd masculló una imprecación y empezó a incorporarse.
– No intentará escapar -le avisó Jock-. Siéntate y acaba tu café. Sólo va a cuidar de su hijo. Ya volverá.
Royd volvió a sentarse lentamente.
– ¿Qué le ocurre?
– Terrores nocturnos. De vez en cuando tiene un episodio de apnea, y deja de respirar.
– Jooder.
– Y, antes de que preguntes, no, tampoco ha experimentado con él. Empezó a tener los trastornos después de que su abuelo intentara matarlo y de ver cómo disparaba a su abuela y a su madre. Sophie me ha dicho que antes estaba mucho peor, y que quizá esté empezando a recuperarse. -Jock hizo una mueca-. Aún así, es muy duro verlo. Es sólo un chaval.
– Has dicho que ella te encontró. ¿Cómo?
– En los archivos de Garwood que había conseguido su amiga, figuraban referencias a los casos de Thomas Reilly que eran llevados allí. Los sujetos de Garwood habían desaparecido, pero todavía había pistas de algunos hombres de Reilly. Reilly tenía un grupo de hombres que trabajaban con él para el mejor postor. Se dispersaron cuando la CIA empezó a cercarlo. A la mayoría de ellos los cogieron, pero algunos conservamos la libertad. -Jock guardó silencio un momento-. Pero tú ya sabías todo esto. Tú mismo casi me encontraste hace un año.
– Y tú me dijiste que no tenías idea de dónde había ido Sanborne con sus experimentos del REM-4. ¿Era mentira?
Jock negó con la cabeza.
– Yo no recordaba casi nada en aquella época. Tardé un tiempo jodidamente largo en recuperarme y tener la capacidad de dar sentido a cualquier cosa. Era prácticamente un vegetal cuando MacDuff me encontró en aquel psiquiátrico de Denver, después de haber escapado de las garras de Reilly. Tú me viste demasiado pronto en mi recuperación. Si hubieras venido unos meses más tarde, te habría dado más información. Sophie se presentó justo en el momento oportuno, porque estaba preparado para recordar. Ella me estimuló y recuperé la memoria con rapidez.
Royd se lo quedó mirando. Era probable que dijera la verdad. Jock era diferente del hombre que había conocido la primera vez. En aquella ocasión, le había dado respuestas más bien vagas y remotas. Ahora no había nada de vago ni remoto en aquel hombre sentado al otro lado de la mesa. Tenía ese leve acento escocés, pero todo lo demás en él era claro y tajante.
– ¿Y qué recordabas?
– Que Reilly iba a enviar a unos cuantos de sus sujetos más recientes a otra localización de Sanborne para su entrenamiento incluso antes de la redada de la CIA. En algún lugar de Maryland.