Royd se ausentó un breve minuto y cuando volvió dejó caer dos objetos en la mesa de la cocina.
– Había venido preparado -dijo.
Ella se quedó mirando la soga.
– ¿Una soga?
– El cuchillo era por si acaso. Es evidente que Caprio no estaba entrenado tan bien como Jock o como yo. Perdió la calma y la concentración. Lo mandaron para que la ahorcara y hacerlo parecer un suicidio. Pero había dos sogas. ¿Qué le dice eso?
– ¿Michael? -murmuró ella.
– Una mujer desequilibrada que cuelga a su único hijo y luego se suicida. Uno pensaría que es más probable que hubiera envenenado a su hijo, pero Sanborne no es demasiado fino en cuestión de reacciones emocionales. Considerando sus antecedentes, supongo que las sogas no son del todo un disparate. -Se giró hacia Jock-. Acabaré de limpiar y estaré listo en diez minutos. Asegúrate de que el camino esté despejado. -Acto seguido, le lanzó una mirada a Sophie-. Hablaremos cuando vuelva.
Ella lo miró alejarse por el pasillo antes de girarse hacia Jock.
– Debería echaros una mano, si es necesario.
– ¿Y dejar a Michael solo? -Jock miró las sogas-. Royd podría haberte ahorrado este asqueroso detalle. -Recogió las dos sogas y las tiró en el cubo de basura en un rincón.
– No quiere ahorrarme nada -dijo Sophie, con aire cansado-. No lo puedo culpar. ¿Qué puedo hacer para ayudar, Jock?
– Quédate aquí y cuida de tu hijo. -Jock sacudió la cabeza mientras se dirigía a la puerta de entrada-. Sabemos lo que hacemos. Tú serías un estorbo.
Ella se quedó mirando, frustrada e impotente, cuando la puerta se cerró a sus espaldas.
No, no podía dejar a Michael, pero estaba permitiendo que Jock se incriminara ayudándola, y habría deseado que eso nunca ocurriera.
Y Royd. Debería sentirse igual de mal por dejar que Matt Royd corriera cualquier riesgo. Al fin y al cabo, la había salvado la vida al matar a Caprio. Sin embargo, le costaba sentir culpa o gratitud en lo que se refería a él. Aquel hombre era demasiado duro, demasiado agudo, y su actitud hacia ella era de franca animosidad. ¿Y quién podía culparlo?, pensó. Tenía suerte de que Jock no pensara de la misma manera. Desde el momento en que se había enterado de la existencia de Garwood, el sentimiento de culpa había sido una agonía. Ella había hecho daño a esos hombres, a todos, de una manera demasiado horrible como para pensar en ello.
Sin embargo, ella pensaba, imaginaba y se preguntaba. No podía parar. Pensaba que ya nunca más podría parar.
Hasta que acabara con Robert Sanborne.
Jock volvió a entrar en la casa casi inmediatamente después de trasladar a Caprio al coche de Royd.
– Creí que irías con él -dijo Sophie.
– Yo también -dijo Jock-. Royd ha dicho que no tenía sentido que los dos nos expusiéramos si él podía encargarse solo. No le gustaba la idea de que te quedaras sola.
– Cuesta creer que eso le preocupe. Él no es como tú.
– Sí y no. Tenemos muchas cosas en común. Cuando vino a verme hace un año, sentí una especie de vínculo. Pertenecemos a un club muy exclusivo.
Sophie había intuido aquel vínculo al sentarse a la mesa con ellos. Los dos eran tan diferentes y, aún así, parecían tener un entendimiento mutuo perfecto.
– Es un hombre furioso y amargado. Como tendrías que ser tú.
– Siente frustración. Como ya te he contado, yo maté a mi demonio cuando liquidé a Thomas Reilly. Él todavía está luchando con los suyos. No parará hasta que se haya cargado a Boch y a Sanborne.
– ¿Y a mí?
Jock se encogió de hombros.
– No si puedo convencerlo de que dices la verdad. No quiere creerlo. Creía que por fin tenía a alguien que podía acercarlo lo suficiente a Boch y Sanborne para llevar a cabo su misión. No quiere que seas otra víctima, quiere una clave. Tardará un tiempo en adaptarse a la situación, pero lo conseguirá. Sin embargo, aunque acepte la verdad, todavía no se librará de las ganas de usarte, si puede. Lleva mucho tiempo buscando una manera de vengarse.
– Eso lo comprendo.
– No sólo por lo del REM-4. También perdió a su hermano en Garwood.
– ¿Qué dices?
– Boch necesitaba un anzuelo para llevar a Royd a Garwood, así que hizo que Sanborne contratara a su hermano menor para trabajar en las instalaciones. Todd lo llamó desde allí para pedirle ayuda. Royd fue a buscarlo.
– ¿Cómo murió su hermano?
– Royd no me lo contó. Sea lo que sea que ocurrió, no fue nada agradable.
– ¿El REM-4?
– Sophie, todo lo malo que ocurrió en Garwood no se puede atribuir directamente al REM-4. Sanborne y Boch son dos cabrones consumados y sus planes son siniestros. Royd me dijo que el motivo por el que Boch quería cargárselo era porque Royd había sido testigo de un encuentro entre Boch y un japonés, un capo de la droga, en Tokio. Boch tenía que deshacerse de él. Así que llamó a su socio, Sanborne, y le dijo que encontrara una manera de llevar a Royd a Garwood. Sin embargo, aunque Garwood no hubiera existido, habrían encontrado otra manera de acabar con él.
Sophie sacudió la cabeza con gesto de desazón.
– Pero Garwood existía. ¿Qué hacía Royd en Japón?
– Acababa de dejar las fuerzas especiales y andaba dando vueltas por Oriente antes de volver a Estados Unidos. Pensaba crear una empresa de importación si conseguía la financiación. Me contó que había crecido en las chabolas de Chicago antes de ingresar en la marina. Un pasado como ése suele despertar el deseo de la seguridad que da el dinero.
– Pero no tuvo la oportunidad. Garwood lo arruinó todo.
– Conseguirá lo que quiere. Nunca he conocido a nadie con la determinación de Royd. Sólo que lo ha dejado en barbecho durante un tiempo.
Sophie recordó la total concentración con que Royd la había observado mientras estaban sentados a la mesa de la cocina. Sí, no le costaba creer que sería despiadado con cualquier objetivo que se propusiera.
– ¿Cuánto crees que tardará en volver?
– Una hora, más o menos.
– ¿Y luego, qué?
– Tendremos que hacer planes.
– Yo tengo un plan y es para el próximo martes.
– Si Sanborne ha enviado su tarántula para inocularte su veneno, hay una buena probabilidad de que no tengas la oportunidad. Alterará sus rutinas.
Jock tenía razón. Sophie había pensado en esa posibilidad pero no quería reconocerlo.
– Tendremos que esperar y ver, ¿no?
– No creo que Royd esté dispuesto a esperar a que tengas tu oportunidad. Tendrás que aceptar que hay que contar con un elemento nuevo.
– No tengo que aceptar nada. -Sophie se sentó en el sofá-. Vete, Jock. Esto se parece cada vez más a una película de terror. Déjame que me ocupe yo.
– ¿Te gustaría beber algo? -Jock se sentó frente a ella-. Puede que tengamos una larga espera por delante.
– Será una espera interminable. -Sophie se reclinó en su asiento y cerró los ojos. No podía quitarse de la cabeza la imagen de las dos sogas que Royd había dejado caer. Una para ella y otra para Michael. Antes, le habían preocupado las consecuencias que tendría para Michael su decisión de matar a Sanborne, pero nunca había sospechado que su vida correría peligro. Creía que ella sería el único blanco de las represalias. ¿Por qué alguien mataría a un niño? Es verdad que su padre había intentado matar a Michael, pero eso sólo había sido parte de un plan para que todos creyeran que se había vuelto loco. Sin embargo, ahora había otra amenaza para Michael. Maldito sea Sanborne-. Y no quiero tomar nada. Quiero que esta noche termine.
– ¿Caprio ya se ha presentado? -preguntó Boch cuando Sanborne contestó el teléfono.
– Todavía no.