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Él no habló durante un rato, mientras la miraba, escrutándola.

– Dios mío. Y si Michael no existiera, hasta creo que me dejaría hacerlo.

– No sea ridículo -dijo Sophie, y apartó la mirada-. Pero hice algo horrible. Tiene que haber alguna forma de restitución.

– Si dice la verdad, ignoraba lo que Sanborne hacía con el REM-4

– Pero eso no impidió que usted, Jock y todos esos otros hombres fueran manipulados y heridos. ¿Acaso salvó a mi padre y a mi madre? Fue culpa mía -dijo, y lo miró a los ojos-. Y, a menos que le pare los pies a Sanborne, seguirá sucediendo. Eso no lo puedo permitir, Royd.

– Con matar a Sanborne no acabará con el REM-4. Si ésa hubiera sido la solución, me habría puesto como objetivo liquidar a Sanborne en cuanto escapé de Garwood. Aún queda Boch. Si matas a uno, el otro se apoderará del disco con la fórmula del REM-4 y se ocultará. Tengo que deshacerme de los dos, de las instalaciones y de todos los archivos y fórmulas que utilizaron en Garwood. Voy a borrar el REM-4 de la faz de la tierra. Nadie podrá volver a hacer lo que ellos me hicieron a mí -dijo, con voz ronca-. Y usted no va a arruinar mis posibilidades matando a Sanborne. Lo quiero todo.

Había tal pasión e intensidad en su manera de hablar que, por un momento, la confundió.

– ¿Y qué haría si yo matara a Sanborne?

– No querría saberlo. ¿Cree que ahora estoy enfadado?

Sí, Sophie imaginaba la rabia letal que se apoderaría de Royd si lo contrariaban.

– Puede que tenga que vérselas con esa posibilidad.

– Y una mierda. Si quiere a Sanborne, tendrá que pasarse a mi bando.

– No quiero hacer eso -dijo ella, tensa.

– ¿Y cree que yo sí lo quiero? Pero puede que la necesite. Cuando vine aquí, creí que había una posibilidad de que pudiera sonsacarle información que me pondría las cosas más fáciles para llegar hasta Sanborne y Boch. Usted estaba en la lista de los experimentos de Amsterdam. Creí que trabajaba con ellos.

– Siento haberlo decepcionado.

– La verdad es que sí me ha decepcionado. No era mi intención ocuparme de Caprio. El blanco era usted.

Ella sonrió desganadamente.

– Y, en su lugar, se vio obligado a salvar mi insignificante vida.

– No es insignificante para mí. No dejaré que lo sea.

– Bromeaba. Claro que mi vida tiene un sentido. Soy médico y ayudo a las personas. Soy madre, y creo que soy una buena madre. Y me importa un rábano si para usted tengo algún valor o no.

– Sí que le importa. Siente que me debe algo, y utilizaré eso al máximo. -Royd se reclinó en la silla y estiró las piernas-. Así que vaya acostumbrándose a la idea de que no matará a Sanborne hasta que yo le dé luz verde. Ahora, relájese y déjeme hablar.

– Deje de darme órdenes. Hago lo que quiero, Royd.

– ¿Y quiere que el REM-4 sobreviva a Sanborne? Porque eso ocurrirá, ¿sabe? El control de las mentes es demasiado tentador como para no atraer a toda la basura del mundo. Los militares de media docena de países llevan décadas experimentando con el control de las mentes. Pero todos quedaron relegados a segundo plano cuando apareció usted. Usted le entregó la respuesta a Sanborne en una bandeja de plata. Ahora tiene que ayudarme a recuperarla.

– No tengo que hacer nada que no quiera hacer.

– Pero quiere hacer esto. Puede que no le guste que yo me ponga al mando, pero hay algo que quiere hacer. Jok me contó que, si hubiera podido, habría entrado en las instalaciones y destruido toda su investigación relacionada con el REM 4. En su lugar, optó por matar a la serpiente, cortarle la cabeza. Pero no puede acabar con el REM-4 cortándole la cabeza a Sanborne. Tiene que enviar toda esa bestialidad al otro mundo.

Sophie respiró hondo, intentando liberarse de ese resentimiento que la franqueza de Royd había despertado en ella. Royd tenía razón. Al ver que no podría tener acceso a las instalaciones, ella no había pensado en lo que ocurriría, más allá de matar a Sanborne. Joder, si ni siquiera sabía de la existencia de Boch.

Él la miraba con los ojos entrecerrados.

– Si se arrepiente de lo que ha hecho, entonces remedido. Acabe con el REM-4, maldita sea.

Sophie no habló durante un momento.

– ¿Cómo?

– Vale, tenemos una baza -dijo él, y se inclinó hacia delante-. Mi topo en las instalaciones, Nate Kelly, dice que durante los últimos seis meses daba la impresión de que Sanborne intentaba organizar un cambio total con todo y con cualquiera que estuviera relacionado con las instalaciones del REM-4 aquí. Una limpieza total. Dijo que había rumores de una mudanza incluso antes de que empezaran a sacar equipos y documentos. Sanborne ha despedido o ha trasladado a los doce miembros clave del equipo que estuvieron relacionados con los experimentos. Kelly intentó contactar con dos de ellos, porque consiguió los expedientes. Uno de ellos murió en un accidente de coche, el otro se había marchado en unas largas vacaciones y no se esperaba su retorno demasiado pronto.

– ¿Más asesinatos?

– Es probable. Como he dicho, una limpieza total. Me imagino que encontraremos… ¿Qué ocurre?

Ella se humedeció los labios.

– Mi amiga, Cindy, que me dio la información acerca de Garwood.

– ¿Ha sabido de ella últimamente?

Sophie negó con un gesto mudo de la cabeza.

– Renunció a su puesto en Sanborne hace más de un año. Pero trabajó en los primeros experimentos.

– Puede que esté a salvo. Llámela -dijo Royd, y calló-. Usted tendría que haber encabezado la lista de personas a las que había que eliminar.

– Sanborne no ha intentado nada desde que salí del hospital. Me llamó una vez y me ofreció mucho dinero para que volviera a trabajar con él. Lo mandé al infierno. Pero he hablado mucho con el FBI y con varios congresistas. No me sirvió de gran cosa, pero a Sanborne no le convendría que las condiciones de mi muerte levantaran sospechas.

– Anoche hizo un segundo intento.

Era verdad.

– Me vieron en las instalaciones. Habrá decidido que tenía que eliminarme como medida de defensa.

– Me perdonará si le digo que dudo que su iniciativa lo haya intimidado tanto como para reaccionar tan rápido. Creo que ya la tenía en mente y que eso sólo ha acelerado un poco los acontecimientos.

– ¿Por qué ha decidido eliminar a todas esas personas ahora?

– Creo que puedo adivinarlo. Piensa lanzarse al mercado internacional.

– ¿Qué?

– Cree que ha desarrollado lo suficiente el REM-4 como para empezar a venderlo a clientes extranjeros. Pero necesitan una base de operaciones que no se encuentre en el territorio de Estados Unidos, para funcionar libremente y evitar que sus clientes sean investigados.

– ¿Se marcha al extranjero?

– Kelly dice que ésa es su conclusión. Al extranjero o a una isla cerca del continente. El mercado extranjero sería el lugar donde encontrar mucho dinero -dijo Royd, con una mueca-. Y por eso quiere asegurarse de que nadie le cause problemas. Quiere que cualquier cosa que usted le haya contado al FBI desaparezca como por arte de magia, y usted también.

– A mí no me harán desaparecer con una simple soga. -En realidad, eso no era verdad, pensó Sophie, si todos llegaban a la conclusión de que se trataba de un suicidio-. ¿En qué lugar del extranjero?

Royd sacudió la cabeza.

– Kelly no ha podido averiguarlo. Pero sabe que los camiones que salen de las instalaciones tienen como destino un muelle en las afueras de Baltimore.

– Tenemos que encontrarlo -dijo ella, apretando las sábanas con fuerza.

– Tengo toda la intención de dar con él. Por eso he venido.

– Porque pensaba que yo lo sabía.

– Lo esperaba. Pero no ha sido un viaje en balde. Todavía me puede servir.

– ¿Perdón?

– ¿No es eso lo que quiere? Es evidente que le corroe la culpa y que desea encontrar una manera de compensarlo. Y bien, si puedo usarla, tendrá lo que quiere.