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– ¿Qué tipo de trabajo?

– Desde rescatar a ejecutivos secuestrados y en manos de los rebeldes, hasta eliminar una banda especialmente peligrosa de bandidos. Es rápido, listo y no se da por vencido.

Ella recordó ese aire de confianza que envolvía a Royd.

– Eso me lo podría haber imaginado.

– Soldono también ha dicho que nunca ha aceptado un trabajo del que luego se haya desentendido, por muy duro o sucio que acabe siendo. -Siguió una pausa-. Y que cumple su palabra. Eso es lo que de verdad quieres saber, ¿no?

– Sí, es lo que quiero saber. -Sophie apretó la hamburguesa que tenía en las manos-. Me prometió que mantendría vivo a Michael y que el REM-4 sería destruido. ¿Debería creerle?

Jock sonrió.

– Sé demasiado bien que no tengo que influir en tus decisiones. Sólo puedo darte la mejor información que tengo y dejar que seas tú quien juzgues. Es evidente que se trata de un tipo bastante increíble y que Soldono lo encuentra fiable. Dicho eso, no es un tipo sutil ni bien educado, y es probable que ponga en peligro tu vida. Tienes que decidir si será capaz de mantenerte con vida y de hacer que el riesgo merezca la pena. También es probable que te irrite una docena de veces al día.

Sophie apretó los labios cuando recordó las sogas sobre el mostrador de la cocina.

– Oh, sí, ya lo creo.

Jock escudriñaba su expresión.

– Sin embargo, tú te inclinas por la dirección que ha tomado él.

– Tú sabes que he querido entrar en las instalaciones y destruir todos los archivos del REM-4. Simplemente no conseguí entrar para llevarlo a cabo. Royd tiene un topo en las instalaciones y sabe más que yo. Es probable que mucho más. Dice que me va a utilizar. Que lo intente -dijo, y echó el resto de la hamburguesa en la bolsa-. Puede que sea yo quien acabe utilizándolo a él. -Sophie lo miró-. Pero quiero que tú abandones esto, Jock. Vuelve a casa.

– Vaya, no paro de escuchar lo mismo en todas parles -dijo él, con una mueca-. Y si el plan de ataque de Royd me convence, puede que vuelva a las tierras de MacDuff por un tiempo. Tendré que pensarlo. ¿Le has contado algo a Michael?

– No, lo he despertado tarde y he utilizado eso como excusa para traerlo al cole.

– Eso no puede seguir así. Él…

– Lo sé -interrumpió ella-. Pero no le diré nada hasta que tenga que hacerlo. Ya tengo bastantes problemas para mantenerlo calmado. No quiero darle más motivos pata tener pesadillas.

Él asintió con un gesto.

– Tienes que estar preparada -dijo, y abrió la puerta del coche-. Volveré a mi coche, tengo que hacer unas cuantas llamadas. Me puedo quedar aquí y recoger a Michael cuando salga del colegio, si quieres.

Ella sacudió la cabeza.

– Tiene entrenamiento de fútbol de nuevo. Lo llevaré a Chuck E. Cheeses antes de volver con él a casa.

– ¿Quieres compañía?

– No, ya he despejado mi horario para hoy y necesito pensar unas cuantas cosas.

– De todas formas me quedaré un rato. Y Royd o yo seremos tu sombra durante el resto del día. Llámame si cambias de opinión.

Ella lo miró alejarse. Le gustaría mucho más que se quedara Jock en lugar de Royd, y deseó poder cambiar de opinión. Pero Royd tenía un objetivo y Jock tenía que volver a casa. Era mucho mejor que tratara con ese maldito cabrón hasta que viera el camino más despejado.

Capítulo 6

– ¿Qué pasa, mamá? -Michael no la miraba a ella. Tenía la vista fija en el exterior del coche-. ¿Ocurre algo malo?

Sophie apretó las manos sobre el volante. Michael había permanecido bastante callado durante la cena y ella, en cierta manera, se esperaba la pregunta.

– ¿Qué quieres decir?

– Estás preocupada. Al principio, creía que era por mí, pero es otra cosa. ¿No es verdad?

Tendría que haber sabido que Michael percibiría su desasosiego. Después de todo lo que había vivido, su conciencia se había vuelto tan aguda como el filo de una navaja. A veces Sophie se preguntaba cómo conseguía ser un niño tan normal.

– No es nada de lo que tengas que preocuparte. Son cosas del trabajo.

Él la miró fijamente a los ojos.

– ¿Estás segura?

Ella vaciló. Deseaba protegerlo pero, ¿era aconsejable protegerlo de la verdad? La situación adquiría un sesgo muy preocupante y quizá llegaría un momento en que Michael tendría que enfrentarse a ello.

– Sí, no tienes por qué preocuparte. Y no, no tiene que ver con el trabajo.

Él guardó silencio un momento.

– ¿Con el abuelo?

Ella se mordió el labio. Era la primera vez que Mic hael mencionaba a su abuelo desde aquel día en el muelle.

– En parte. Puede que tenga que mandarte a vivir con tu padre un tiempo.

– Él no querrá -dijo Michael, sacudiendo la cabeza.

– Sí que querrá. Tu padre te quiere.

– Actúa raro cuando estoy con él. Creo que se alegra cuando vuelvo a casa.

– Quizá tenga la impresión de que a ti no te gusta estar con él. Deberíais hablar.

Él volvió a negar con la cabeza.

– No querrá que vaya. Y yo tampoco iría. Si tú tienes problemas, me quedaré contigo.

Hasta ahí llegaría su franqueza. Sophie respiró profundamente, un suspiro de frustración.

– Hablaremos de ello cuando lleguemos a casa. En realidad, no tengo ningún problema, y no hay nada…

– Mira esos camiones. -Michael había bajado la ventanilla-. ¿Qué ha pasado?

Tres camiones blanquiazules, con el emblema del departamento de Luz y Gas de Baltimore pintado en los lados, estaban estacionados en un lado de la calle con las balizas encendidas. Las luces de su coche iluminaron a un agente de policía en medio de la calle hablando con el conductor del coche que la precedía.

Sophie aminoró la marcha hasta detenerse.

– No lo sé -dijo-. Tendremos que averiguarlo. -El agente le hacía señas al conductor para que avanzara y ahora se dirigía hacia ella-. ¿Qué ha ocurrido, agente?

– Una fuga de gas. ¿Vive usted en esta manzana?

– No, vivo cuatro manzanas más abajo. -Sophie miró a los empleados de uniforme gris que iban de casa en casa-. ¿Están evacuando?

– No. Sólo están comprobando las casas en busca de fugas y quieren que no dejemos entrar a nadie hasta que hayan acabado. -El agente sonrió-. Hasta ahora sólo han encontrado dos pequeñas fugas. Pero tenemos que tener cuidado. Estamos informando a todos los habitantes de la calle de que no enciendan nada hasta que les demos el visto bueno.

– Yo vivo en la calle High Tower. ¿Esto también vale para nosotros?

El agente miró su carpeta.

– No hay informes de fuga más allá de Northrup. No debería tener problemas. Puede que sea buena idea tomar algunas precauciones adicionales -dijo, y la invitó a avanzar-. Llame a la compañía de gas si tiene alguna pregunta.

– No se preocupe. Eso haré.

– ¿Podremos oler el gas si hay una fuga? -inquirió Michael cuando dejaron atrás a los agentes.

– Seguro que sí. Ahora han añadido una esencia como medida de seguridad para que podamos detectarlo. Por eso la gente sabe que hay que llamar a la compañía de gas.

No había camiones en las dos siguientes manzanas. Su propia manzana estaba igualmente tranquila.

– Creo que llamaremos a la compañía de gas de todas maneras -avisó Sophie. -Se detuvo en la entrada del coche y pulsó la tecla del mecanismo de apertura de la puerta del garaje-. En realidad, deberíamos llamar antes de entrar en…

– ¡Pare! -Era Royd, que estaba junto a su ventana-. ¡Ahora!

Sophie paró bruscamente el coche.

– ¡Salgan de ahí! Los dos.

Su tono era tan urgente que Sophie no vaciló. Abrió la puerta.

– Michael, baja.