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– Ni se me ocurriría… pensarlo.

– Entonces quédate quieto mientras paro la hemorragia y te estabilizo.

– Nunca he sido estable. No es… mi… modus operandi. -Estás a punto de cambiar. -Sophie sacó su móvil y llamó a MacDuff-. Estamos en el muelle. Han disparado a Royd. -Te haré llegar ayuda enseguida.

– Bien. -Colgó-. Ahora voy a ver si todavía tienes la bala dentro o si ha salido. Te dolerá.

Royd no contestó. Estaba inconsciente.

– Sophie.

Alzó la mirada y vio a MacDuff y Campbell que la miraban desde arriba.

– Habéis tardado demasiado -dijo, abrazando a Royd con fuerza-. Podría haber muerto.

– Diez minutos -MacDuff se arrodilló a su lado-. Hemos venido lo más rápido posible. ¿Cómo está?

– En estado de shock. Ha perdido mucha sangre. -Sacudió la cabeza-. No sé qué más hacer. He hecho todo lo que he podido. Tenemos que llevarlo a un hospital. -Dejó de abrazar a Royd y se sentó. Tenía la sensación del todo irracional de que si lo sostenía en sus brazos, Royd no moriría-. Está inconsciente desde que os llamé.

– He llamado un helicóptero enseguida. Deberían de estar a punto de llegar. Ve a mirar -le dijo a Campbell-. Les dije que aterrizaran al lado de la casa.

– De acuerdo. -Campbell se giró y se alejó corriendo por el muelle.

MacDuff se volvió hacia Sophie.

– ¿Estás bien? ¿Esa sangre es de Royd?

– Sí. -Sophie se miró distraídamente la blusa manchada de sangre-. No estoy herida. Él me cubrió.

– ¿Y Sanborne?

– Muerto. Royd le acertó. No sé dónde está. Estaba en una lancha con dos guardaespaldas… -La voz le temblaba y tuvo que hacer un esfuerzo para serenarse-. Tenéis que encontrarlo. Tenía los CDs del REM-4. Tengo que recuperarlos. Siempre serán una amenaza…

– Lo encontraremos. -MacDuff le apretó el hombro-. Todo saldrá bien, Sophie.

Ella cerró los ojos. Eran palabras vacías, mientras Royd yacía ahí, luchando por su vida. No, los dos luchaban. No dejaría que muriera. Tenía que vivir, o no sabría si ella misma sobreviviría.

Dios, qué egoísta era. Él merecía una vida larga y feliz, y ella no importaba. Repitió la frase mentalmente una y otra vez como un mantra. Tenía que vivir. Tenía que vivir. Tenía que vivir.

– Sophie -le avisó MacDuff con voz serena-. Creo que oigo el helicóptero.

Ella abrió los ojos y tuvo un atisbo de esperanza. Le apretó una mano a Royd.

– Venga, saquémoslo de aquí.

Una hora más tarde llegaban al hospital Santo Domingo, en Caracas. Al cabo de apenas un minuto, se llevaron a Royd del lado de Sophie para meterlo en quirófano.

– ¿Te encuentras bien? -inquirió MacDuff, que la miraba, preocupado-. Hasta ahora se ha mantenido con vida, Sophie. Eso es buena señal.

– Podría pasar cualquier cosa -replicó ella-. Agradezco que intentes consolarme, pero lo sé. Al menos le han hecho una transfusión en el helicóptero. Eso aumenta las probabilidades.

– Deja que te lleve a la sala de espera y te traiga una taza de café.

No quería ir a la sala de espera. Quería entrar en el quirófano y observar lo que le hacían a Royd. Quería ayudar, maldita sea. Respiró hondo.

– Ahora voy. Tengo que salir y llamar por el móvil -explicó, yendo hacia las puertas de la sala de urgencias-. De todos modos, pensaba llamar a Michael. Será mejor que piense en otra cosa -añadió, y miró por encima del hombro-. Royd me dijo que estaba con Jock. ¿Es verdad?

– En la cabaña del lago en las afueras de Atlanta -dijo él, asintiendo con la cabeza.

– Jock es un actor de primera. -Sonrió con una mueca-. No he reconocido su voz, pero es evidente que Sanborne creyó que se trataba de Franks. Hubo un momento en que me asusté.

– Jock es muy bueno en cualquier cosa que se proponga -dijo MacDuff, mientras abría las puertas de vidrio-. Pero no se arriesgaría a imitar la voz de Frank sin un poco de ayuda técnica.

– ¿Qué?

– Estuvo jugando al gato y al ratón con Franks durante un día y medio antes de que se lo llevaran. Lo dejó acercarse y luego escabullirse.

– No te entiendo -dijo ella, frunciendo el ceño.

– Jock tenía que conseguir una buena grabación de Franks hablando con sus hombres, hablando con Sanborne por teléfono, o simplemente hablando. Luego él y Joe Quinn llevaron la grabación a un experto de la oficina local del FBI. Quinn era agente del FBI y todavía tiene contactos. Tenían un aparato que se conectaba al teléfono que Jock le quitó a Franks -dijo, sonriendo-. Y ya está, la voz de Jock se convertía en la voz de Franks. Engañó a Sanborne por todo lo alto.

– Y a mí me aterrorizó.

MacDuff dejó de sonreír.

– Me sorprende que Royd no te haya puesto al corriente de lo que ocurría.

– Me lo dijo. A grandes rasgos, sin detalles. Y cuando oí lo que me pareció la voz de Franks, ya estaba en la isla. -Se encogió de hombros-. Era demasiado tarde para preguntarle. Y tuve que decidir si de verdad confiaba en él.

– ¿Y confiabas?

– Después de mucho pensarlo. No fue fácil. -Sophie se apoyó en la pared con gesto de cansancio-. Nada que tenga que ver con Royd es fácil. -Pero ella quería que ese cabrón viviera-. Tuve que actuar siguiendo mi intuición.

– ¿Y quizá alguna otra cosa? -MacDuff no esperó una respuesta-. Haz esa llamada. Yo iré a buscarte una taza de café. ¿Sin azúcar?

Ella asintió con un gesto y volvió a entrar en el hospital.

Alguna otra cosa. ¿Quizá cierta atracción? ¿Quizá… amor? Apretó el móvil con fuerza. Pasión, cercanía, admiración, sabía que sentía todo eso por Royd. Y ahora tenía que aceptar aquel vacío, aquel horrible pánico que había experimentado al creer que lo había perdido.

Quizá todavía lo perdiera. Las lágrimas le ardían en los ojos. Tenía que aguantar. Mantenerse ocupada. Marcó el número de Jock.

Éste contestó al tercer timbrazo.

– No creo que llames para hablar conmigo, Sophie. Tengo a mi lado a un jovencito que me quiere arrancar el teléfono de las manos.

– ¿Crees que he estado bien, mamá? -preguntó Michael al coger el móvil-. Jock me dijo que tenía que fingir para que tú estuvieras a salvo.

– Muy bien, cariño. ¿Cómo te encuentras?

– Bien. Es muy chulo esto, junto al lago. Jane tiene un perro que se llama Toby, que es mitad lobo y muy bonito. Y Jane me está enseñando a jugar al póquer.

– ¿Has tenido alguna mala noche?

– Una -dijo él, y añadió-: Jock me ha dicho que ahora estás a salvo porque has derrotado a los malos. ¿Cuándo vendrás a buscarme?

– En cuanto pueda. Tengo una sola cosa que hacer aquí. Déjame hablar de nuevo con Jock. Te quiero.

– Yo también.

– Está bien, Sophie -le aseguró Jock cuando volvió a ponerse al teléfono-. Tuvo un episodio y fue muy ligero. Ha estado en excelente forma.

– ¿Cómo se hizo esas magulladuras?

– Jane.

– ¿Qué?

– Rimmel. Lo usó para simular los hematomas. -Siguió una pausa-. ¿Qué tal está Royd?

– Todavía no lo sabemos. Estamos en el hospital, esperando noticias. -Tragó con dificultad-. Iré a buscar a Michael en cuanto pueda, pero todavía no quiero dejar a Royd.

– Sin problemas. Jane y yo nos entendemos de maravilla, y ahora que él sabe que te encuentras bien, estará más contento.

– Se diría que ahora mismo está muy contento. ¿Juega al póquer?

– Todos los chicos deberían aficionarse a los juegos de azar -dijo Jock, y su tono se volvió grave-. Hubiera deseado estar contigo en San Torrano. Quizá las cosas habrían sido diferentes para Royd.

– Es probable que no.

– Ahora has herido mis sentimientos. ¿No crees que soy un hombre que puede mover montañas?