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Fidelma se la quedó mirando pensativa.

La mujer se había puesto tensa. Sus venas bajo la piel blanca de la frente se veían de color azul. La boca le temblaba ligeramente y tenía los músculos de la cara rígidos. Una mano torneada jugaba nerviosa con el crucifijo de plata que le colgaba del cuello.

– Me han dicho que el venerable Dacán pasó una buena parte de su tiempo en la biblioteca -continuó Fidelma sin molestarse en contestar a la protesta de sor Grella.

– Era un estudioso. El propósito de su visita a Ros Ailithir era el estudio. ¿Dónde sino iba a pasar todo el tiempo?

– ¿Cuánto tiempo estuvo aquí?

– Me imagino que el abad ya os lo habrá dicho.

– Dos meses -informó Fidelma, dándose cuenta de que la bibliotecaria de aspecto amable no iba a ser de mucha ayuda y que tendría que plantear las preguntas con cuidado para obtener alguna información de sus cautelosas respuestas-. Y, en estos dos meses -continuó Fidelma-, pasó la mayor parte de su tiempo en esta biblioteca estudiando. ¿Qué estudiaba?

– Era un estudioso de la historia.

– Era muy respetado por sus conocimientos, lo sé -contestó Fidelma con paciencia-. ¿Pero qué libros estudió aquí?

– Los libros que se estudian son asunto exclusivo del bibliotecario y del estudioso -contestó con dureza sor Grella.

Fidelma se dio cuenta de que había llegado el momento de mostrar su autoridad.

– Sor Grella -dijo suavemente y en voz tan baja que la bibliotecaria tuvo que inclinarse hacia adelante en la silla para oír sus palabras-. Yo soy un dálaigh que investiga un asesinato. Tengo estudios hasta el grado de anruth. Esto me otorga unos ciertos derechos y obligaciones sobre a quiénes he de interrogar. Estoy segura de que como sai sois perfectamente consciente de estas obligaciones. Ahora me contestaréis a las preguntas que os haga sin mayores evasivas.

De repente sor Grella se puso tensa mientras la voz de Fidelma se alzaba con dureza. Había abierto bien los ojos y miraba con ira mal disimulada a la joven. El rubor de sus mejillas mostraba que no estaba acostumbrada a verse reprendida de aquella manera. Tragó saliva haciendo ruido.

– ¿Qué libros estudiaba Dacán aquí? -volvió a preguntar Fidelma.

– A él…, a él le interesaban los volúmenes que tenemos dedicados a la historia de… de Osraige.

¡Otra vez Osraige! Fidelma se quedó mirando el rostro, ahora impasible, de la bibliotecaria.

– ¿Osraige? ¿Por qué habría de tener una abadía en las tierras de los Corco Loígde libros referentes a un reino que queda a tantas millas de aquí?

Por primera vez los labios de sor Grella esbozaron una sonrisa de superioridad. La afeaba.

– Obviamente, Fidelma de Kildare, a pesar de vuestro saber en leyes, tenéis pocos conocimientos de la historia de estas tierras.

Fidelma se encogió de hombros con aire indiferente.

– Todos somos novatos en el oficio de los otros. Yo me contento con las leyes y dejo la historia a los historiadores. Instruidme si hay algo que debería saber de este asunto.

– Hace doscientos años, hubo un jefe de los Osraige que se llamaba Lugne. Visitó esta tierra de los Corco Loígde y conoció a la hija del jefe, que se llamaba Liadán. Durante un tiempo, vivieron juntos en una isla de esta costa. Tuvieron un hijo al que llamaron Ciarán y que se convirtió en uno de los grandes apóstoles de la fe en Irlanda.

Fidelma había seguido el relato con interés.

– He leído la historia del nacimiento de san Ciarán que cuenta que cayó una estrella del cielo en la boca de su madre Liadán una noche mientras dormía y, después de esto, quedó embarazada.

La bibliotecaria estaba indignada.

– A los narradores les gusta embellecer sus historias con fantasías, pero la verdad, tal como os lo digo, es que el padre de Ciarán era Lugne de Osraige.

– No tengo intención de discutir -la tranquilizó Fidelma-; sólo apuntaba que las historias de los grandes apóstoles de Irlanda son múltiples.

– Os estoy explicando la relación entre Osraige y los Corco Loígde -replicó la bibliotecaria con acritud-. ¿La queréis conocer o no?

– Entonces continuad.

– Cuando Ciarán creció, después de muerto Lugne, inició la conversión de la gente del reino de su padre a la nueva fe. En aquel tiempo, hace doscientos años, la mayoría todavía no había oído la Palabra de Cristo. Convirtió a Osraige y ahora es su santo patrón, aunque eligiera Saighir para fundar su comunidad, que está justo en la frontera norte. Por eso se le conoce como Ciarán de Saighir.

Fidelma ya sabía todo eso, pero prefirió morderse la lengua.

– Acepto que Ciarán tuviera a un padre de Osraige y a una madre de Corco Loígde. ¿Es eso lo que estudiaba Dacán? ¿Una vida de Ciarán?

– La cuestión es que, cuando Ciarán llevó la fe a Osraige, también se llevó a muchos seguidores de los Corco Loígde, incluida su madre viuda, Liadán, que fundó una comunidad de religiosas no lejos de Saighir. Y con esos seguidores iba su amigo más íntimo y pariente, Cúcraide mac Duí, quien, después de que Ciarán derrotara al reino pagano de Osraige, fue hecho rey.

Ahora, repentinamente, Fidelma sintió un gran interés por la historia.

– ¿Entonces es así como los reyes de los Osraige fueron elegidos de la misma familia que los jefes de los Corco Loígde?

– Exactamente. Durante doscientos años, los Osraige han sido gobernados por la familia de los jefes Corco Loígde. Esto a menudo se ha considerado injusto. Durante los últimos cien años, muchos reyes de Osraige, procedentes de Corco Loígde, han muerto a manos de su gente, como Feradach, que fue asesinado en su cama.

– ¿Y el primo de Salbach, Scandlán, también es de los Corco Loígde?

– Exacto.

– ¿Sigue habiendo disputas sobre la realeza?

– Siempre habrá conflicto hasta que Osraige pueda reestablecer su propia línea de reyes.

Fidelma advirtió cierta vehemencia en la voz de Grella.

– ¿Por eso Dacán estaba interesado en estudiar la relación entre Osraige y Corco Loígde?

Grella optó por ponserse inmediatamente en guardia otra vez.

– Estudiaba nuestros textos sobre la historia de Osraige y sus reyezuelos; eso es lo único que sé.

Fidelma, exasperada, suspiró profundamente.

– Veamos, tiene su lógica. Dacán era de Laigin. Laigin lleva mucho tiempo reclamando Osraige. Tal vez Laigin estaba interesado en situar a los reyes originarios de Osraige de nuevo en el poder si estos reyes cambiaban su lealtad de Cashel a Laigin. ¿No sería lo que hacía que Dacán estuviera interesado en la historia de la realeza?

Grella se ruborizó y apretó los labios.

Fidelma se dio cuenta de que tenía razón y que Grella sabía perfectamente lo que estaba estudiando el anciano sabio.

– Dacán fue enviado aquí por Fianamail, el nuevo rey de Laigin, o por su propio hermano, el abad Noé de Fearna, que es el consejero del nuevo rey, para recoger la historia de la realeza de Osraige y entonces se pudiera presentar el caso contra los Corco Loígde ante la asamblea del Rey Supremo. ¿Me equivoco?

Grella permaneció en silencio, mirando desafiante a Fidelma.

Fidelma sonrió de repente a la bibliotecaria.

– Estáis en una situación delicada, Grella. Como mujer de Osraige, al saber esto, parece que apoyéis a los desposeídos reyes originarios. Pero creo que ahora resulta claro por qué el venerable Dacán había venido a Ros Ailithir. ¿Entonces por qué lo mataron? ¿Para evitar que esos conocimientos llegaran a Laigin?

Sor Grella no se inmutó.

– Venga, hablad, Grella -insistió Fidelma-. Todos tenemos derecho a opinar. Vos sois una mujer de Osraige. Sin duda tenéis una opinión. Si apoyarais el regreso de los reyes originarios, significaría que no teníais motivo para matar a Dacán.

Los ojos de Grella brillaron de ira.