– Entonces no podemos dar ningún peso a su prueba -suspiró el gran brehon-. Sin embargo, podemos llamarlos, pero, si lo que dicen se contradice con otras pruebas, no ha de ser tenido en cuenta. Así es la ley.
– Soy consciente de ello, Barrán -admitió Fidelma-. Y, a menos que Forbassach insista, no deseo llamarlos.
– Yo preferiría, sor Fidelma, que os ocuparais del asunto específico del asesinato de Dacán -replicó Forbassach.
– Entonces haré eso -contestó Fidelma-, Resulta obvio ahora que la muerte de Dacán estaba esencialmente relacionada con la tarea que había venido a llevar a cabo a Ros Ailithir. Fue asesinado porque se pensó que representaba una amenaza. Pero dejadme señalar que es cierto que Dacán con vida valía más a Salbach que Dacán muerto. Así pues, ¿para quién era una amenaza Dacán? Era una amenaza evidente para los hijos de Illian, como ya he dicho anteriormente.
Forbassach se había vuelto a poner en pie.
– Y he dicho que Laigin no era una amenaza para esos niños. Quería ayudarlos.
– ¿Pero los niños lo sabían?
La pregunta de Fidelma era muy aguda y dejó un silencio incómodo.
Se giró hacia Midach. El que había sido un médico gracioso parecía cansado y exhausto ante ella.
– Dacán llevaba dos meses en la abadía investigando antes de que vos os enterarais de que buscaba a vuestros hijos adoptivos. Cuando lo descubristeis, fuisteis inmediatamente a sacarlos de Sceilig Mhichil. Os marchasteis de aquí la misma noche en que Dacán fue asesinado, la noche que escribió para informar a su hermano Noé que se iba a Sceilig Mhichil.
Barrán intervino creyéndose que se adelantaba a Fidelma.
– ¿Y matasteis a Dacán, hermano Midach?
– Dacán estaba con vida cuando yo abandoné la abadía -replicó Midach con calma pero firmemente.
– Es cierto -confirmó Fidelma rápidamente.
El gran brehon levantó las manos en señal de protesta.
– ¿Cómo lo sabéis?
– Muy simple. Sabemos que Dacán fue asesinado alrededor de medianoche. Tenemos la certeza de que no pudo ser antes. Midach tenía que estar a bordo de su barco justo después de vísperas para poder zarpar con la marea de la noche hacia Sceilig Mhichil. He comprobado las mareas con los marineros del lugar. Si se hubiera atrasado, no habría podido zarpar hasta la mañana siguiente.
– ¿Entonces quién mató a Dacán? -preguntó Barrán totalmente perplejo.
– Alguien que, al igual que Midach, creía que Dacán tenía intención de hacer daño a los hijos de Illian.
Se hizo un silencio, pues todo el mundo se dio cuenta, después de todo el proceso, que estaban llegando al final.
Fidelma se extrañaba de que nadie hubiera llegado a la misma conclusión que ella. Como nadie hablaba, nadie se movía, Fidelma sacudió la cabeza.
– ¿Quiénes sino los hijos de Illian se sentirían amenazados por Dacán? -preguntó-. ¿Quién sino el hijo mayor de Illian, que se veía más amenazado que sus hermanos?
Todo el mundo se quedó mirando al joven Cétach.
– Pero acabáis de afirmar que estos dos niños estaban todavía en Sceilig Mhichil en aquel momento. Estaban a dos o tres días de travesía de Ros Ailithir -indicó Barrán.
– Yo no he dicho que fuera uno de estos chicos -dijo Fidelma bien alto para que se oyera por encima del alboroto.
Una vez más, el efecto de sus palabras fue como el del agua sobre el fuego. Se hizo un silencio de asombro.
– Pero vos ahora habéis dicho… -empezó a decir el gran brehon.
– He dicho que el hijo mayor de Illian mató a Dacán.
– ¿Entonces…?
– Illian tenía tres hijos. ¿No es así, Midach? Dacán, en la carta que escribió a su hermano, decía que el hijo mayor de Illan acababa de llegar a la edad de elegir. Eso descarta a estos dos chicos, que están todavía lejos de los diecisiete años. Eso también significa que Illian tenía un tercer hijo.
– Parece que lo sabéis todo, Fidelma -dijo Midach en tono grave-. Sí, mi primo Illian tenía tres hijos. Todos se quedaron a mi cargo cuando lo mataron. Los dos más jóvenes fueron enviados a Sceilig Mhichil con nuestro primo, Mel. Sin duda todo sucedió como habéis explicado.
– ¿Y dónde enviasteis al hijo mayor? -preguntó Barrán.
Midach apretó los dientes.
– No puedo traicionar la confianza de mi familia.
– El hijo mayor fue traído a Ros Ailithir con una identidad falsa -intervino Fidelma.
Se giró y recorrió con la vista las filas de religiosos que abarrotaban la iglesia de la abadía y encontró el rostro blanco de sor Necht.
– Adelantaos, sor Necht, ¿o debería decir Nechtan? -añadió Fidelma, convirtiendo el nombre femenino en la forma masculina.
La desgarbada «hermana» se levantó; sus ojos iban de un lado a otro como si buscara la manera de escapar y luego se le cayeron los hombros en señal de resignación.
Uno de los miembros de la guardia del Rey Supremo atravesó la nave hasta ella y le dio un golpe en el hombro para que se presentara ante los jueces. Lentamente y con renuencia, «sor Necht» obedeció.
No se oyó ni un sonido mientras todos los ojos observaban a la figura que avanzaba lentamente hasta donde estaba esperando Fidelma. Ahora no intentaba disfrazar su porte masculina.
– Permitidme que os presente a Nechtan, hijo de Illian de los Osraige. Nechtan es el hermano mayor de Cétach y Cosrach.
«Sor Necht» se cuadró y alzó su barbilla desafiante al situarse ante Fidelma.
– ¿Os importaría quitaros el tocado? -pidió Barrán.
«Sor Necht» se lo quitó.
– El cabello es cobrizo, casi rojo -admitió Forbassach con tono quejumbroso-. Pero esta… esta persona… sigue pareciendo una chica.
– ¿Tenemos que seguir adelante con esta farsa, Nechtan? -preguntó Fidelma-. Decid la verdad.
– Todo ha terminado, hijo mío -gritó Midach con resignación-. Admitamos la verdad.
El joven de cabello cobrizo se quedó mirando a Fidelma casi con ojos de odio.
– Sí, yo soy Nechtan, hijo de Illian -dijo con un tono lleno de orgullo.
– Fue todo idea mía -explicó rápidamente Midach-. No sabía qué hacer. Sabía que Scandlán y su familia estaban buscando al heredero de Illian. Ya había visto el testamento de Illian y sabía que los chicos quedaban a mi cargo y que se suponía que los más jóvenes tenían que ir a Sceilig Mhichil. Pensé que estarían a salvo en Sceilig Mhichil. Pero no sabía dónde esconder a Nechtan. Entonces se me ocurrió la idea de que se ocultara en la abadía como novicia y así pudiera vigilarlo estrechamente. Los que buscaban a los herederos de Illian buscaban a unos chicos, no a una chica.
– Aunque con diecisiete recién cumplidos, Nechtan, con su voz ronca y su figura ligera, se convirtió en una joven -admitió Fidelma-. Utilizaron las ramas y las bayas del saúco como tinte y le dieron rojez a los labios y a las mejillas: Nechtan se convirtió en sor Necht.
– Yo al principio pensé que Dacán era un agente de Scandlán -continuó Midach-. Cuando descubrí que había descifrado el testamento de Illian, abandoné inmediatamente la abadía para traérmelos antes de que los descubrieran. Me traje a los dos niños e hice que sor Eisten se los quedara en Rae na Scríne. Hasta que regresé a la abadía, no descubrí que habían asesinado a Dacán.
– ¿Y cuándo confesó Nechtan que lo había matado él? -preguntó Fidelma.
– Al siguiente… -Midach se mordió los labios e inclinó la cabeza. Nechtan mantenía su mirada al frente sin hablar, sin mostrar emoción alguna.
El gran brehan se inclinó hacia adelante.
– ¿Por qué mató el chico a Dacán? -preguntó Barrán-. Aclaremos por fin este punto.
Fidelma hizo una mueca de tristeza.
– Sor Necht, o mejor dicho Nechtan, mató a Dacán por miedo. Midach, antes de irse a Sceilig Mhichil, le había dicho que creía que Dacán trabajaba para sus enemigos. Necht ya odiaba a Dacán por su personalidad autocrática e indiferente. Tan sólo necesitaba alguna chispa. A las pocas horas de que Midach partiera a rescatar a sus hermanos, Nechtan mató a Dacán. Yo no creo que el acto fuera a sangre fría. Tan sólo cuando ya lo había llevado a cabo, buscó la manera de que pareciera algo premeditado.