– ¿Qué queréis decir? -preguntó Barrán.
– Nechtan mató a Dacán y luego intentó tender un camino de trampas que condujera a otra persona para que la culparan.
– ¿Cómo?
– Después de que Midach abandonara la abadía, llamaron a Nechtan a la habitación de Dacán para que le llevara agua. Tal vez discutieron. Nechtan sacó un cuchillo y, en caliente, asestó una serie de golpes al anciano.
– ¡Sospechaba quién era yo, yo lo sabía! -protestó Nechtan que hablaba por primera vez. La voz que antes era ronca ahora era ligeramente aguda y más masculina. No había emoción en ella-. Era su vida o la mía. Me hubiera matado si hubiera sabido quién era.
Forbassach estaba sentado sacudiendo la cabeza asombrado. Fidelma hizo un gesto hacia él.
– Podéis creer al honorable abogado de Laigin cuando afirma que Dacán y Laigin no tenían intención de hacer daño a los hijos de Illian -dijo Fidelma-. Así que vos, Nechtan, asesinasteis a Dacán por un miedo injustificado. Dacán os buscaba para que Laigin os proporcionara apoyo en vuestra reclamación del trono de Osraige. Se puede argumentar que teníais un miedo comprensible. Pero lo que hace esto más atroz, Nechtan, es que os tomasteis muchas molestias para tender un camino que condujera a sor Grella.
– Yo sabía que sor Grella estaba trabajando con Dacán. También sabía que Grella era la amante de Salbach -replicó Nechtan a la defensiva-. Cuando Midach fue a salvar a mis hermanos, ideé cómo salvar a todos nosotros. Si acusaban a Grella del asesinato de Dacán, sería un justo castigo.
– Intentasteis destruir todo lo que Dacán había recogido que pudiera identificaros a vos y a vuestros hermanos. No os disteis cuenta de que, para informar a Salbach, Grella había cogido un borrador de la carta que Dacán iba a enviar a su hermano. También os olvidasteis de retirar una varita en ogham que había rodado hasta debajo de la cama de Dacán. Os quedasteis muy consternado cuando la encontré. Tuvisteis que seguirme cuando se la llevé a Grella a la biblioteca para comprobar que no era incriminatoria. Grella la reconoció e hizo ver que era otra cosa para despistarme. La dejé en la biblioteca y más tarde, aquella misma noche, volvisteis a la biblioteca y la quemasteis junto con otras varitas en ogham para ocultar el rastro hasta vos.
– Pero Dacán fue atado antes de matarlo -advirtió el gran brehon-. ¿Cómo lo consiguió este chico?
– Lo ató después de matarlo para implicar más a Grella. Resulta obvio que no lo ató antes porque las tiras de tela de la falda de Grella eran tan frágiles que incluso un niño enfermo se hubiera deshecho de esas ataduras. Yo me percaté de eso al principio de la investigación y sabía que buscaba a alguien que había maquinado cuidadosamente todo.
Fidelma pasó a hablar directamente a Nechtan.
– Os debisteis quedar despierto el resto de la noche pensando en vuestro acto. Decidisteis que no sólo teníais que preparar un camino de sospecha que se alejara de vos, sino que, tal como habéis admitido, tuvisteis la brillante idea de infligir una especie de justicia poética sobre la persona que creíais que era uno de vuestros enemigos.
Nechtan estaba callado.
– Esperasteis hasta que la campana tocó a maitines y observasteis cómo sor Grella se dirigía al servicio. Con la esperanza de que nadie hubiera descubierto el cuerpo de Dacán, entrasteis en la habitación de Grella y encontrasteis un vestido viejo del que rasgasteis unas tiras de lino. Fue el único trozo de tela inconfundible que encontrasteis. Probablemente, creísteis que era algo que ella se ponía a menudo y las tiras se identificarían rápidamente. No caísteis en la cuenta de que ninguna religiosa se pondría tal ropa y que simplemente era un vestido viejo que ya no usaba.
«Llevasteis las tiras de tela a la habitación de Dacán. Entrasteis y estaba a oscuras. La lámpara de aceite estaba vacía. Así que la rellenasteis y la encendisteis. Era obvio que no había estado nadie allí. Entonces atasteis los tobillos y las manos de Dacán. Para atarle las manos por detrás, tuvisteis que dar la vuelta al cuerpo sobre la cama y así se hicieron las manchas de sangre sobre la manta. Eso me pareció curioso, pues él estaba estirado boca arriba sobre la cama con heridas en el pecho y la sangre estaba en la manta bajo el cadáver. El cuerpo se tenía que haber movido por algún motivo. Entonces os fuisteis, olvidándoos de apagar la lámpara. Media hora más tarde, llegó el hermano Conghus. La pista falsa que dejasteis no tenía entonces ningún significado. No significó nada hasta que llegué al cabo de una semana y la seguí.
«Cuando regresé de Sceilig Mhichil y descubrí que me habían robado algunas cosas de la bolsa que yo había dejado con el abad Brocc, empecé a sospechar lo que estaba pasando. Los objetos robados eran los que ofrecían información para identificar a los hijos de Illian. Los que habían dejado formaban parte de las pruebas que implicaban a sor Grella en el asesinato.
Fidelma hizo una pausa esperando que el chico respondiera a sus palabras. Al cabo de un rato, Barrán se dirigió a él.
– No decís nada. ¿Lo admitís?
El chico se encogió de hombros.
– No tengo nada que decir al respecto. Actué en defensa propia.
– Lo que acabáis de afirmar parece una confesión -advirtió el gran brehon.
– Si vos lo decís -replicó el muchacho, sin emoción.
Midach se adelantó y mostró su angustia en el rostro al abrazar al muchacho.
– Hijo mío, soy vuestro anamchara y vuestro padre adoptivo. Os he protegido en todo. Os buscaré el mejor abogado para que os defienda.
El rostro de Midach se deshizo en angustia cuando observó a Fidelma.
– Es culpa mía. ¡Es mi gran culpa! Yo le metí el miedo a Dacán. -Se giró y miró al gran brehon-. ¿Podéis aceptar mi culpabilidad en lugar de la del chico?
Barrán sacudió la cabeza.
– El chico ya está en la edad del consentimiento. Tiene la responsabilidad de un adulto. Por lo que respecta a meterle el miedo a Dacán dentro, vos simplemente le disteis una forma tangible, pues, al parecer, el chico ya odiaba a Dacán y, a través del odio, lo temía.
– Sí, actuó por miedo. Incluso Fidelma de Kildare lo admite.
– Así debió ser. Pero implicar deliberadamente a una persona inocente empeora el crimen.
– Una cosa más, Barrán -interrumpió Fidelma-. Este tribunal cumplirá con su deber si absuelve al abad de Ros Ailithir y al rey de Muman de ser culpables de la muerte de Dacán de Fearna. Esta asamblea tiene que reunirse para considerar la demanda de Laigin por compensación. Ahora es asunto del tribunal fallar sobre este asunto. Ya no tiene ninguna otra función.
»Nechtan tendrá que presentarse ante otro tribunal para responder por su acción, al igual que sin duda tendrá que hacerlo Salbach, cuyos crímenes son mucho peores que los de todos los demás. Que ese otro tribunal decida el grado de culpabilidad que ha de recaer sobre los hombros de Nechtan. Y yo, si Nechtan lo desea, me presentaré como su abogada, pues creo que ningún chico, haya alcanzado o no la edad de elegir, ha de vivir con un miedo tal como el que han padecido los tres hijos de Illian este último año. Creo que de alguna manera el miedo atenuara su culpabilidad, si es que no lleva a absolverlo.
Midach miraba a Fidelma sorprendido, como muchos otros en el tribunal.
Barrán carraspeó impaciente.
– Os agradezco, Fidelma de Kildare -dijo secamente-, que me recordéis los asuntos en cuestión. Sin embargo, no creo que ni yo ni la asamblea los hubiéramos olvidado.