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Mira por dónde, pienso. De tal palo, tal astilla. Resulta que Stazatu reniega de su padre sólo dentro de las fronteras de Grecia. Fuera, en el territorio de los Balcanes, sigue los pasos paternos. De pronto, me enfrento a un complejo de empresas que operan tanto en Grecia como en el extranjero, dirigidas por dos familias: la de un empresario y la de un político. El denominador común de ambos es la lucha estudiantil antifascista, la oposición al régimen de los coroneles y las experiencias sufridas a manos de la policía militar. La cadena de acontecimientos que desemboca en la creación de un par de empresas balcánicas y la relación que guardan los dos suicidios entre sí forman una maraña que tengo muy pocas probabilidades de desenredar.

A pesar de todo, y puesto que no hay mejor defensa que el ataque, decido hacer una nueva visita a Balkan Prospect, ya que Koralía Yanneli es especialista en las empresas off-shore de Iásonas Favieros.

Estoy a punto de telefonearla cuando llama Sotirópulos:

– Nada que hacer. Andreadis se niega a hablar.

– ¿Por qué? ¿Qué te ha dicho?

– Más que decirme, me gritó que quienes acceden a aparecer en mi programa me consideran persona de confianza, que no es justo que abuse de esa confianza hablando con terceros y que, si sigo así, pronto me quedaré sin invitados.

– ¿Todo eso?

– Sí. Creo que se dejó llevar por el pánico, aunque tal vez me equivoque.

De cualquier modo, esta puerta está cerrada, así que debo buscar información en otra parte.

Capítulo 28

Yanneli me recibe de pie en su despacho. Me había citado a las cinco y llego con veinte minutos de retraso, aunque esto no parece molestarla. Constato su debilidad por los conjuntitos, ya que, en esta ocasión, luce uno de color naranja claro. La blusa lleva un enorme girasol en el busto, a diferencia del pantalón, que es liso. Acabo de sentarme cuando aparece su secretaria con una bandeja y me sirve un vaso de zumo y un platillo de galletas variadas. Me pilla por sorpresa, porque no esperaba tantas atenciones, y me veo obligado a darle las gracias, aunque detesto los zumos y no me gusta tomar nada entre comidas, con excepción de algún suvlaki. A pesar de mis agradecimientos, lee la extrañeza en mi expresión y sonríe.

– Sé que se trata de una visita amistosa -me explica-. Empecemos, pues, con un refresco y unas galletas.

Yanneli constituye un misterio para mí. Siempre consigue caer simpática, incluso cuando está en tu contra, como sucedió en el despacho de Zamanis hace unos días. Al mismo tiempo, de algún modo levanta una barrera que le impide a uno acercarse sin miedo a romperse las narices.

– La visita ni es amistosa ni es hostil -declaro para poner fin a las bromas-. Sólo quiero que me confirme cierta información.

– En realidad, no debería hablar con usted. No sólo por la discusión que se desató el otro día en el despacho de Xenofón Zamanis sino también porque usted es la causa de que Leventóyanni esté amenazando con denunciarnos si no le pagamos el dinero de más que supuestamente le cobramos al griego póntico.

Nada de «supuestamente», pienso aunque opto por no hurgar en viejas heridas de momento.

– No he venido para hablar de Balkan Prospect sino de Balkan Inns, la otra empresa off-shore de Iásonas Favieros, que desarrolla actividades hoteleras y turísticas.

– Es usted un hombre muy metódico, señor comisario -comenta Yanneli con la misma sonrisa serena-. Lo investiga todo, no se le escapa nada.

– Es mi trabajo.

– Si hace tan bien su trabajo, debe saber que ahora esta empresa pertenece a los herederos de Iásonas Favieros y a la señora Lilian Stazatu.

– Lo sé.

– ¿Por qué acude a mí, entonces? Si quiere información acerca de Balkan Inns, debería pedírsela a la señora Lilian Stazatu.

– Acudo a usted porque me parece muy prematuro molestar a la señora Stazatu.

Es mi argumento clásico, aunque esta vez advierto que no surte efecto, porque Yanneli rompe a reír.

– Déjese de lutos, señor comisario. No es ése el problema. Usted teme que, si hace preguntas indiscretas a la señora Stazatu, lleguen a oídos de sus superiores, incluso del ministro de Orden Público, y esto le perjudicaría. Tampoco puede recurrir a Xenofón Zamanis, puesto que no le tiene en gran estima. Por eso viene a verme, porque me considera más accesible. Pero yo no pienso hablar de asuntos de empresas que no tengan que ver con Balkan Prospect.

De nuevo me ha leído el pensamiento. Opto por cambiar de táctica.

– Planteémoslo de otra manera -propongo-. ¿Es posible que una empresa off-shore denominada Balkan Inns haya mantenido tratos o colaborado con Balkan Prospect?

– ¿A qué tipo de colaboración se refiere?

– Pongamos que Balkan Inns compró a Balkan Prospect terrenos para la construcción de hoteles en diferentes países de los Balcanes.

Yanneli levanta las manos para expresar su desconocimiento.

– Esto lo sabrán nuestras agencias inmobiliarias locales.

– Vamos. Es imposible que las agencias locales no informen a la central.

– Supongamos que sí hubo tal colaboración. ¿Qué demuestra esto?

Dejo su pregunta en el aire y prosigo:

– ¿Sabe si las constructoras locales de Iásonas Favieros se encargaron de la edificación de los hoteles?

– El único que puede responder a esto es Xenofón Zamanis, aunque yo personalmente no lo descarto en absoluto. -Hace una breve pausa y se inclina hacia delante-: ¿Qué irregularidades sospecha que se ocultan detrás de todo esto, señor comisario? ¿Qué hay más natural que la colaboración entre tres empresas que pertenecen, total o parcialmente, al mismo propietario?

– Le repito lo que le he aclarado al principio. No estoy investigando supuestas ilegalidades sino el suicidio de Iásonas Favieros. Y ahora también el de Lukás Stefanakos.

– ¿Cree que encontrará los motivos en las empresas de Iásonas Favieros, o de Favieros y Stazatu, o de la señora Favieru y la señora Stazatu? Tanto Iásonas Favieros como Lukás Stefanakos se quitaron la vida ante los ojos de miles de telespectadores. Por lo tanto, queda descartado cualquier acto criminal. Iásonas no dio ninguna explicación de su suicidio, no dejó ninguna carta. Se llevó su secreto a la tumba. Respételo y abandone la investigación.

Me mira satisfecha, porque piensa que ha cerrado todas las puertas y no tengo escapatoria. Pero ha presentado la situación a su conveniencia y se ha callado lo más importante.

– ¿Le parece normal que dos personalidades tan conocidas, un empresario y un político, se suiciden públicamente y de manera tan atroz? ¿Y le parece normal que diez días después de la muerte del primero y siete después de la del segundo se publican sendas biografías de los suicidas, escritas por el mismo autor?

Yanneli reflexiona por unos instantes.

– Debo admitir que no es muy normal -responde-. Aunque podría tratarse de una coincidencia. Tal vez ese Logarás decidió aprovechar la conmoción para vender más libros.

– Ambas biografías fueron remitidas a los editores con tres meses de antelación y casi el mismo día. Quienquiera que sea ese Logarás, sabía muy bien lo que iba a ocurrir.

Reflexiona de nuevo, bien porque la he convencido, bien porque busca una réplica. Mientras tanto, su secretaria entra a toda prisa en el despacho. Se agacha y susurra algo al oído de Yanneli. Ella pega un brinco en el asiento al oírlo.

– ¿Qué dices? ¿Cuándo?

– Hace apenas dos minutos -contesta la secretaria y sale del despacho, cerrando la puerta detrás de sí.